martes, 14 de octubre de 2014

Boletín Número 27 - Octubre 2014

Boletín del Centro de Día Carlos Gardel
de Asistencia en Adicciones 
Publicación sobre prevención, asistencia, investigación,
capacitación y políticas públicas en drogadependencias
 Número 27 – octubre/2014                                                 Ciudad Autónoma de Buenos Aires
  “Su propuesta es inaugurar un ámbito de información, participación, intercambio y pluralidad de opiniones con y entre profesionales del ámbito público dedicados al campo de las drogadependencias”. 


Estimados lectores: este número del boletín ofrece cuatro textos. El primero, constituye un escrito que surge a partir de una clase del curso Mujeres Y Drogas: aspectos diferenciales y aproximación a un modelo de intervención desde una perspectiva de género que forma parte del Bianual de Actualización en Toxicomanías organizado por el C.C.Gardel. La Dra. María Eugenia Ramos, su autora, es abogada y docente invitada. Sus reflexiones nos aportan un enfoque que va más allá de su campo profesional y enriquece la perspectiva de la actividad de formación en la que participa. El texto del Lic. Daniel Kobylaner nos acerca a la clínica de los consumos problemáticos de sustancias psicoactivas aportando de manera concisa y clara algunas de sus coordenadas como asimismo orientaciones puntuales para quienes nos dedicamos a ella. En tercer término, un texto que da cuenta del trabajo llevado a cabo en un comedor comunitario por la Dra. Graciela Alvarez y la Lic. Gloria Blanco, que se enmarca en la estrategias de atención primaria de la salud (APS).
Por último, un artículo del responsable de este boletín, que en rigor consiste en una reseña comentada sobre el abordaje grupal que en la clínica de los llamados monosíntomas de la época nos brindan las concepciones de Massimo Recalcati.
Mario Kameniecki


Contenidos


por María Eugenia Ramos


por Daniel Kobylaner




¿Le interesa participar en el Boletín por medio de un aporte, material, propuesta o noticia? ¿O que el Boletín trate algún tema en particular? ¿Le interesa estar en nuestro mailing?
Para hacerlo puede concurrir a Cochabamba 2622, Buenos Aires (C1252AAR), comunicarse al teléfono (54- 11) 4941 0826, o por correo electrónico a centrocarlosgardel@fibertel.com.ar

Este Boletín está editado por el equipo profesional del Centro Carlos Gardel del Área Programática del Hospital Ramos Mejía.
  
Editor responsable
Mario Kameniecki

Coordinación Editorial
Camila Abraham
Graciela Alvarez
Gloria Blanco
María Josefina Copes
Osvaldo Damiani
Gabriela Gil


Consejo Editorial
Carlos Herbón,
Karina Kabul
Daniel Kobylaner
Lucrecia Laner

Relaciones Institucionales
Norma Morales
Héctor Pérez Barboza
Silvia Quevedo
Gustavo Zbuczynski.

Administración:
Diego Posse

Auspiciado por:
Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires (AMM)
Asociación de Psicólogos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (APGCBA)
Comité de Drogadependencias de la Asociación Médica Argentina (AMA)
Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA)


ISSN 1851-3344

La maldición de Yocasta o la construcción social de la femineidad

María Eugenia Ramos
En el primer volumen de Los orígenes del totalitarismo, "Antisemitismo", Hannah Arendt desarrolla ampliamente su hipótesis sobre cómo construye su rol la víctima. De qué manera cae en la trampa de la identificación con el estereotipo social ideado por el victimario.
Para ello, la politóloga (como ella se definía), analiza los diferentes elementos y circunstancias que hicieron posible la falta de reacción por parte de los judíos que continuaron, pacíficamente, en un lugar en el que fueron eliminados masivamente, ante la inacción, no sólo de otros grupos sociales, sino de los judíos de los diferentes países, donde los nazis invadieron y extendieron su genocidio imperialista. 
De tal manera, Arendt nos advierte que por cada situación política de victimización (ella define al "antisemitismo" como: "el gran concepto político"), los grupos victimizados deberían identificar aquellos elementos en los que se están reconociendo y hacen posible la articulación con la mecánica impuesta por el victimario. 
Las estadísticas laborales a nivel mundial, respecto de las mujeres son preocupantes.
Voy a citar como ejemplo una estadística referida en el trabajo realizado por el Dr. Wojciech y la Dra. Peliza, en el año 2006, publicado por la Revista de Derecho Laboral y Seguridad Social.
Dichos juristas, a propósito del fenómeno mundial de la "flexibilización laboral" y la existencia de "empresas tercerizadoras", advierten que una nota alarmante de las contrataciones atípicas en Europa, es que cuando se trata de contratos con jornada reducida o por tiempo determinado o temporarios (eventuales) "las estadísticas europeas señalan que en el continente más del 80% de los  contratados de esta forma son mujeres...", "...lo que advertiría a las instituciones europeas sobre la posibilidad de una discriminación por razones de sexo."
Más allá del estereotipo social que se nos quiere imponer a las mujeres, sobre cómo se debe ser "mujer", qué es lo que hace de nosotras, un grupo social tan sistemáticamente victimizado?
Quizás, y en primer término, es el que se nos modele de forma artificial una única forma de "ser mujer".
Así como no existe una sola manera de "ser hombre", las mujeres también buceamos en nuestra amplia diversidad.
En un reportaje a Hannah Arendt le preguntaron si había tenido muchas dificultades por moverse en un mundo tan característicamente masculino como el de la filosofía y ella respondió que para ella no fue una dificultad porque siempre hizo lo que le interesaba, sin preguntarse si una mujer hace eso u otra cosa.
Hay muchos clichés altamente machistas que pululan los discursos de hombres y mujeres, como, por ejemplo, que una madre siempre hace todo por sus hijos y se habla de "el instinto maternal", como si fuésemos animales instintivos, cuando la característica de todo ser humano, justamente, resulta de ser un ser cultural. 
Así que la construcción del vínculo de la madre con su hijo es eso, una construcción cultural, no un simple impulso instintivo.
Para desmitificar tales aseveraciones alcanza con muñirse de estadísticas.
Por ejemplo, estadísticamente, padres y madres matan en la misma proporción. Lo que cambia son las franjas de edades sobre las que cometen filicidios las madres  y los padres. Las madres matan a hijos de entre 0 y 6 años; en cambio, los padres matan generalmente a hijos adolescentes o adultos.
En EEUU, las mujeres, han sido responsables del 13 por ciento de todos los crímenes violentos entre los años 1995 a 2000. Sin embargo esta proporción aumenta hasta el 50 por ciento en el caso de los filicidios, de acuerdo con las estadísticas de criminalidad del FBI.
En argentina la ley que mete más presas a los mujeres es la ley de estupefacientes y es interesante pegar una lectura a la situación de estas mujeres presas que, mayoritariamente, eran “independientes”, al momento de ser encarceladas.
Hoy, en Argentina, el casi 70 por ciento de las mujeres presas en las cárceles federales de nuestro país, lo están por la ley de estupefacientes (23.737).
Los delitos por los que las mujeres van presas más frecuentemente es por comercio en pequeñas cantidades (comercio barrial) y tráfico (mulas).
Según un trabajo publicado en el año 2011, "Mujeres en prisión", por el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), el 85% de todas la mujeres detenidas en el Servicio Penitenciario Federal de todo el país son madres.
El 90 % de las mujeres madres tiene hijos menores de 18 años.
El 60% de las mujeres madres, no vivían con sus cónyuges al momento de ser detenidas.
La mayoría de ellas encabezaba familias monoparentales y ejercían la jefatura del hogar, al momento de la detención, teniendo, además, las responsabilidades primarias en el cuidado de sus hijos y otras personas a su cuidado (por ejemplo, ancianos).
Las construcciones culturales están condicionadas por las necesidades, recursos y prioridades de las sociedades.
Las personas no seguimos instintos sino que nos guiamos por nuestro deseo. Aquello que construyamos culturalmente será el resultado de dónde focalicemos ese deseo.
Otro elemento importante en los sujetos es el símbolo. Lo cultural se expresa en "el símbolo". Los animales emiten signos (mover la cola, inflar las plumas, etc.), las personas construimos símbolos que representamos de acuerdo a las convenciones intersubjetivas.
Y esas construcciones culturales no son sólo conscientes sino y, quizás, sobre todo, inconscientes.
Quizás, cuando enviamos un "feliz cumpleaños" o ponemos "me gusta" a fotos de amigos, en facebook, no estemos queriendo expresar la importancia de la amistad sino que expresamos la anuencia sobre una nueva manera de evitar negociar en el conflicto que nos generan las relaciones con un "otro".
Hay un discurso supuestamente feminista que dice que las mujeres podemos hacer todo solas porque estamos capacitadas para hacer muchas cosas al mismo tiempo y podemos prescindir de "el hombre".
La tragedia griega nos ha signado un lugar protagónico en su drama y nosotras, como grupo social, probablemente, deberíamos replantearnos las herramientas con las que construimos nuestra feminidad.
Layo, el padre de Edipo, fue un filicida frustrado, cuya esposa, Yocasta, "soportó" por mantener su posición social.
Ella se libera de Layo cuando su hijo, Edipo, mata a su padre y, así, ella se casa con Edipo, a quien el sacerdote que va a anunciarle su propio incesto, llama ciego.
Edipo se casa con su madre, después de vengar su propia muerte con la vida de su padre.
La victima, Edipo se saca los ojos, los mismos ojos que ya habían sido llamados simbólicamente “ciegos”.
Como los hombres que no tienen ese supuesto sexto sentido femenino que se nos endilga y de las que muchas mujeres gustan de hacerse cargo.

Quizás deberíamos construir nuestra femineidad revisando celosamente y haciéndonos cargo adultamente, de nuestro rol en La Tragedia. 

Lo que retorna como exceso en los consumos problemáticos

Daniel Kobylaner
En El malestar en la cultura Freud propone 3 vías de apaciguamiento para la infelicidad propia de los seres humanos en sociedad. Dice
“El método más tosco, pero también el más eficaz, para obtener ese influjo es el químico, la intoxicación “(...)”Lo que se consigue mediante las sustancias embriagadoras en la lucha por la felicidad y por el alejamiento de la miseria”(...)”No solo se les debe la ganancia inmediata de placer sino una cuota de independencia, ardientemente anhelada, respecto del mundo exterior. Bien se sabe que con ayuda de los quitapenas es posible sustraerse en cualquier momento de la presión de la realidad y refugiarse en un mundo propio, que ofrece mejores condiciones de sensación” (el subrayado es del autor).
Es sabido que en los últimos tiempos se ha multiplicado la cantidad de personas que utilizan diferentes sustancias psicoactivas: alcoholes, cocaína, marihuana, “paco”, pegamentos, medicamentos psicotrópicos, drogas de diseño, llamadas así por su síntesis en laboratorio, y cualquier objeto sea catalogado por el discurso social y o legal como “sustancia peligrosa” o no que pueda elevarse a la condición de “tóxico” como consecuencia de un consumo problemático. Nuestra clínica así lo demuestra una y otra vez. Esta situación puede leerse como efecto del empuje social al consumo de todo tipo de objetos, a la oferta masiva de sustancias y en otro sentido, a la búsqueda rápida de resolución de conflictos cuando no a la evasión o desconocimiento de los mismos.
La exacerbación del empuje al consumo, la promoción mediática de pertenencia reforzadora del lugar del consumidor efectúan fenómenos clínicos que deben ubicarse en un contexto de consumo generalizado de objetos diversos. Como advertirán, nuestra lectura excede la relación restringida de adicto-drogas, consumidores-sustancias.
En este sentido, los consumos problemáticos de sustancias “prohibidas y permitidas”, nos muestran el lado oscuro y segregado del consumo generalizado por un lado, y el consumo “bien visto” de objetos contablemente infinitos por otro, ubicados en el lugar de adquisiciones, necesarias para inscribirse en los códigos actuales, y que muchas veces sorprenden al sujeto en el sinsentido de dicha posesión, quedando borrado él mismo de su acto alejado de un deseo.
En nuestro trabajo, con personas que acuden con consumos problemáticos, nos sorprendemos cuando rastreamos que las sustancias, cualesquiera fueren, cumplen funciones muy disímiles en cada quien. La cocaína puede funcionar para algunos como estímulo, para otros como anestesia. La clasificación química del objeto droga, no es un observable en nuestro quehacer como psicoanalistas.
Las “clasificaciones” que nos rodean son muchas: drogadictos, panicosos, ansiosos, deprimidos, violentos, que son algunas formas de nombrar el sufrimiento actual.
El soy adicto, debería poder ser desarticulado en un tratamiento, vía la transferencia, que por naturaleza es significante, pero es también pregunta, siguiendo a Blanchet, como dice Lacan en la proposición del 9 de Octubre de 1967, la transferencia es encarnada por un significante cualquiera. Este significante, sancionado por el analista, produce en el sujeto una conmoción, pues aquello que pensaba que era, un adicto por ejemplo, y que lo ordenaba, no es más.
El tratamiento convoca a cada sujeto a encontrarse con lo singular de su padecimiento, incomparable con otro. No hace serie. El padecimiento del síntoma clínico es la huella digital del sujeto.
Parafraseando a Eric Laurent, el psicoanálisis propone a contrapelo de la época, la suspensión de un saber para que el dispositivo funcione. El analizante no sabe qué es. En la distribución de goces de las instituciones familiares, a uno le tocaba ser el estúpido a otro el inteligente. Resulta que el estúpido se doctoró, y así se multiplican los ejemplos.
Para el psicoanalista, la suspensión del conocimiento está dada por la Docta Ignorancia, oxímoron que convoca a suspender los conocimientos para escuchar lo que no sabe: la verdad del paciente, lo que el sujeto tiene para decir. En este aspecto, el profesional se sustrae del prejuicio de nombrar y dar sentido.
Subsidiariamente de la ciencia y la tecnología de la época, nuestro quehacer habilita un tiempo y un espacio particular para cada uno, sin importar la brevedad del mismo, pero demostrando cuestionar la prisa por consumir; el empuje al consumo debe traducirse hacia otra cosa. Encontrarse con el deseo no tiene nada que ver con el consumo de objetos que como dijimos, son infinitos. Es un exceso y retorna al sujeto como goce. El toxicómano, es producto de la época. Es alguien que consume. El empuje a “todos consumidores”, es un observable. Tiempo y espacio quedan confinados al aquí y ahora, al todo ya. Lo virtual del ciberespacio cobra vida y modela la subjetividad hipermoderna.
¿Acaso las drogas, así llamadas, hacen existir la experiencia de satisfacción perdida, en tanto experiencia de goce al instante? Si esto fuese posible, no tendríamos una clínica con pacientes con consumos problemáticos. Problemáticos porque el trueque de un real (la castración) por otro real (el goce de la autosatisfacción), fracasa. Lo real de la sexualidad que conlleva postergaciones, encuentros y desencuentros, y la satisfacción plena como perdida por la inmediatez del tóxico que también falla, o por sobredosis o simplemente por lo efímero de los efectos buscados.
La presencia del psicoanalista constituye un medio para sostener al sujeto en la dignidad de su palabra, lo cual conlleva una eficacia nítida desde los parámetros éticos de un tratamiento. Las diferencias notables que se presentan en el caso por caso, no permiten generalizaciones. El psicoanálisis no constituye una oferta más en el mercado de la salud. Su probada eficacia y su particular forma de proceder lo habilita a tratar y abordar lo que llamamos “Síntomas modernos”.
Los motivos de consulta, se presentan a menudo con la impronta de la urgencia, de la inmediatez, características casi siempre presentes en las patologías del acto, en las que el consultante aparece denunciando situaciones de las que no puede hacerse cargo: ataques de pánico, angustias generalizadas, relaciones de pareja que no pueden sostenerse, niños hiperactivos, adicciones cada vez más tempranas, anorexias y bulimias y que retornan como exceso en ésta época de consumo generalizado.
A modo de conclusión

La respuesta está en la clínica de todos los días, seducir al que consulta a que retome su propia realidad subjetiva, causa de su división, allí donde reside la verdad singular y única de sus padecimientos, para que algo del orden del deseo, finalmente surja. Y el deseo, es la única vía que puede tener a raya el goce. El psicoanalista puede prestarse al comienzo a “ser consumido”: ausencias reiteradas sin aviso, apariciones intempestivas como si el tiempo no hubiese pasado, llamados telefónicos, etc. Pero ser consumido no como único movimiento, sino con el horizonte de prestarse a que el sujeto pueda encontrarse con la verdad de sus padecimientos, para poder de algún modo saber hacer con su síntoma, y no a la inversa, vivir a expensas del síntoma, y lo que es peor, no saberlo…


Actividades de Atención Primaria de la Salud (APS) en la Comunidad, del Área Programática del Hospital Ramos Mejía

Graciela Alvarez y Gloria Blanco
Hace más de cinco años que desarrollamos actividades interdisciplinarias de Atención Primaria en la Comunidad, que figuran territorialmente en el Área Programática de nuestro hospital.
Hemos seleccionado para informarle y transmitirle el ejercicio de nuestra función profesional, en un Comedor Barrial en el barrio san Cristóbal y un Parador de Niños (cuyas actividades desarrollamos en otro texto que difundiremos próximamente), ambas instituciones son ONG con subsidios del Gobierno de la Ciudad.
Nuestros ejes de trabajo consisten en la articulación de la difusión de los conceptos: anticoncepción, enfermedades de transmisión sexual, sexualidad responsable, control del embarazo, reducción de daños, relacionadas al consumo problemático.
El trabajo con la comunidad implica mirar y abordar escenarios múltiples y diversos, donde es imposible programar una línea de trabajo a priori.

Actividad en el Comedor:
Marginalidad, consumo de sustancias psicoactivas y salud reproductiva en una población que asiste al comedor
Actividad desarrollada durante el año 2009, interrumpida por la Gripe H1N1 donde toda actividad grupal fue suspendida, y nos enteramos que a fin de ese año, fue cerrado el establecimiento
El comedor al cual asistimos estaba ubicado en el Área Programática del Hospital Ramos Mejía (HRM) y funcionaba desde el año 1992. Lo subsidiaba, tanto en el alquiler del local como en la provisión de alimentos el Gobierno de la Ciudad de Bs. As.
En ese momento el nivel adquisitivo y psicosocial de la mayoría de los barrios de la Capital Federal era heterogénea; en ese barrio, vivían varias familias en situación de calle, otras en casas tomadas y en hoteles subsidiados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Esta era la población que concurría al comedor agregándose la que podía alquilar habitaciones en las viviendas importantes de la zona. En el contexto de la crisis desatada paulatinamente en la Argentina configurándose como espacios válidos para paliar el hambre más urgente, de los llamados “nuevos pobres”.
Antes de iniciar las acciones el equipo se entrevistó con las colaboradoras del comedor, que eran tres mujeres que estaban a cargo del aseo, y de la preparación del desayuno y almuerzo.
Nuestro objetivo e hipótesis de trabajo consistió en:
  • Encuestar al los comensales.
  • Desarrollar e incentivar la formación de un dispositivo grupal de orientación y prevención desarrollando los siguientes temas:

  1. Salud reproductiva.
  2. Consumo de sustancias psicoactivas.
  3. Incidencia de consumo de tóxicos durante el embarazo.
  4. Información sobre reducción de riesgos y daños.

  • Promocionar nuestro Centro de Salud, indicándole a la población nuestra dirección para solicitar una consulta psicoterapéutica por el consumo de tóxicos.
  • Concientizar a la población la importancia que implica la consulta al hospital para el control de su salud.

De las entrevistas surgía que el comedor funcionaba de lunes a viernes en el horario de 7 a 13 hs. y acudían 150 personas aproximadamente entre ellas familias, las cuales desayunaban y/o almorzaban por turno, o retiraban la comida ya que la infraestructura del lugar era para 25 personas.
El trabajo se realizó durante tres meses en forma semanal de 9 a 13 hs. y en diferentes etapas:
1º Etapa: observación y entrevistas individuales durante 4 semanas.
Se entrevistaron 50 personas. Se trataba de una población altamente vulnerable.
El 30 % (15 personas) vivían en situación de calle.
El 40% (20 personas) vivían en hotel del Gobierno de la Ciudad.
El 30% (15 personas) vivían en casas tomadas

El 40 % se solventaba de los Planes Sociales que otorgaba el gobierno.
El 5% eran jubilados o pensionados por invalidez
El 30% se dedicaba a la recolección de cartón
El 35% trabajaba irregularmente (changas, trabajo doméstico)

La mayor parte de la población entrevistada, 80%, eran mujeres en edad fértil entre 18 y 45 años, y la mayoría no llegó a finalizar los estudios de nivel medio.
Seis personas -2 mujeres y 4 hombres- consumían paco y alcohol en grandes cantidades, y correspondían a la franja etaria de 15 a 35 años, ninguno estaba en tratamiento y vivían en situación de calle. Las 2 mujeres entrevistadas poseían un nivel bajo de escolaridad. Una de ellas manifestó que la madre era consumidora de alcohol y el padre ejercía violencia doméstica contra su madre y hermanos. Era oriunda del interior del país y abandonó su hogar de origen hacía aproximadamente 1 año en busca de un futuro mejor. Hacía aproximadamente 3 meses que vivía en la calle con su novio, no utilizando métodos anticonceptivos y estaba preocupada por sus irregularidades menstruales.
La mayoría de las mujeres entrevistadas empezaron a ser madres a edades tempranas y tenían más de tres hijos, dos estaban embarazadas de seis meses y no realizaban controles prenatales a la fecha.
Por consecuencia la maternidad adolescente o a edades muy jóvenes implica, una limitación importante para que pudieran desenvolverse y desarrollar los conocimientos y habilidades para mejorar sus condiciones de vida. Con frecuencia el inicio temprano en la reproducción conlleva una alta fecundidad posterior. La influencia de la educación puede brindar los medios directos, asociados a una mayor concientización, para tomar medidas preventivas tanto en el embarazo como para tener el acceso a los servicios de salud. En palabras de Lagarde (1997) estarían en otro nivel de poderío. Asimismo, los niveles de fecundidad, varían de manera considerable según el nivel educativo de la mujer. Aquellas sin instrucción tienen una descendencia de más del doble de hijos que las que lograron terminar la primaria. Un mayor nivel de escolaridad repercute de manera positiva en un mejor control de las mujeres sobre su reproducción y sobre las decisiones acerca del número de hijos que desean tener.
Las narrativas de la joven usuaria confirman que el tener una relación íntima y cercana puede funcionar como un medio para contender las experiencias de vida que causan malestar y tensión por el contexto social en el que se vive, pero a la vez estas mismas relaciones implican un gran costo simbólico al que se le ha dado poca importancia. En particular S. Misovich, Fisher y Fisher (1997) mencionan que las consecuencias positivas de tener una relación de pareja tales como la seguridad y la confianza, producen y perpetúan conductas sexuales de riesgo para el embarazo en edades tempranas y el posible contagio de SIDA.
Estos hallazgos generalmente se refieren a grupos de hombres y mujeres no usuarios de sustancias adictivas. Si las drogas entran en escena la prevención se complica. Las adolescentes urbanas, pobres y adictas a sustancias psicoactivas están en un mayor riesgo debido a que se involucran en relaciones sexuales con personas que tienen múltiples parejas, que usan drogas intravenosas o desconocen si los jóvenes y las jóvenes con las que se vinculan son seropositivos. No ponen en práctica sus conocimientos sobre anticoncepción bajo la intoxicación y se consideran inmunes al contagio de posibles enfermedades de transmisión sexual o el VIH.
Metodología:
Como disparador para trabajar embarazo y drogas, planteamos dramatizar “EL CASO MAITE”, del Programa comunitario de prevención del abuso de alcohol y otras conductas de riesgo, del libro “Fiebre de Viernes a la noche” versión URBALDRO. El mismo consiste en representar los participantes diferentes personajes en donde se escenifica: “La comunicación de Maite, adolescente, a sus padres de su embarazo con otro joven adolescente producto de una relación sexual casual, estando también presentes dos amigos de ambos jóvenes”.
La recepción de la consigna por parte de los/as asistentes fue buena y aceptada
Recopilamos del ejercicio:
Imaginarios sociales
Supremacía del valor “familia” en términos estructurales por sobre el amor/ vinculo de pareja, manifestaban: “no importa si no nos conocemos, con el tiempo podemos llevarnos bien mientras criamos el bebé” (expresión de una participante adolescente).
  • Los métodos anticonceptivos no fueron un tema de interés para los/as asistentes.
  • Las condiciones socioeconómicas no eran tenidas en cuenta para evaluar la posibilidad de continuar un embarazo y afrontar los gastos concomitantes.
  • El tema del aborto no aparecía como alternativa salvo en un caso.
  • La postergación de los estudios y/o actividades como adolescente/joven no eran relevantes ni prioritarios.

La no utilización de método anticonceptivo, estando en riesgo la transmisión de una enfermedad sexual y/o el embarazo que implicaría grandes dificultades económicas, no eran una prioridad, ya que subjetivamente lo prioritario que manifestaban, eran las necesidades afectivas y sociales y el estatus de la autoestima ya que la maternidad era el único rol de identidad y pertenencia.
Conclusiones Generales
Sexualidad ligada a la función reproductora en la mujer.
Roles -estereotipos-: madre reproductora, generaciones en el rol de madre: abuelas madres, familias ensambladas. Abuelos en el rol de padres (asumen paternidad).
Desconocimiento y negación de los métodos anticonceptivos.
Negación de las enfermedades de transmisión sexual.
Imaginario social, maternidad como pertenecer y maternidad como identidad.

Entre nuestros objetivos hemos podido cumplir:
Encuestar cualitativa y cuantitativamente a los comensales y al espacio físico.
Promocionar nuestro centro de salud, comunicándole a la población nuestra dirección y nuestras funciones.
Promocionar nuestro hospital.
Realizar entrevistas bipersonales desarrollando los temas sobre: salud reproductiva, reducción de riesgos y daños y consumo de tóxicos, con las madres y los adolescentes que escenificaron el “Caso Maite”.
No hemos podido armar un dispositivo grupal de prevención con todos los comensales debido a múltiples variables:
El espacio físico es reducido y no se podía desarrollar un espacio grupal en el mismo horario y lugar donde estaba la gente almorzando, ya que el movimiento era constante desde las 8 de la mañana, para desayunar y almorzar respectivamente.
De parte de las anfitrionas/cocineras del comedor no fue incentivada hacia la comunidad la actividad grupal; una de ellas nos comunicó que estaban sólo autorizadas a entregar las viandas y servir los alimentos, sin fomentar ninguna otra actividad entre los comensales. Entre los concurrentes no había ningún tipo de comunicación, no se saludaban, habiéndonos manifestado diferencias étnicas, psicosociales, barriales y sobre diferentes planes asistenciales que algunos percibían. Entre algunos integrantes se notaba temor a expresarse; consideramos que temían perder la recepción del alimento.
Consideramos que son personas que se encuentran en absoluta situación de riesgo, sin comida, sin vivienda y otras con posibilidad de perderla y otras en situación de calle; sin estar en condiciones de incorporar ningún cambio subjetivo. Su tiempo y espacio está al servicio de la urgencia, motivo por el cual sólo pudimos otorgarles información y escucharlos; tampoco están en condiciones de concurrir a los servicios de salud. Es necesario que un equipo interdisciplinario, conjuntamente con políticas sanitarias acordes, investiguen y construyan marcos epistemológicos para poder asistir a la población que carece todo tipo de cobertura y se encuentra en la indigencia.
Fue un espacio enriquecedor que nos deja con más preguntas que respuestas, especialmente en dos temas:
  • El embarazo en la población marginal, ya que la experiencia nos transmitió que de prevención del embarazo tenemos que pensar en control del embarazo.
  • El consumo de tóxicos en usuarios en situación de calle


Este trabajo fue desarrollado durante el primer cuatrimestre del año 2009.

Comentarios sobre los dispositivos grupales en los monosíntomas contemporáneos de acuerdo a las concepciones de M.Recalcati

Mario Kameniecki

A propósito de la práctica grupal en el campo de las toxicomanías resulta oportuno recorrer y comentar los interesantes puntos de vista que Massimo Recalcati, psicoanalista italiano, desarrolla en los capítulos que le dedica en su libro La clínica del vacío1. Precisamente se trata de sus criterios sobre la posibilidad de implementar dispositivos grupales en el marco de una clínica que tiene como referencia al psicoanálisis en los llamados monosíntomas contemporáneos – anorexia/bulimia, toxicomanías, etc.
Considera estas presentaciones clínicas más bien como rasgos de identificación colectiva y más que como metáfora del sujeto funcionan como metáfora social. La utilización de abordajes grupales presenta algunas escansiones históricas. La psicoterapia institucional de la posguerra inauguró el uso polisintomático del grupo; posteriormente, se implementaron técnicas grupales a partir del psicodrama hacia fines de los años ´60 y durante la década de los ´70, que acentuaban la acción representativa del grupo y el cuerpo, no estando centradas en el síntoma sino en el fantasma. Con la aparición en el escenario de la época de los así llamados monosíntomas, comenzaron a implementarse dispositivos grupales que integraban a personas con un rasgo común. El contexto de los monosíntomas es correlativo a su masificación y a una “homologación alienada en el universal”. Así, en estos grupos, al menos a la entrada, hay un máximo de individuación que coincide con un máximo de alienación. Y se trata de una individuación contra la separación – contra la diferencia- , que sostiene una identidad sin equívocos, un exceso de individuo – no dividido. Hay aquí una función social del síntoma que se sostiene por lo idéntico, en una intersección entre lo social y la salud. Esta modalidad de agrupamiento deja de lado lo particular del sujeto, que más bien anula mediante la asociación en un vínculo con iguales, entre sujetos que se reconocen homogéneos a partir del rasgo que los identifica y que tienden a excluir la diferencia – todos drogadictos, todos ludópatas, todos anoréxicos, todos bulímicos, etc. Se puede ver en estas manifestaciones el modo de identificación actual que no está orientada por el I (A) -el valor simbólico del ideal- , sino en la reducción del Otro al otro, es decir, en una simetrización homologadora del Otro con lo mismo. Se vinculan con la época del declive del ideal y de la de-consistencia del Otro. El Otro de la ley de hoy avala una identificación anónima al grupo; su declinación favorece estas identificaciones horizontales a las insignias sociales. Tal vez las manifestaciones monosintomáticas reflejan en tanto respuesta social esta inconsistencia del Otro. Otorgan una identidad a través de una identificación universal que al mismo tiempo tiende a la anulación de cualquier particularidad. Constituyen una neo-identidad – al decir de Recalcati - cuyo envés, como plantea este autor, es “que la función social del síntoma tiende a hundir, empantanar al sujeto mismo en el Otro en lugar de dejar que surja en su singularidad”.
Y “cuanto más certeza identificatoria de masa se gana, más subjetividad se pierde”.
El máximo de individualismo – no dividido- se torna en máximo universalismo. Lo que debería sacar del anonimato, hace más anónimos a los sujetos y genera una reproducción en serie masiva como: el conjunto de los drogadictos, el conjunto de las anoréxicas, el conjunto de los fóbicos sociales, el conjunto de los ansiosos generalizados, etc. Son neo-colectivos de conjuntos homogéneos. A partir de la reducción del poder del equívoco en el nombre de lo idéntico son una expresión homogénea al discurso del amo. Son, por eso mismo, una forma histórica-social para compensar la crisis del síntoma simbólico, para intentar hacer existir al Otro como un Uno homogéneo, contrario a la diferencia. La pregunta es ¿cómo proceder en estos grupos? – que se sostienen en esta lógica de identificación colectiva que otorga al sujeto una cierta identidad y –¿por qué no?- una integración en la sociedad. ¿Cómo intervenir para producir una división subjetiva orientada a “transformar la necesidad de lo idéntico en la contingencia del equívoco”? ¿Cómo producir un síntoma que no sea sólo social, que esté subjetivado y por ello mismo que indique no un rasgo común sino la verdad del sujeto?
En las presentaciones clínicas de la época a las que estamos haciendo referencia, monosintomáticas, domina lo mismo, no lo Otro; instituyen lo mismo en el lugar del Otro y son los soportes de una identificación imaginaria. Es, como señalamos, la tendencia de la época a “simetrizar” lo mismo en lo Otro.

Tratamiento en dispositivos grupales. En los dispositivos grupales a implementar en los tratamientos la apuesta no es a lo idéntico sino al equívoco, al malentendido - la función del inconsciente. Hay que hacer un tratamiento preliminar de la identificación; sin equívoco solamente hay segregación, asociación uniforme de lo mismo. Una y otra vez, señala Recalcati, que los monosíntomas son una metáfora social. El drogadicto o la anoréxica, para dar sólo dos ejemplos, son sostenidos por el Otro social que sustituye las demás identificaciones del sujeto por una sola, única, Una. Y el problema es que el sujeto se reconoce en ella de un modo absoluto - de ahí que es una falsa metáfora del sujeto, es una imagen-signo.
Pero en el primer tiempo del dispositivo grupal es necesario asumir la metáfora social – porque de lo contrario no vienen, ya que no piden asistencia desde otro lugar que no sea el de la segregación, tal como constatamos una y otra vez quienes nos dedicamos a la práctica clínica. Es un producto de la época y como tal hay que acogerlo, pero para ejercer sobre esa metáfora social lo que Recalcati llama la metonimia grupal. Por eso en un primer tiempo del grupo el monosíntoma no es cuestionado, sino confirmado – es su condición de ingreso. “El grupo es como un cebo -en este momento- arrojado al mar de la identificación de masas del que se alimenta el monosíntoma en la época del discurso capitalista”. Pero el grupo se sostiene en el deseo del analista “para intentar taladrar esta ontología de lo mismo”, mediante la metonimia grupal. Es para introducir el poder del equívoco en lo idéntico – la disyunción enunciado/enunciación, lo que excede de la significación en lo que se dice, la no identidad del sentido consigo mismo. Es el segundo tiempo del dispositivo grupal, en el cual el grupo activa la metonimización de esta falsa metáfora, de esta metáfora social pero no subjetiva, de la identificación social al síntoma. Lacan, en el seminario XI, “Los cuatro conceptos…”, contrapone la imagen del inconsciente como nasa frente al inconsciente como alforja. La nasa es la red de pesca; es una figura topológica del inconsciente como deslizamiento, apertura-cierre-apertura, frente al inconsciente-alforja, que es un lugar cerrado en su interior en el que se puede entrar desde afuera. Así, el grupo es presentado como carnada que permite entrar en la nasa; pero lo importante no es lo que entra, sino lo que sale: “la posibilidad de salida de los presos de la cárcel de lo mismo”. El ingreso – la entrada- se hace por el pedido de ayuda a un Otro que reconoce a los sujetos a partir de un rasgo en común. Y al principio, la transferencia es con la institución – centro de tratamiento para adicciones, centro para transtornos de la alimentación, para jugadores patológicos, etc. Es así que al comienzo, estos grupos se presentan como consolidados, consistentes, imaginariamente inflados como un conjunto que se define por su pertenencia, su inscripción en el Otro social grupal que garantiza lo mismo. Recalcati plantea una cuestión preliminar a todo tratamiento grupal posible correlativo a la transición del “gran” grupo-masa que se constituye al ingresar a una institución, al pequeño grupo. Estas cuestiones son tributarias de dos lógicas diferentes; por un lado, la de la institución, que unifica e identifica, y por el otro, la del grupo, cuya función -desde esta referencia- , es separar y des-identificar – el grupo puede poner a trabajar en transferencia el fenómeno de masa de la identificación al monosíntoma. Pero atención, el grupo es también un lugar que favorece las identificaciones imaginarias y es función del analista que lo coordina operar en dirección a vaciar la identificación al rasgo idéntico. Recalcati propone una evolución del tratamiento en dispositivos grupales por fases. En primer término, al inicio, está la fase “alforja” (a la que hicimos breve referencia) donde prevalece el poder de lo idéntico, la identificación imaginaria, la convergencia de I (ideal) con a (objeto).
Del grupo se sale uno por uno, no todos juntos, de acuerdo a tiempos lógicos – no cronológicos. Refleja la no coincidencia de lo mismo: no-todos a la vez, no-todos juntos, no-todos en el mismo momento. Otra manera de decirlo es que el síntoma se desintoniza del yo y se hace egodistónico – en este pasaje de lo idéntico al equívoco.
El encuentro-desencuentro con este real puede reconducirse a una segunda fase: la fase “nasa”, donde lo que se juega es el deseo del analista, encaminado hacia una diferencia absoluta y que trabaja para “remover las aguas estancadas y mortíferas del narcisismo identificatorio”.
Recalcati formula una tercera fase del dispositivo grupal que se caracteriza por la producción de una metáfora diferente a la consolidada por el discurso social -es el resultado de la metonimia grupal sobre la metáfora social. Se trata del tiempo de constitución de un síntoma como metáfora del sujeto y que proviene del equívoco del significante. Una metáfora no social, sino del sujeto, que solamente es posible desde el interior, como captura desde el interior de grupo como nasa.

Monosíntomas contemporáneos y segregación
Los monosíntomas de nuestro tiempo se producen en forma epidémica – masivamente- y constituyen síntomas sociales, no subjetivos. No dan lugar a lo particular irreductible del sujeto que se da en oposición al universal del programa de la cultura. Agrupan sujetos anónimos bajo rasgos identificatorios. En lugar de propiciar lo singular del sujeto sostienen lo homogéneo de lo Uno, que es homogeneidad imaginaria. Es expresión del efecto de la crisis de la función universal de la identificación vertical al ideal con sus coordenadas edípicas. Es así como el ideal del padre se muestra en su declive - ya señalado por Lacan en su trabajo sobre la familia (1938) en el cual hablaba del ocaso de la imago paterna. Frente a esta declinación de los ideales, lo homogéneo es lo Uno de lo idéntico como rasgo que aúna. Y es precisamente la identificación a lo Uno lo que diferencia la segregación clásica -de la que habló Foucault- con la de nuestra época. La segregación clásica excluye lo no homogéneo de aquello que según la norma es una desviación. Es, en rigor, segregación de la alteridad del Otro respecto a lo mismo. Es por eso que Foucault reconoció en el psicoanálisis una función de-segregadora: el Otro se afirma como discurso del inconsciente. La segregación clásica produce encierro, exclusión, aislamiento, exterminación de la diferencia del Otro, pero solamente en su separación sin contactos de lo Uno. Es, en la práctica, expresión de lo mismo que en su constitución produce la alteridad del Otro como desviación, ruptura, no homogeneidad (puede leerse en el Foucault de la Historia de la locura en la época clásica). Los esfuerzos que llevó a cabo Bassaglia en Italia en pro de la des-manicomialización se inscriben en esta línea ¿cómo reintegrar al excluido en el tejido social?, ¿cómo puede la ley de lo Uno garantizar el derecho del Otro?
La segregación contemporánea conlleva en su seno una exigencia interna de lo mismo. No se trata de desviación ni de amenaza de subversión. El declive del ideal afecta la función de la norma edípica en la que se funda para Freud el superyó que garantiza la identificación social y, por eso mismo, una regulación standard del goce. Es que la crisis del Otro simbólico pone en cuestión las soluciones standard, es decir, hace tambalear la regulación de lo real del goce por medio de las normas. Lo particular ya no está coordinado/comandado por lo universal (edípico) del discurso. Lo homogéneo no se opone entonces a la alteridad del Otro sino como reserva particular de lo Uno. No se trata ya de lo Uno como lo Uno de la norma: es lo Uno de la identidad auto-segregada de lo mismo. No se rige ya por la exclusión, sino por la integración de lo Uno homogéneo. Sin embargo se trata de un Uno parcelado, fragmentado. Es por ejemplo, el Uno homogéneo de los escenarios abiertos de consumo de drogas en Zurich para toxicómanos marginados, que no son rebeldes ni subversivos, sino dominados por el goce narcisista de la sustancia, goce regulado por el mismo discurso social como empuje generalizado al consumo. Es un lugar para los sujetos de lo Uno neo-segregado. Es también una manera de ver cómo este Uno se multiplica pero sin admitir realmente lo diferente de lo múltiple; el Uno se multiplica en la forma de lo mismo. Es el colectivo serial que anonimiza lo particular haciéndolo serie (referencia a Crítica de la razón dialéctica de Sartre). Es una segregación sin exclusión de la alteridad del Otro (referencia a Foucault) sino a través de la identificación homogénea con lo mismo. Es un exceso de identificación y no una práctica de exclusión.

El equívoco y lo mismo. El psicoanálisis como práctica no refuerza lo mismo; el inconsciente como discurso del Otro puede irrumpir y producir efectos que sorprenden. Es de este modo como lo mismo de lo Uno puede ser separado a partir de la imposibilidad del yo de administrar los efectos de sentido que se producen por la articulación significante y que va más allá de la intencionalidad. La asociación libre es la introducción al equívoco y de su poder de erosión de la identidad de lo mismo en la rotura aleatoria de lo homogéneo. Lo aleatorio no es lo mismo, no es el automaton de la serie sino el encuentro con la diferencia, con lo real. Es el evento de la tyché, el encuentro con la sorpresa, con el acontecimiento que irrumpe en lo continuo de lo homogéneo. Es la contingencia como no asimilable a lo homogéneo de la necesidad.

Grupos monosintomáticos. En los que domina lo homogéneo de lo mismo. ¿Cómo introducir allí lo aleatorio? Son grupos que se caracterizan por el “yo también” de la especularidad recíproca, de la identificación al otro, unificando la diferencia en la homogeneidad de lo mismo. Es lo mismo reflejado en el otro. Y es a través de este “yo también”, o “a mi me pasa lo mismo que a vos” que se logra captar o que se consigue atraer un pedido de tratamiento. Es lo que se abre hacia el “nosotros” grupal, hacia la identificación imaginaria, como síntoma idéntico significado, como mismo tiempo de tratamiento, como todo lo mismo. Es que en el discurso social el mismo síntoma como insignia permite una identificación que le da un nombre al sujeto: somos todos X iguales, la misma cosa. La identidad de X se pone en el lugar del sujeto; metáfora social que unifica sujetos diferentes bajo un S1 que anonimiza en la medida que identifica. Hay que registrar esto de entrada y aceptar de forma preliminar esta lógica. El trabajo del analista del grupo se orientará a la división subjetiva, a producirla permitiendo al inicio el engaño de la identificación anónima de lo mismo, de su poder unificador y anti-división.

Grupos y dispositivo grupal. El ser del grupo es distinto a la función del grupo. Ser del grupo implica la identificación de lo mismo, lo homogéneo, del “yo también”, y el síntoma integrador – no particular- , se trata del ser de la masa. La función del grupo no se reduce al ser del grupo y trata a la identificación de masa. Es separadora de toda demanda, que es “deseo de la diferencia absoluta”, como dice Lacan, de separación de lo particular del sujeto y del ideal del Otro – separa I de a, contrariamente a la hipnosis o a la identificación de masas que juntan I con a.
Observamos una primera identificación grupal a la insignia social del monosíntoma. Una vez que el grupo comienza a funcionar se pone en juego una segunda identificación; se trata de la identificación al “nosotros” que ya es una suerte de filtro respecto a la identificación de masa social inicial. “Nosotros”, implica un narcisismo de equipo que alivia al sujeto de la identificación del comienzo. Es tranquilizadora, es lo terapéutico de estar en el grupo. Es un efecto de reinscripción en un lazo social posible. Antes de este momento la identificación monosintomática era una nominación anónima, social. La segunda identificación es una versión actualizada de identificación colectiva y la pertenencia al grupo libera del aislamiento de la primera identificación. Su resultado es que esta alienación segunda no rompe el lazo social sino que lo consiente aliviando la angustia. En no pocos casos es lo que detiene y se opone a la deriva mortífera del sujeto. Se trata del grupo como sinthome, como nuevo anudamiento para el goce; el grupo funciona como nuevo partenaire, situado entre el sujeto y el empuje a un goce sin límite hacia lo mortífero. En estos grupos que trabajan desde la referencia del psicoanálisis no se implementa un uso del cuerpo, de técnicas corporales – nos referimos a un uso representativo del cuerpo. Todo pasa por la palabra como único medio. Sin prescripciones ni programas de rehabilitación cognitivo conductuales. Es cura por la palabra. Y este forzamiento de la palabra es un forzamiento del Otro. Es lo que permite rehabilitar la alienación significante. La circulación metonímica de la palabra en el grupo es opuesta a la inducción holofrásica del monosíntoma. Por lo cual se opera una transición de la metáfora social a la metonimia grupal. Es pasar de lo Uno del ideal a una pluralidad que erosiona el Uno. Es la primera manera de perforar la homogeneidad imaginaria del grupo monosintomático y abrir la dimensión aleatoria del encuentro. Es necesario plantear que la metonimia va más allá de las intenciones individuales y posibilita un efecto de sorpresa que descoloca a lo mismo. Es así que el efecto psicoanalítico se hace desde el interior (topológico) de lo mismo. Se intenta por la vía grupal de operar hacia la extracción -de la homogeneidad falsamente monosintomática de lo universal- de lo particular subjetivo. Las intervenciones del analista dan más valor a lo que no coincide frente a lo que coincide, a lo diferente que a lo igual, a la centrifugación metonímica que a la identificación de lo Uno al Otro, y se orienta hacia una captación de lo particular del sujeto.


1 Clínica del vacío. Anorexias, dependencias, psicosis (2003), Ediciones Síntesis, Madrid.
Massimo Recalcati reside en Italia y es fundador de “JONAS Centro de investigación de nuevos síntomas”.