miércoles, 24 de octubre de 2012

Boletín Número 21 - Octubre 2012


Boletín del Centro de Día Carlos Gardel
de Asistencia en Adicciones 
Publicación sobre prevención, asistencia, investigación,
capacitación y políticas públicas en drogadependencias
 Número 21 – octubre/2012                                                 Ciudad Autónoma de Buenos Aires
  “Su propuesta es inaugurar un ámbito de información, participación, intercambio y pluralidad de opiniones con y entre profesionales del ámbito público dedicados al campo de las drogadependencias”. 


Estimados lectores: incluimos en este número del boletín un texto de Carolina Collado y otro de Mario Kameniecki. El primero, es un trabajo elaborado por una asistente a uno de los seminarios organizados por el centro que toca diferentes puntos articulando aspectos teóricos con recortes de casos. El segundo, es un adelanto de un trabajo más amplio sobre los problemas que encontramos en la clínica de la época y que plantea algunas de las razones de los fracasos en las maniobras de alojamiento u operaciones de inclusión que constituyen las condiciones para un tratamiento.  

Contenidos

por Carolina Collado

por Mario Kameniecki


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Este Boletín está editado por el equipo profesional del Centro Carlos Gardel del Área Programática del Hospital Ramos Mejía.
  
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ISSN 1851-3344

La mirada psicoanalítica sobre los consumos problemáticos o Consumos problemáticos ya es una mirada psicoanalítica


Lic. Carolina Collado



“…no es a través del sueño de un orden natural (…) que podemos orientarnos. Este sueño, es el de un uso de la ciencia que trata de reducirnos a la biología, que se puede descifrar a través de la patología de estos cuerpos”1.

Eric Laurent
Introducción

Hoy con el avance de la biopolítica tenemos una respuesta de orden de lo natural en los llamados trastornos. Se trata de diagnósticos que hacen un ordenamiento del padecimiento, y cuya consecuencia es un tratamiento desde la medicación y/o adaptación. Desde este discurso se producen efectos de segregación que atraviesan los agrupamientos sociales. Es desde esta perspectiva que me interesa abordar la problemática. Teniendo en cuenta al psicoanálisis como una respuesta diferente en relación a lo planteado; como un abordaje distinto de la ciencia que intenta reducirnos a la biología o de la homogeneización de los modos de gozar presentes en la segregación.

Biopolítica

Para retomar brevemente el concepto de biopolítica, me interesa plantear desde Foucault, que se trata de cómo el estado, incipientemente a partir del siglo XVIII, incluirá entre sus cuidados el de la vida de la población, lo que llevará a esta transformación de la política en biopolítica.

Foucault propone otra mirada de la biología, diferente a la de la biopolítica, su mirada es en relación a la anomalía, al error; haciéndolo intrínseco a la vida misma, vida y error. Refiere: “es porque el error todavía constituye no el olvido o la postergación de una realización prometida, sino una dimensión propia de la vida de los hombres2”. ¿O acaso la vida humana puede ser concebida en términos de costos y beneficios?


No hay lo natural

En relación a este supuesto “orden natural”, es leído lo que hace ruido, lo que cae “fuera del programa3”, como lo denomina Laurent en “El revés del trauma”, fuera de lo programado/programable. El denominado “disorder”, que es la manera de llamar al trastorno en inglés, con esta acepción que muestra el fuera de orden, natural, podríamos agregar. Es así como, desde esta perspectiva por ejemplo, en relación a las adicciones, puede no plantearse como problema el consumo de cocaína, a quien el objeto le permite una mayor productividad laboral. Se trataría en este último caso de una respuesta acorde al programa de la época.

En el manual DSM IV se puede ubicar el conjunto de los trastornos inducidos por sustancias. Detallados y separados, ahí donde lo presente en la clínica es un uso heterogéneo de sustancias múltiples o bien un corrimiento en el consumo de las mismas. Esto último señala lo fallido del intento de ubicar en la sustancia el poder de la adicción, ahí donde la ciencia forcluye al sujeto en la relación con su modo de gozar. Es sabido que la dependencia física y la abstinencia verdadera solo se pueden pensar en el alcohol y los opiáceos. ¿Qué es precisamente lo que se tiene que poner en juego en el tratamiento de pacientes con consumos problemáticos? Aún en estos dos casos, distinguir el modo de vinculación de la sustancia es central.

Su contraparte, en el intento de los sujetos de la época por orientarse por la clasificación. Y una clínica que rompe con esto, la apuesta desegregativa que al tener en cuenta el umbral mínimo de exigencia en la modalidad del tratamiento, tomando este rasgo que unifica que es el modo en que se presentan los individuos, pero teniendo presente el goce allí en juego.

Ahora bien, si tomamos las sustancias psicoactivas: drogas, alcoholes, psicofármacos y productos industriales. Siempre hubo de estas sustancias, la diferencia se encuentra en ubicar que no siempre hubo drogodependencia o consumo problemático, indica un cambio en los modos de gozar. Entonces es diferente el consumo o uso simple de sustancias a el uso problemático, drogodependencia u operatoria del pharmakon.

Por otro lado, muchas veces se intenta presentar un “antecedente hereditario”, o de predisposición, como una capacidad de ser adicto. La respuesta cae nuevamente en un orden natural, en este caso la herencia, borrando de plano cualquier pregunta por la subjetividad en juego. En este sentido Laurent4 plantea que “la insistencia de los analistas por transmitir que no se trata de factores biológicos genera un odio terrible”. En tanto la mirada psicoanalítica al plantear que no se trata de que los trastornos tienen una inscripción en el cuerpo, sin ninguna mediación con el Otro.

Por el contrario y en palabras de Silvia Quevedo “Será preciso situar la función de cada montaje si se trata de una problemática neurótica destinada a evitar la angustia, a cancelar el conflicto psíquico, por ende la división subjetiva (montaje de suplemento), o si el montaje ocupa el valor de una función compensatoria imaginaria en la psicosis, o una falta de elaboración del cuerpo pulsional o para suplir una parcial apertura del goce (suplencia narcisista), para luego pasar a ubicar el valor enigmático que ocupe en la singularidad de cada quien”. Por eso se trata de una clínica transestructural, ya que el montaje de la adicción no es una estructura en sí misma.

Respuestas a la angustia presentes en la época según Guy Trobas, ya no regidas por lo simbólico en tanto el síntoma, sino más del lado de la inhibición (imaginario) o pasaje al acto y acting out (real). Agregaría la sustancia, en tanto real. No es casual el acting y el pasaje al acto, tan presente en esta clínica.

Por otro lado, aunque el pedido de tratamiento sea a la manera de que se les quite de modo quirúrgico su problemática con el tóxico, se dirige a un analista, de ahí la apertura a otro juego, el ajedrez freudiano, nuestra oferta se convierte en demanda, pedido del paciente, en relación a un sufrimiento.

Viñetas

Se presenta un paciente al Centro Carlos Gardel con una demanda muy específica, un tratamiento de varias veces por semana, en relación a su consumo de cocaína iniciado hace 20 años. Desde el comienzo de la entrevista, la analista interviene ubicando determinadas cuestiones que ponen a la luz un malestar del paciente que va in crescendo. Estas intervenciones apuntan a poner en cuestión dichos del paciente que una y otra vez lo desresponsabilizan, se ubica fuera del goce en juego.

De entrada la analista capta cierta cuestión del control/descontrol, dicho al pasar por el paciente, ¿De qué se quiere controlar? A lo que responde de los impulsos, los que lo llevan a consumir de vez en cuando. Al preguntar, surge la frecuencia: un consumo que dura más de 24 hrs y es todas las semanas. La intervención allí: no tan de vez en cuando, todas las semanas.

En esta misma línea ubicará una denuncia por violencia familiar, lo que plantea raya el sin sentido, cuestión que no es dejada pasar por la analista. Se obtiene casi una confesión que no se articula a ninguna pregunta o algo de la culpa, sí aparece más que una excusa una definición: cuando consumo no soy yo, soy celoso y agresivo. Entonces ahí la intervención sostiene que la droga no tiene ese poder.

En relación a este modo de presentación, la pregunta es por la estructura en juego ¿Se trataría de una perversión? No se escucha la irrupción de goce proveniente del Otro propia de la psicosis, ni se trataría de la censura de la represión o del pudor en juego en el relato de las escenas, presente en la neurosis. Ni tampoco, muy común en esta clínica, el presentarse a confesar todo dejando al analista en un lugar de depósito. Antes bien, contribuye a la puesta en escena perversa, en este paciente se ve claramente en un momento en donde el analista capta en el discurso y devuelve en forma de pregunta, si el consumo es llevado a cabo delante de menores.

Había realizado tratamientos anteriores en instituciones relacionadas, los cuales abandonó, y refiere no creer en los lugares de internación. Al cierre de la entrevista la analista propone una derivación a un lugar más adecuado para la problemática de este paciente en este momento, ahí irrumpe el descontrol, esta vez no es efecto de la sustancia. No admite la derivación, quiere ser atendido en la institución bajo sus condiciones, ubicándose en el paradigma de la época, en tanto la demanda de atención ya y bajo sus condiciones, en la línea del yo lo merezco.

La segunda viñeta se trata de un adolescente, quien plantea venir porque se pelea con su familia y consume. Es interesante el planteo, de entrada algo más que el consumo, las peleas familiares. Aunque rápidamente aparece un no pasa nada, somos así, es mi mamá la que quiere que venga.
Ahora bien, las peleas son por la denuncia del paciente sobre el consumo de su hermano, ahí donde ambos salieron de una internación. Es claro en relación a este caso el corrimiento de las sustancias, en tanto plantea que antes de ser internado consumía pasta base y cocaína para pasar a consumir marihuana luego de la internación. Aludiendo a su vez que volvió a probar todo cuando salió y decidió continuar solo con esto y que consume cuando tiene o le regalan. El corrimiento de las sustancias, que no es una escalada.
La encrucijada, el momento de comienzo del consumo, dos años atrás al conocer a su padre, por decisión de su madre “nos convidó pasta base, a los tres meses se murió y se me hizo diario”. Le Poulichet plantea la cancelación del tiempo: narcosis en la vigilia, que incluye el momento en que comenzó el consumo o se hizo problemático, parecería tratarse de esto aquí. Por otra parte parecería tratarse también de un rito de iniciación. Llama la atención además, que en relación a la internación que refiera “le dije a mi mamá que me quería internar”, ¿Qué demanda a esta madre?

En la entrevista se mezcla lo que le pasa a él y lo que hacen sus hermanos, donde lo mismo que lo enoja, luego refiere que él lo hace. “Siempre fuimos muy unidos, saltamos uno por el otro” ¿Cuál es la comunión de estos hermanos? El mismo inicio de consumo, el mismo momento de internación, la misma problemática con la ocupación. Y la demanda a esta madre que responde consiguiendo trabajos y lugares de internación.


Conclusión
Para concluir, la mirada del psicoanálisis marca una diferencia. Ya presente en Freud, al poner al trabajo lo que no es tomado en cuenta por las otras ciencias del momento: sueños, fallidos, olvidos, etc; en relación a lo singular de estas producciones. En concordancia con Foucault el error en relación a la vida.

En esta vía, si el síntoma social es en relación a la época y nos atraviesa en los modos de goce, no es un para todos igual. Más que nunca se trata de la singularidad, del sujeto. El psicoanálisis es una experiencia subjetiva. Y hablamos del sujeto que Lacan subvierte. No se trata del sujeto como una unidad en relación a sus funciones psíquicas, como puede serlo para la psicología; tampoco de un sujeto a abolir como propone la ciencia; ni del sujeto absoluto de Hegel. Sino de la división del sujeto.


1 LAURENT, E: “Conferencias de Eric Laurent. Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales”. En EricLaurent, Graciela Musachi, Guillermo Belaga en Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales., Bs. As., Grama Ediciones, 2007.

2 FOUCAULT, M: “La vida: la experiencia y la ciencia” . En GIORGI, G y RODRIGUEZ, F: (Compiladores): “Ensayos sobre Biopolítica. Excesos de vida”. Bs. As., Paidós, 2007.

3 LAURENT, E:) “El revés del trauma” en Ornicar digital nº 204, 2002.

4 LAURENT, E: “Conferencias de Eric Laurent. Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales”. En EricLaurent, Graciela Musachi, Guillermo Belaga en Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales., Bs. As., Grama Ediciones, 2007.



Bibliografía
  • COLETTE, S: Sobre la segregación. Publicación del T y A. Año 1995.
  • GIORGI, G y RODRIGUEZ, F: (Compiladores): “Ensayos sobre Biopolítica. Excesos de vida”. Bs. As., Paidós, 2007.
  • LACAN, J: “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” en Escritos 2. Siglo XXI Editores, 1975.
  • LAURENT, E: “El revés del trauma” en Ornicar digital nº 204, 2002.
  • LAURENT,E: “Conferencias de Eric Laurent. Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales”. En Eric Laurent, Graciela Musachi, Guillermo Belaga “Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales”., Bs. As., Grama Ediciones, 2007.
  • LE POULICHET, S: “Toxicomanías y Psicoanálisis. Las narcosis del deseo”. Amorrortu editores 1990.
  • QUEVEDO, S: Tratamientos de usuarios de drogas, con criterios de umbral mínimo de exigencia”. Inédito.
  • QUEVEDO, S: “Lazo social o segregación: el recurso de las drogas” en “Clínica Institucional en toxicomanías. Una cita con el Centro Carlos Gardel”. Ed. Letra Viva. Año 2006.
  • STEVENS, A: La errancia del toxicómano. Texto escrito a partir de una intervención en las Jornadas de Aniversario de Enaden en noviembre del 2002. Publicado en Quarto Nº 74, Revue de psychanalyse, École de la Cause Freudienne. Traducido al castellano por Esmeralda Miras. Inédito.
  • TESTA, A: “El psicoanálisis y los tratamientos de las adicciones”. El Psicoanálisis y los tratamientos de las adicciones. Sobre el límite de la práctica”. Conferencia Ciclo IOM , La Plata.15/8/2008.Inédito-
  • TROBAS, GUY: “Tres respuestas del sujeto ante la angustia: inhibición, pasaje al acto y acting-out””. En: AA.VV. NEL-Miami Logos 1. Seminario dictado en la NEL - Miami el 6 de abril de 2002. Editorial Grama. Año 2003.


Algunas ideas sobre las dificultades para un tratamiento posible en los CP de drogas


Mario Kameniecki1

En lo que sigue intentaremos abordar algunas cuestiones vinculadas a los fracasos en la posibilidad de iniciar un tratamiento en el campo de los consumos problemáticos de drogas; lo haremos de una manera un tanto condensada, como aproximación, siendo que estas ideas forman parte de un trabajo más extenso que toca no solo los problemas relacionados al consumo de sustancias sino a los de la clínica contemporánea.

Los que trabajamos en ámbitos institucionales que en su entrada exhiben un cartel que lleva la inscripción centro de tratamiento para las adicciones, u otra parecida, sabemos que las personas que buscan atención lo harán orientados por ese nombre, el nombre de lo que podemos denominar con otros autores, clínica monosintomática. Así, cada vez que alguien accede a un centro con ese tipo de nombres se refuerza, por así decir, su pertenencia al colectivo “adictos”. Pareciera algo inevitable. Pero, aunque no es este el aspecto del que nos ocuparemos aquí, no deja de vincularse con algunos de los puntos que siguen, ya que esto no es otra cosa que la autosegregación contemporánea de lo mismo.

Cuando recibimos a alguien que nos consulta por sus problemas con el consumo de sustancias, en general, nos encontramos que lo que trae en su pedido no constituye un síntoma – en el sentido que tiene para el psicoanálisis. No aparece de entrada en su discurso algo que no sepa, que desconozca, que ignore, o que escape a su entendimiento, sobre el motivo que lo lleva a consumir o a no poder cesar en el mismo; no surge algo que pueda hacer pensar en un enigma, en una dimensión de desconocimiento -una dimensión inconciente- que pudiera estar en el origen o en el devenir de su consumo que se ha tornado para él en problema. Habitualmente se trata de algo que les molesta, hasta cierto punto, pero que también los satisface. Piden a menudo una intervención casi quirúrgica de quien los escucha, algo así como: “me puede sacar esto, y que no me duela?”. Entonces, si preguntamos por qué no pueden dejar el consumo responden “porque soy adicto”. Ahora bien, es necesario aclarar que esta respuesta es independiente de las categorías ya clásicas de uso, abuso y dependencia, ya que estas personas no siempre responden a los criterios de adicción – es decir de dependencia- , de acuerdo al DSM. Por lo cual, tenemos que pensar que la impronta del nombre adicto, tiene un peso importante en este campo de problemas. Es algo que, no pocas veces, otorga un lugar en el Otro, lo cual no es poca cosa en nuestra época. Convengamos además, que se trata en estos casos de una forma o modalidad de goce – propia de nuestro tiempo- que no pasa por el Otro sexo, por el partenaire sexual, que saltéa el intercambio con el Otro, y que no cuenta con el soporte del fantasma.
Pero así como se presentan sin síntoma –es decir, el consumo de drogas no es un síntoma (formación de compromiso)- , por lo cual no queda para nada claro de entrada cual es la demanda, tampoco les resulta sencillo entrar en o establecer transferencia. Y este es un problema clínico de peso, ya que sin transferencia es difícil, por no decir imposible, que algo del psicoanálisis pueda operar. Falta aquí la triada de la neurosis: síntoma-demanda-transferencia. Desde que leímos a Massimo Recalcalti2 que trabaja este tema de manera clara y precisa entendemos que la cuestión preliminar - forma parte del nombre de su texto que correlaciona a “De una cuestión preliminar…” de Lacan con los problemas de los síntomas de la época - tiene bastante que ver con esta clínica, es decir, que hay algo en estas presentaciones que nos evocan en ciertos puntos a la psicosis – más allá que se trate o no de esas estructuras clínicas (volveremos sobre esto). Hay algo en estas modalidades de presentaciones clínicas – y no olvidemos que Recalcati, además de otros autores, hablan de “nuevos síntomas”, o “nuevas presentaciones clínicas”, para referirse a una serie de problemas actuales que, entre otros, incluyen a las toxicomanías- , que nos hacen pensar que no son reductibles a la lógica del síntoma neurótico, en el cual quien consulta, a menudo, puede ubicar cierto punto de desconocimiento en su padecimiento, que esto implique una demanda y que busque un saber supuesto a un sujeto – habitualmente, dirigidos a quien consulta.
Estas modalidades clínicas nos hacen pensar más en la psicosis que en la neurosis, o también en las neurosis que Freud llamó actuales3 (diferenciándolas de las de transferencia). En esta clínica – en estas presentaciones- no encontramos la dialéctica de la represión y el retorno de lo reprimido, no hay tampoco asociaciones que remitan a contenidos inconcientes, y el sujeto no tiene mucho para decir, excepto, en general... lo que le pasa en relación al consumo.

Varias son las cuestiones que abren estos puntos. Si un sujeto no consulta por un síntoma, ¿por qué consulta? Si un sujeto no establece transferencia, ¿cómo operar desde las referencias del psicoanálisis? Si no hay demanda, ¿qué podemos hacer? Estas, y tal vez otras, son preguntas que se nos imponen aquí. Pero en esta clínica en lugar de síntoma, hay angustia.
Recalcati propone – en un contrapunto entre lo que llama clínica de la falta y clínica del vacío- algunas operaciones preliminares de alojamiento, de inclusión. Son previas a la posibilidad de un tratamiento, pero, hay que decirlo, son sus condiciones de posibilidad, y confluyen en lo que él llama rectificación del Otro.
Este autor también ilustra y explica lo que se opone a ellas – a esas condiciones de posibilidad. Trataremos de avanzar algo más, precisamente en esta dirección; intentaremos dar cuenta de algunas de las razones que a veces hacen que las operatorias de inclusión en algunos sujetos no funcionen, fracasen.
Se solía escuchar hace algunos años a colegas que decían que muchos de estos sujetos con problemas de adicción no tenían demanda por lo cual no era posible un tratamiento desde el psicoanálisis. Esto daba cuenta del registro de aquello que estamos desarrollando. Ya hemos dicho que no pocas veces nos encontramos con este panorama y sin embargo intentamos realizar algunas maniobras de alojamiento apostando a un tratamiento posible. No obstante, a veces no dan resultado y no son pocos los que se interrogan – los que nos interrogamos- al respecto. ¿Habré hecho lo correcto? ¿Habré hecho lo suficiente para que el que consulta se quede? ¿Habré hecho algo mal por lo cual el paciente abandonó en las primeras entrevistas? Tampoco es inusual escuchar en estos ámbitos que todo el peso de los fracasos recaiga del lado de quien consulta: esta persona no quiere responsabilizarse por su goce, no quiere implicarse en sus actos, y otras expresiones por el estilo – que no dejan de tocar ciertos puntos de verdad. Es decir, nos encontramos con los dos extremos: o la responsabilidad del fracaso es del analista o es del paciente. Estas y otras cuestiones son elementos de la clínica cotidiana de quienes trabajamos en este campo. Pero veamos algo más de estas dificultades – remito a quien esté interesado al texto de Recalcati- que obstaculizan la transferencia y limitan o no permiten cierto cambio de posición respecto a la que presentan, o a cómo se presentan cuando llegan, para que un tratamiento pueda tener lugar.

Podemos decir que a estos sujetos les resulta difícil salir de una posición de acting out –el consumo, y lo que este conlleva, es una modalidad de acting, de acción- , en la cual están más del lado del objeto; aunque no se trata del objeto como caído, como eyectado, ya que en el acting out se conserva la escena (imaginaria). Se trata que muestran que tienen el objeto, que lo detentan. El problema, de acuerdo a como lo pensamos, es que estos sujetos no pueden ubicar, o colocar el objeto perdido (a) en el Otro; no están dispuestos a cederlo al campo del Otro – única manera de ir a buscarlo, a pescarlo. Única manera también de ubicar el objeto en el lugar del Otro y estar en una posición de “yo pienso” y no de “yo soy” (aunque habría que plantearlo desde la negación como propone Lacan en el seminario la Lógica del Fantasma: o “yo no pienso” o “yo no soy”, desde la reformulación que hace del cogito). Ubicar el objeto en el lugar del Otro, cederlo, implica colocarlo del lado del analista. Lo que se registra en esta clínica es la negativa a dar el objeto, a cederlo, a ponerlo del lado del Otro y así establecer la transferencia –en los dos términos del nivel superior del discurso del analista. Si esto no se logra, si esto no se pone en juego, la transferencia no se establece, ya que el objeto no queda del lado del analista sino que es retenido por el sujeto –que muestra ese objeto en el acting out, o se torna objeto caído– en lo real en el pasaje al acto. Tratar de moverlo de esa posición, intentarlo, es tarea del analista – de quien ocupa ese lugar. La experiencia nos enseña que eso no es posible en todos los casos; que eso depende de la estructura clínica y del momento subjetivo (sincronía y diacronía). Pero esto también está en sintonía con la situación o el estado del discurso en la época. El momento subjetivo podemos vincularlo con la diacronía, con el devenir y con el acontecimiento, siempre contingente. El discurso de la época del Otro deflacionado, devaluado, es solidario ni más ni menos que con el llamado discurso capitalista tal como fuera escrito por Lacan a principios de los años ´70. ¿Y qué particularidad tiene este discurso?
En rigor, que es un falso discurso o un seudodiscurso, ya que no hace lazo social- y esto en sí mismo ya es una paradoja. Si no hace lazo significa que el sujeto allí no se dirige a un otro, sino que está sólo. Sólo con su cuerpo, es decir, con su plus de gozar (Lacan, en Radiofonía y Televisión, dice que nuestra época es la del ascenso al cenit del plus de gozar). Otra manera de decirlo es que el sujeto está solo con el a -y esto se puede entender de distintas maneras. Pero retomemos ahora el punto de los fracasos en el tratamiento y para ello necesitamos recordar algunas nociones brevemente. El sujeto se constituye en el Otro; ¿qué quiere decir esto? Que no tiene elección- o que se trata de una elección forzosa (Lacan)- que se inscribe sólo alienándose en el Otro –operación de alienación. Este es el precio que paga por el acceso a lo simbólico: se aliena. Pero, al tener alienándose en un significante un estatuto en el Otro – lugar del significante- , pierde algo definitivamente. La pérdida que sufre es la del goce – que Lacan llamó a – objeto a. Es decir, al alienarse a un significante para adquirir representación – y sentido- pierde ser. A este ser perdido es al que va a ir a buscar mediante la repetición. La operación del significante, su marca, se ha llevado un trozo del sujeto – que, vía repetición, va a ir a buscar en el Otro (lo que hace al movimiento de la transferencia). Pero esta operación de alienación, de juntura con el Otro, tiene otras implicancias. A veces en el sujeto falla la otra operación constituyente: la de separación. El sujeto se constituye en estas dos operaciones – alienación y separación-, que además se dan cada vez que hablamos. Qué sucede si falla la separación? Una de las posibles consecuencias es que el sujeto queda o permanece congelado, soldado a un significante que no remite a otro para que lo represente. Estamos aquí en la holofrase, el significante holofraseado. En la holofrase S1 y S2 estarían soldados, no hay intervalo entre el par de significantes primordiales – S1 y S2. Lacan en el seminario XI plantea que esto lo encontramos en algunas situaciones (“en toda una serie de casos”, dice): en el FPS, en la psicosis y en la debilidad mental. Nuestra hipótesis, que adelantamos aquí aunque faltaría desarrollarla, es que algo de la constitución subjetiva, es decir de la estructura, se juega en los nuevos síntomas, con la fuerte incidencia de la cultura de la época – el discurso- que conlleva una suerte de demanda que genera una respuesta holofreaseada del sujeto. Es decir, el sujeto responde a la demanda de modo holofraseado. Y además, es como si todos respondieran por igual, homogéneamente, a ciertos significantes del discurso y se tratara de un holofraseo generalizado, cuyo resultado es que no hay afanisis del sujeto. Si el sujeto no está en afanisis – si no desparece- , lo que emerge es el objeto, el sujeto lo detenta, lo muestra o está reducido al objeto – que puede manifestarse por el acting out o el pasaje al acto. En el primer caso se trata de lo que ya mencionamos, las presentaciones clínicas por el acting, en las cuales se torna muy difícil alojar al sujeto – tal vez no sólo por su estructura sino por lo que podemos llamar el momento subjetivo en que consulta – la contingencia- , y en el cual se sustrae mediante una transferencia salvaje (acting) de una transferencia psicoanalítica (neurosis de transferencia). Proponemos la hipótesis del “holofraseo generalizado” como coordenada de nuestra época que funcionaría como una respuesta a la demanda imperativa de goce. Pero dónde la ubicamos? Del lado de la psicosis, de la debilidad o del FPS? – la serie de casos que indica Lacan, aunque aclara que la posición del sujeto es diferente en cada uno de estos casos. Es una tentación situarla del lado de la psicosis – sin demasiados filtros frente a la invasión de goce, o tomada por Recalcati cuando compara la cuestión preliminar; sin embargo podríamos ponerla también del lado de la debilidad – en su dimensión psicótica. Pareciera que en nuestra época, con los nuevos fenómenos de masa (y entre ellos, aunque no únicamente, las toxicomanías), el sujeto se funde en la masa frente a las demandas sociales que las construyen y las ofrecen. Solo con observar lo que sucede con algunos programas de TV que cuentan con teleaudiencias masivas podemos constatar esta respuesta holofraseada en masa que se sitúa más del lado de la debilidad que de la psicosis franca ¿Pero qué implica esta hipótesis de la holofrase generalizada? ¿Que todos los sujetos de la época posmoderna o hipermoderna son débiles? Lacan habló de forclusión generalizada, y también del proletario generalizado – esto último cuando plantea que el único síntoma social es que todos somos proletarios “todos proletarios”, donde toma la antigua definición de proletario: el individuo con su cuerpo (no dice el sujeto), y que se vincula con su formulación del discurso capitalista, aquél que no hace lazo, aquél en donde no hay parejas (amo-esclavo, alumno-profesor, histérica-maestro, analista-paciente), aquél discurso que deshace los lugares, los lugares se han perdido (no tiene disyunciones) y no queda claro desde donde se comanda. Cuando proponemos esta hipótesis de la holofrase generalizada estamos pensando en la clínica de los consumos problemáticos y en la de los llamados nuevos síntomas, pero también en la subjetividad de la época – con los nuevos síntomas que se dan en los sujetos de la época. Tenemos la impresión que tal vez podríamos hablar de una patología de la separación en este campo de problemas, que nos muestra sujetos con respuestas holofraseadas, que no permiten salir de la alienación quedando entrampados en un Otro que no es tal, ya que solamente puede tomar su dimensión Otra en la separación. Por eso se dice que en las toxicomanías se trataría de un goce auto, sin Otro, ya que no habría separación – que es lo que permite pasar por el Otro. Pero volviendo a la pregunta planteada más arriba; ¿entonces se trataría de la época de la debilidad generalizada?, ¿todos débiles? No sostenemos esta formulación, por otra parte inquietante. Sí pensamos que algo de la posición del débil en su dimensión psicótica – tomemos en cuenta la relación simbiótica madre-niño en esos casos- se pone en juego (que como le rectifica Lacan a Maud Mannoni no se trataría de la unión o el pegoteo de sus cuerpos, sino de la falta de intervalo entre S1 y S2 -la holofrase). No es casual que se trate de la tendencia al universal, al borramiento de las diferencias, a uniformar las diferencias en los modos de satisfacción, de borrar las singularidades, que actualmente solamente parecen manifestarse en las excepciones, en las hazañas, proezas (deportivas por ejemplo), o en las barbaries – individuales o colectivas- (que también son signos de excepción, de diferencia). Si resulta evidente que las respuestas subjetivas a las demandas sociales son homogéneas, uniformes (la misma ropa, las mismas marcas de productos, los mismos programas de TV, los mismos lugares para vivir o ir de vacaciones, los mismos consumos, y también… los mismos síntomas). ¿Cómo explicar esta falla en la separación? Lacan, recordemos, en “De una cuestión preliminar…”, propone la noción de psicosis social, a veces, paradojalmente, dice “compatible con el buen orden”. Se trata de psicosis sin fenómenos psicóticos (delirio, alucinaciones), pero que caracterizan de manera patente la subjetividad de la época: una posición que se distingue por una experiencia de ausencia y sentimiento de vacío, de inexistencia, insustancialidad, y anonimato. Desde esta noción, la psicosis, no se reduciría o no se agotaría en la exclusión del Otro, en su rechazo. Es más, parecería que puede asumir formas de asimilación despersonalizada del Otro devaluado de la época, que ya no ofrece ideales, S1 identificatorios. Se trataría de sujetos des-identificados, border - recordemos los trabajos de Kernberg y la noción de borderline, como así también las personalidades como sí, de Helene Deutsch; y si están des-indentificados su consecuencia será la des-implicación, la des-responsabilización. No tendrán deudas – son acreedores, a ellos ese les debe, se lo merecen, etc. Su relación de rechazo al Otro, en rigor es una falsa separación o seudoseparación; en su rechazo a perder el objeto – a cederlo al campo del Otro - , permanecen en una posición de retenerlo, es más de reducirse al mismo, y en los casos más graves, como desecho, basura – el sujeto identificado a la Cosa (como objeto asimilado a la Cosa).
Agregamos que en el contexto de la época del discurso capitalista donde el objeto, o los objetos son de puro consumo, a consumir permanentemente, la dimensión del don desaparece, y el objeto se separa del signo (de amor) – ya que el don es signo de amor- y sólo permanece la dimensión de este goce que no pasa por el Otro, que no es regulado por el significante. Así, vemos una y otra vez, individuos que consultan por esta relación con el consumo de sustancias – plus de gozar breves, cortos, de rapidísima consumación, y reiterados en una repetición constante y permanente. Dicen a menudo que desean detenerse, parar, cesar, pero no pueden – ¿están dispuestos? ¿pueden? A veces no logran desandar el camino del rechazo al Otro; rechazan la pérdida del objeto que implica la mortificación del significante, por lo cual rechazan así toda posibilidad de duelo, de un trabajo de duelo. Para que pueda haber duelo tuvo que haber castración. Estos sujetos la rechazan – como el discurso capitalista que la forcluye.

En resumen, vemos en los fracasos para establecer transferencia y hacer posible un tratamiento en personas con consumos problemáticos, algunas condiciones que dificultan, obstaculizan y pueden hacer fracasar su alojamiento. Las hemos puntuado brevemente tratando de aproximarnos a lo que estaría en juego en estas dificultades. Proponemos la holofrase como uno de los modos de respuesta del sujeto ante las demandas del discurso de la época – imperativos, o diríamos también, imperativos imperialistas- , con su mercado de objetos- productos a consumir; holofraseado que sitúa al sujeto en una posición de objeto, sin posibilidad de representación ante otro significante, y por lo tanto sin acceso a la metaforización (sustitución). Esta mostración o reducción al objeto – que, como ya señalamos, puede adquirir la modalidad del acting out o del pasaje al acto- pone de manifiesto la dificultad para ceder, ubicar el objeto en el Otro. El sujeto parece no poder renunciar a su negativa a inscribirse en el campo del Otro a cambio de una pérdida de ser – y de goce. Esta negativa a pasar por el Otro lo deja prácticamente pegado a un Otro que no es tal – como Otro simbólico-, sino que deviene Otro del goce, y el sujeto paga el precio al reducirse a objeto – el objeto no está perdido sino que se encarna en el sujeto.
Entendemos la holofrase como un modo de respuesta del sujeto; en la misma, no desaparece detrás de un significante (S1), sino que, la cadena desaparece como tal y el S1 está pegado al S2, por lo cual no hay intervalo – en el cual se aloja el objeto- y es el sujeto que por no estar en afanisis el que se hace o se reduce a objeto.
Pero hay que decir que en las presentaciones clínicas de la época, aún en las no afectadas por el consumo problemático de sustancias, es decir que no recurren a prácticas ni técnicas químicas, nos encontramos a menudo con sujetos en que se registra una suerte de “patinaje” – no se nos ocurre otro término para expresar cómo el significante patina, se desliza sin tope, no cesa de desplazarse, no funciona el punto de almohadillado o es deficitario. Son sujetos en los cuales la palabra carece de valor de pacto, el Otro no les significa ninguna garantía. Pueden decir algo y desmentirse al rato. Su decir no tiene consecuencias. Nos revelan, entre otras cuestiones, cierta posición ética que muestra a las claras su relación con lo real del goce, su rechazo a la castración y su negativa a cualquier trabajo de duelo; en cierto modo constituyen posiciones neuróticas que están más cerca de la holofrase que de la dialéctica de lo reprimido y el retorno de lo reprimido (metáfora). Se hace patente un rasgo del ser hablante, muy acentuado en la época del discurso capitalista, en la cual observamos una tendencia orientada a alejar el riesgo del deseo y preferir estar al amparo de un goce asegurado que pueda taponar la falta en ser de la existencia y de su contingencia. Lo pensamos como una cierta manera de evitar el duelo, rechazarlo, que en lugar de caer en la melancolía tiene como efecto una disolución del deseo en un goce desobjetivado, anónimo, ordinario, masivo, no en pérdida – que Lacan articula en el discurso capitalista. Se trataría allí de un problema en la operación de separación, quedando el sujeto alienado en el Otro en un holofraseo - a veces de difícil salida. Por último, cabe preguntarnos si la holofrase no sería un nombre de la forclusión.

1 Este texto es parte de un trabajo más amplio sobre algunos aspectos de la clínica de los consumos problemáticos y de los problemas que plantea la clínica de la época.

2 La cuestión preliminar en la época del Otro que no existe. Este texto apareció en la edición No 258 de Ornicar? Digital – Nouvelle Époque- Mayo 8 de 2004. Disponible en internet.

3 Como lo propone Paul Verhaeghe en su conferencia “El final de las psicoterapias”. Traducción por Miguel Martínez y Héctor Mendoza con autorización del autor. Texto original: Dublin City University. Health 4Life Conference 2007. Thinking, Feeling, Being: Critical Perspectives and Creative Engagement in Psychosocial Health. 10-13 September 2007. http://www.dcu.ie/health4life/conferences/2007/


domingo, 8 de julio de 2012

Boletín Número 20 - Julio 2012


Boletín del Centro de Día Carlos Gardel
de Asistencia en Adicciones 
Publicación sobre prevención, asistencia, investigación,
capacitación y políticas públicas en drogadependencias
 Número 20 – julio/2012                                                 Ciudad Autónoma de Buenos Aires
  “Su propuesta es inaugurar un ámbito de información, participación, intercambio y pluralidad de opiniones con y entre profesionales del ámbito público dedicados al campo de las drogadependencias”. 


Estimados lectores: en este número del boletín del CCGardel contamos con un trabajo de un psicoanalista mexicano, Juan Luis de la Mora, que realiza una lectura sumamente interesante del consumo de drogas tomando, entre otras cuestiones, la referencia de la angustia. En segundo término, un texto de una asistente a uno de los seminarios de formación del Centro, Myriam Domene, con comentarios sobre un caso de la clínica. Por último, y por el hecho de haber comenzado a tratarse en la comisión de adicciones del congreso de la nación el debate sobre la despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal, con varios proyectos para modificar la legislación vigente, incluimos el comunicado de prensa de la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA). Cabe agregar que la despenalización ya cuenta desde hace unas semanas con la sanción favorable de la cámara de diputados, debiendo ser tratada ahora por el senado. La tendencia hacia la despenalización del consumo se encuentra entre los temas incluidos en las agendas políticas de los países latinoamericanos de los últimos años. En esa línea, algunos países ya han avanzado en esa dirección.


Contenidos


por Juan Luis de la Mora

por Myriam Domene

Asociación de Reducción de Daños de la Argentina 




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Este Boletín está editado por el equipo profesional del Centro Carlos Gardel del Área Programática del Hospital Ramos Mejía.
  
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Colaboran en este número
Juan Luis de la Mora
Myriam Domene

Auspiciado por:
Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires (AMM)
Asociación de Psicólogos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (APGCBA)
Comité de Drogadependencias de la Asociación Médica Argentina (AMA)
Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA)


ISSN 1851-3344

De prótesis y funámbulos


Juan Luis de la Mora

I.

Para Freud la cosa es clara: “La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa […] para soportarla no podemos prescindir de calmantes (‘Eso no anda sin construcciones auxiliares’ nos ha dicho Theodor Fontane)”1. Acto seguido, enumera y explica tres tipos de estas “construcciones auxiliares” (que yo he resaltado en la cita). Hay que decir desde el comienzo que, hoy en día, por ‘calmante’ se entiende automáticamente una droga: un ansiolítico o un sedante, una pastilla para soportar(se en) la realidad y poder dormir (¡la vigilia es tan intolerable que no podemos desprendernos de ella ni por unas breves horas!). Podemos pensar que la tercera de las clases de calmantes que describe Freud: las “sustancias embriagadoras”, a las que también llama “quitapenas”, resultaron las más exitosas con el paso del tiempo.
La asociación no es tan directa como la que refiero a los calmantes, pero por ‘construcciones auxiliares’ podemos entender una especia de prótesis orto-dóxicas. Me referiré a esto más adelante, pero antes quisiera regresar a la primera parte de la cita freudiana: “La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa”. Esta imposición recuerda inexorablemente la condición de estar-arrojado que describe Heidegger en Ser y tiempo2. Y en efecto, de lo que se ocupa Freud es de la angustia (‘Angst’), que Heidegger privilegia como el afecto fundamental que revela al ser para sí mismo. La angustia despierta cuando el Dasein (que igualaremos violentamente al sujeto del inconsciente para efectos de este texto) se enfrenta al Mundo, al Ahí de su estar-arrojado. Esta condición todavía no es la imposición de la que se queja Freud. Apenas es un estado previo, que, según Heidegger, provoca un darse-la-espalda: el sujeto huye de esa primera experiencia, se refugia en el mundo de la cotidianidad, de la ocupación y la familiaridad. Sólo desde ahí puede regresar a enfrentar la angustia, ahora armado con todo un arsenal de signos y significados para llamar ‘angustia’ a ese espanto original sin nombre ni límite que abre el Sujeto a la Nada.3
Me he permitido esta breve digresión, apretada y quizá demasiado simplificada, porque una forma de comprender ese mundo de lo familiar y lo cotidiano al que huye el Dasein cuando se da la espalda, es precisamente llamándolo memoria, historización: el proceso de recuerdo y olvido por el que cada sujeto es responsable y que no puede ser llevado a cabo sin dolor.

II.

Precisamente, Nestor Brausntein nos ofrece, en dos ocasiones, una lectura de ese proceso angustia → enajenación-apertura → retorno sobre la angustia (nominación). Al retomar en su Ficcionario de psicoanálisis (Siglo XXI, México: 2001) y en Memoria y espanto o el recuerdo de infancia (Siglo XXI, México: 2008) un recuerdo infantil de Julio Cortázar, más el relato, la narración que el propio Cortázar hace de ese recordar, Braunstein va tramando el nacimiento de un sujeto desde la memoria que, todos sabemos, nos viene del Otro. Recordemos que Heidegger repite que, respecto de su condición de estar arrojado en el mundo, el Dasein se precede a sí mismo.

Cortázar adviene al cuerpo que llevaba ya su nombre cuando despierta al horror, a la angustia:

Y entonces cantó un gallo, si hay recuerdo es por eso, pero no había noción de gallo, no había nomenclatura tranquilizante, cómo saber que eso era un gallo, ese horrendo trizarse del silencio en mil pedazos, ese desgarramiento del espacio que precipitaba sobre mí sus vidrios rechinantes, su primer y más terrible roc.
Mi madre recuerda que grité, que se levantaron y vinieron, que llevó horas hacerme dormir, que mi tentativa de comprender dio solamente eso; el canto de un gallo bajo la ventana, algo simple y casi ridículo que me fue explicado con palabras que suavemente iban destruyendo la inmensa máquina del espanto: un gallo, su canto previo al sol, cocoricó, duérmase mi niño, duérmase mi bien.4
No me detengo demasiado en el análisis que hace Braunstein de este relato. Baste señalar que la primera frase del pasaje (no he reproducido aquí el primer párrafo completo) es “La memoria empieza en el terror”. Eso es evidente en el recuerdo de Cortázar, como lo es también que el terror es calmado por la palabra del Otro, en este caso encarnado en la madre, que recuerda en lugar del infante aterrado y ofrece la nomenclatura que faltaba: es un gallo, nada más que un gallo que señalará de aquí en más el despertar de tu ser en este mundo, a esta vida tal y como te ha sido, ahora sí, impuesta.
Suponiendo que ha habido un otro que ofrezca esa nomenclatura, que haya arrimado palabras al incipiente sujeto, un otro que se constituya como Otro para que el sujeto pueda advenir a ese choque entre cuerpo y significante, de ahí en más es responsabilidad de ese nuevo ser el construir una historia, una bio-grafía sobre ese cuerpo. Con las palabras proustianas que recuerda el mismo Braunstein: cada sujeto debe escribir el libro que lleva dentro. Historizar es construir una forma de vida, en el sentido agambeniano del término. Lo contrario sería permanecer apenas un viviente, nuda vida. Y justamente Proust es ejemplo del altísimo costo que puede tener para un sujeto encarar esa responsabilidad: construir una forma de vida implica, necesariamente, dar la vida por ello.
Entonces, la palabra del Otro, en tanto simiente del sujeto, aparece en el espacio liminar que la angustia abre para el sujeto. La palabra es la primera y más fundamental construcción auxiliar. Ella le permite al sujeto decir “me angustio” o “ la vida se me impone como gravosa”. Pero esa construcción es como una cuerda floja, y el sujeto es una especie de fantástico funámbulo de lo Real: mantiene un precario equilibrio entre su constante re-construcción (o re-presentación: recuerdo, repetición) y su inevitable fracaso; entre la (pulsión de) vida y la (pulsión de) muerte; entre la memoria y el olvido.
Delgadísimo desfiladero entre la necesaria enajenación o desconocimiento, que Heidegger llama darse-la-espalda, y en el que ubica la apertura del mundo para el Dasein, por un lado, y el movimiento de retorno a enfrentar la nada desde esa identidad que se ignora a sí misma, sumida como está en lo familiar de la cotidianidad, por el otro. Pero incluso en el olvido, en el desconocimiento, en la represión, hay trabajo. Y éste no puede ser indoloro para el sujeto.

III.

Ese era, digamos, el modelo clásico. Pero regresemos al texto freudiano para hallar ahí una ominosa advertencia: “Los términos más interesantes de precaver el sufrimiento son los que procuran influir sobre el propio organismo […] el método más tosco, pero también el más eficaz para obtener ese influjo es el químico: la intoxicación”. Menudo profeta resultó aquel médico judío. Pues resulta que a partir del ascenso de la ciencia y el capitalismo como discursos imperantes en la modernidad, se le ofrece al sujeto la ficción de que puede escapar de su responsabilidad respecto de la historia, su historia. El toxicómano se toma ese espejismo muy en serio —no sé si se pueda decir aquí “al pie de la letra”, pues la letra es algo que tiene sin cuidado al toxicómano: quiere ubicarse más allá de toda vida y toda muerte; se niega a hacer ese recorrido desde la angustia, al mundo y nuevamente a la angustia.

El toxicómano no busca el olvido sino la desmemoria: lo que Silvie Le Poulichet llama “cancelación tóxica del dolor”5. La autora hace referencia explícita a la clínica, y reporta haber escuchado numerosas veces a adictos que consumen para eliminar, borrar, desmemoriar algún recuerdo. No me detengo aquí a elaborar la noción de “operación del farmakon”, que la autora construye a partir de la naturaleza doble del fármaco como es desarrollado por Derrida en La farmacia de Platón, texto de 1969. Me permito, sin embargo, una breve cita que ilustra la nueva situación de aquello que Braunstein trabaja a partir del recuerdo infantil de Julio Cortázar: “la operación del farmakon es lo que dispone las condiciones de la ‘desaparición’ de un sujeto en la medida en que este último se debate con algo ‘intolerable’ que lo deja librado al espanto”. Parece que nuestra época convoca sujetos que necesitan de aquella otra construcción auxiliar hipereficiente, pues sin ella quedarían librados al espanto. Cortázar tuvo las palabras que le acercó su madre, el tesoro significante del Otro inaugura para Julio la compulsión de apalabrar, marcando quizá su destino y nuestra suerte. Como dice Braunstein: ahora tú puedes nombrar esa tormenta: se llama gallo; y puedes jugar a ser gallo también: cocoricó, kikirikí.
Ahora podríamos preguntarnos: ¿Qué es eso “intolerable”? Le Poulichet dice que el sujeto pretende desaparecer pues queda a merced de “algo ‘intolerable’ que lo deja librado al espanto”. Una cosa es lo intolerable y otra, diferente, el espanto. De lo segundo ya hemos hablado, o hecho hablar a Braunstein y a Cortázar. Para lo primero, regreso nuevamente a El malestar en la cultura: ahí, cuando Freud habla del psicoanálisis como una alternativa a la intoxicación orgánica, deja en claro que los objetivos de su método son modestos, que apenas pretenden atemperar el malestar, consiguiendo para el sujeto satisfacciones de poco pelo. Eso sí: el sujeto queda protegido de los vidrios rechinantes de lo Real que explotan sobre su cuerpo, desde su cuerpo; pero no sin costo: “A cambio de ello, es innegable que sobreviene una reducción de las posibilidades de goce”.
¡He ahí, sin duda alguna, lo intolerable para el sujeto del consumo! Él ha escuchado bien, quizá mejor que nadie, la orden de su tiempo: ¡Goce! ¡Goce goce goce y mil veces goce! Sin límites, sin restricciones, sin consecuencias. A meses sin intereses, prepagado, sin preocupaciones, sin grasa ni colesterol.
Desde Foucault los más paranoicos filósofos advierten sobre la biopolítica y el control absoluto sobre los cuerpos: la reducción a la nuda vida. La represión y violentísima anulación de toda humanidad a partir de estados de excepción y campos de concentración (más o menos evidentes y oficiales). ¿Quién imaginaría que los vivientes irían voluntariamente a comprar los dispositivos que operan esa anulación de su humanidad? Las colas fuera del antro de moda, o de la Mac Store el día que sale el nuevo modelo del iPhone quizá sean más parecidas de lo que nos gustaría aceptar a las que se formaban a la puerta de los hornos hace casi un siglo.
Nuevamente Braunstein: “Ausente la palabra, lo real no tiene asideros y deviene pavoroso”.

El consumo tóxico es la promesa de hacer un cortocircuito entre la ausencia de la palabra (que pone límite al goce) y el horror insoportable de un real pavoroso.


El título de este texto abreva del de un artículo de A. Ehrenberg, Un mundo de funámbulos. Por supuesto, la inspiración excede el ámbito del título.
1 Freud, S. El malestar en la cultura, en Obras completas, t. XXI Amorrortu Editores, Argentina: 1986. El énfasis es mío.

2 Heidegger, M. Ser y tiempo. Trotta, España: 2009.

3 Esta lectura de Heidegger, y el desarrollo general de las ideas expuestas en este texto deben mucho a intercambios y pláticas personales con Gerardo García Contreras, así como a su ciclo de conferencias El engranaje de las emociones, dictado en México DF de abril a mayo de 2012.

4 Braunstein, N. Memoria y espanto o el recuerdo de infancia. Siglo XXI, México: 2008

5 Le Poulichet, S. Toxicomanías y psicoanálisis. Las narcosis del deseo, Amorrortu editores, Argentina, 1990

Pharmakon: “Tengo que fumar un porro para poder reirme”


Lic. Myriam Domene
La intención de éste trabajo es hacer un recorrido por ciertos conceptos que se fueron trabajando en el Seminario de Posgrado: “Clínica de las "adicciones": una apuesta desegregativa”, y que intentaré identificar en el material recogido en la entrevista de admisión que pude presenciar.
C., de 27 años, se presenta diciendo: “Hace 10 años que consumo cocaína. Comencé a consumir a los 19 años. Tengo una hija de 9 años. Consumo hace 5 años marihuana y hace unos meses, ácido”. Manifiesta que trabaja de manicura, pedicura y asistente de fotografía. Tiene pareja desde hace 5 años y afirma que éste la obliga a consumir: “él tiene siempre y me estimula al consumo”. Expresa vivir situaciones de violencia y preocupación por su integridad ya que: “mi hija quedaría sola”.
Comenta que hace 7 años se cortó las venas y estuvo en terapia intensiva. Allí le informaron que debía iniciar un tratamiento psiquiátrico. Actualmente “empecé a notar que se me acalambra la boca, las manos y tengo miedo a morirme. Tengo problemas familiares, tengo intoxicado el cerebro, no puedo salir de mi casa, salgo y me desoriento”. Aclara: “también tomo alcohol, anoche tomé mucho y antes de venir para acá, fumé marihuana”. Continúa su relato expresando: “ tengo recuerdos horribles. Un tiempo después que al papá de mi nena se lo llevaron preso, ejercí la prostitución y, tengo, imágenes horribles de personas y por ejemplo, hay perfumes que no soporto”.
Con preocupación y marcada verborragia, cuenta: “Me estoy drogando demasiado. El último recuerdo que tengo de un momento de felicidad es de cuando tenía 6 años. Tengo que fumar un porro para poder reírme”. En relación a su historia familiar, refiere: “Tengo un hermano discapacitado de 21 años. A los 15 años me fui de mi casa porque mi mamá no me dejaba progresar. Fui a la casa de una tía en el interior y me tuve que escapar porque mi tío quiso abusar de mí”.
De sus vínculos de pareja, dice: “A los 15 años conocí al papá de mi nena. Siempre tuve parejas enfermizas, yo no quería al normal. Hoy tengo una pareja donde hay violencia física y verbal. Me dice que soy una psicótica. Hace 5 años que no la puedo dejar, porque él tiene siempre, gana bien en su trabajo y lo maneja mejor, nadie se da cuenta. Él no entiende que ya se terminó, está obsesionado. Yo no quiero seguir con él”. Deja de hablar de su pareja y continúa diciendo: “A mi papá no le interesa si me mato. Lo único que tengo es a mi hija. Cuando veo a mi familia, siempre me hacen algo, me roban, me pelean. Pero igual necesito ir, porque soy vulnerable”. Recuerda: “Hace 7 años, cuando me corté, estaba en la casa de mi papá. Lo hice con un anillo que era un triángulo, y con la punta me corté. Y me seguí cortando, me quería lastimar, me quería morir. En ese momento no me importaba mi hija”. Con cierta tensión, continúa: “Tengo sentimientos de odio para mi familia y mi pareja. Yo no tengo apoyo de mi familia. En 27 años nadie prestó atención a que no me sentía bien, a que estoy enferma”. Explicando el motivo de consulta, expresa: “Lo que me impulsó a venir fueron los ataques de pánico. Me medicaron en el hospital hace un mes, y estoy un poco mejor, pero igual para venir tuve que fumar marihuana porque si no, estoy irritable y me agarraría con cualquiera en el tren. Yo quiero curarme. No quiero sentir odio y amargura. Necesito sacarlo porque me estoy haciendo mal. Los sentimientos de odio y de muerte, no desaparecen”.
Teniendo en cuenta el relato de Carla, recordemos lo citado por Freud, quien plantea que una de las tres fuentes de sufrimiento del ser humano es la convivencia con los otros, lo vincular. Y una de las quitapenas que se utiliza para soportar el sufrimiento del vivir, son los tóxicos.
Silvia Quevedo, refiriéndose a conceptos de Le Poulichet, especifica: …” la operatoria del pharmakon constituye una operación de supresión tóxica del dolor, de carácter económico, transitorio y precario que, atraviesa a las diferentes estructuras clínicas, mediante montajes adictivos que recibirán las denominaciones de suplemento y suplencia”…
Teniendo en cuenta el material recolectado, resulta conveniente hacer un itinerario diferenciando el dolor del displacer, ya que implica la noción de efracción. Freud, en su texto, “Manuscrito G”,…”considera al dolor en la melancolía, y lo plantea como un agujero en el psiquismo”... Algo que fractura e inunda el aparato psíquico. Es una tensión constante que es preciso ligar. Se presenta como un imperativo a ser tratado y, como defensa, aparece el tóxico.
Dice Le Poulichet: …”este modelo de la efracción, desgarra el aparato psíquico, se produce un repliegue narcisista, que la operación del pharmakon pone en práctica”… Se produce una falta de andamiaje del cuerpo en las cadenas significantes. Pasa a ser un cuerpo anatómico, no discursivo.
La autora plantea: …” la operación del pharmakon puede fracasar aunque un individuo siga consumiendo sustancias tóxicas. Lo que daría cuenta que, cierto narcisismo, ya no es conservado por esta operación”…
En la entrevista, podríamos suponer que lo expuesto por C. es, justamente, ese fracaso. Ya no le sirve perderse en el tóxico para conservarse. El intento de armarse un cuerpo para resistir el avance del otro, comenzó a fisurarse. Esa suerte de homeostasis no se sostiene.
Su boca y sus manos, dan cuenta de una tensión que la asusta. El estar desorientada, el no poder salir. El no poder salir ¿de dónde?; ¿a qué lugar se refiere?; ¿qué cortes tendría que realizar en lo vincular que lo llevó a lo corporal? Fue un intento de calmar el dolor psíquico, y convertirlo en dolor físico. Y así, el cuerpo, hace de borde, una suerte de defensa frente al otro que se convierte en una amenaza de aplastamiento subjetivo, de desfallecimiento de lo simbólico.
Dice Poulichet: …”esto se asemeja a una suerte de hemorragia interna, una desligazón, es decir, una desorganización del anclaje del sujeto en las cadenas significantes. Una confusión de lo interno y de lo externo. …” Y así,…”el tóxico reaparece para restaurar una protección frente a acontecimientos o pensamientos que de repente se vivencian amenazadores, susceptibles de provocar el terror o el espanto”... Por ejemplo, cuando C. relata los recuerdos horribles de cuando ejercía la prostitución. Por ende, la abstinencia implica efectivamente el retorno del dolor conciente.
Plantea Le Poulichet: …”Cuando ya no se ejerce la acción del pharmakon resurge ese dolor narcisista que intenta ligar las excitaciones”, porque ”las ligazones significantes fracasan en organizar la realidad psíquica”. Se cancela el dolor tóxicamente y se produce la restauración de un objeto alucinatorio, como producto de una falta de elaboración del cuerpo pulsional y de una perturbación del narcisismo, debido a una insuficiencia de la función simbólica.
Tengamos en cuenta, dice la autora, que la operación del pharmakon se inspira en sus propiedades, que implica poner en comunicación a los contrarios, remedio-veneno, es un principio particular de reversibilidad entre lo psíquico y lo orgánico; entre el afuera y el adentro y que conlleva a la desaparición del sujeto. El espíritu del tóxico revela la estructura de ambigüedad y de reversibilidad del pharmakon.
La operación del pharmakon permitiría neutralizar lo que cobra el valor de amenaza. Por ejemplo, consumir marihuana antes de venir a la admisión o consumir alcohol antes de acostarse .En el primer caso implicaría tener que ponerle palabras a su dolor, y en el segundo, someterse al soñar.
Dice C. : “Hoy tengo una pareja donde hay violencia verbal y física…él no entiende que ya se terminó, él está obsesionado y yo no quiero seguir con él. El me obliga a consumir, él tiene y me estimula al consumo”. En las palabras de C. queda evidenciado lo que Le Poulichet afirma: ”Esta operación actúa también en el nivel de la tensión que se establece entre el yo y el otro, en la dimensión de la alienación imaginaria”. ” La operación del pharmakon es la que dispone las condiciones de la desaparición de un sujeto en la medida que éste último se debate con algo intolerable que lo deja librado al espanto” -A mi papá no le interesa si me mato-, dice C. ”Que algo se haya constituido como un intolerable, que no pueda ser asumido dentro de una realidad simbólica sería una condición fundamental para que se sostenga una operación de pharmakon”.


Bibliografía consultada

Quevedo Silvia. ¿Qué suplen las drogas? Publicado en Boletín Nº11 del Centro de Día Carlos Gardel. Julio de 2011.
Le Poulichet Sylvie. “Toxicomanías y Psicoanálisis. Las narcosis del deseo”. Caps 1 y 2. Anagrama editores. 1990.
Freud Sigmund. “El malestar en la cultura” (1930) Obras completas. Tomo XXI. Amorrortu editores