Héctor Pérez Barboza
Quien escribe, además de dedicarse al psicoanálisis he crecido jugando, yendo a la cancha con familiares y amigos, escuchando los partidos por radio (entonces no se televisaba en vivo), hablando, pensando sobre este juego que, especialmente en estos días en que se juega el mundial 2014, no deja de darle razones para vincularlo a la práctica del psicoanálisis y a los consumos problemáticos.
Quien escribe, además de dedicarse al psicoanálisis he crecido jugando, yendo a la cancha con familiares y amigos, escuchando los partidos por radio (entonces no se televisaba en vivo), hablando, pensando sobre este juego que, especialmente en estos días en que se juega el mundial 2014, no deja de darle razones para vincularlo a la práctica del psicoanálisis y a los consumos problemáticos.
- EL ÍDOLO
La mayoría de los
lectores conoce a quién menciono si digo “Messi”, a secas, sin
dar más precisiones. Se constituye la significación en el momento
de leer esa palabra, que no se encuentra en el diccionario de la
Real Academia Española, por el momento, ya que el adjetivo
“inmessionante”, ganador de un concurso organizado por Pepsi,
avanza generando presión entre los miembros de esa Academia, y ya
aparece en una edición limitada del Diccionario Santillana,
demostrando que el brutal poder del capitalismo puede hasta
competir con el no menos atroz poder de la lengua.
Para quienes no lo
conocen, escribiré algunos de los supuestos que no tuve necesidad de
decirles a “los informados”: jugador de futbol profesional,
famoso, exitoso, goleador, multimillonario, juega en un equipo
europeo de primera línea, y bate records a cada instante, lo cual lo
constituye en un verdadero ídolo (Del lat. idōlum, y
este del gr. εἴδωλον) es decir: “Imagen de una
deidad objeto de culto” y “Persona o cosa amada o admirada
con exaltación”.
¿Qué hace nuestro
ídolo? Algo que la mayoría de los hombres ha hecho mal, bien, más
o menos, a lo largo de su vida: juega al fútbol. Pero Él lo hace de
un modo “inmessionante”, convirtiéndose así en un Ideal que
resplandece en la época de los ideales devastados.
Aquellas escenas
patéticas de padres al costado de las canchas de “papi” futbol ,
enloquecidos, gritando desaforados (sin ley, excedidos) para que sus
hijos lleguen a ser como Messi nos muestran una de las caras de este
arrasamiento (Lacan, hacia 1968, utilizaba el término declinación
del nombre del padre, pero nos va quedando chico) de la potencia
paterna ya no para imponer, sino al menos para proponer ideales. Si
no puedes vencerlos únete a ellos, parece decir el epitafio para el
Dogma Paterno. Y así, esos padres que antes portaban significantes
que les habían traspasado sus ancestros, su identidad muchas veces
amalgamada con una tradición familiar, no sólo han perdido de vista
lo que de singular pueden transmitir a sus hijos, sino que se han
aliado al mismo vendaval que arrasó su propia autoridad y le regalan
al hijo la camiseta de la selección argentina con su apellido, no el
de su linaje, sino el del ídolo.
Así Leo (le dicen
así aunque lo correcto sería Lío, pero esto introduciría un eco
de algo que no marcha), dejó de ser primera persona del presente en
el modo indicativo del verbo que exactamente ahora estamos
ejecutando, para convertirse en el objeto directo que todos
“quieren/queremos ser”, de aquél que reúne todo aquello a lo
que “se” puede aspirar: reconocimiento mundial, fama, dinero,
éxito sin fisuras, records batidos a diario, eficiencia, eficacia,
sin dobleces. Personificación de una erección interminable, con
orgasmos por doquier representados en innumerables gritos de gol. Sin
que decaiga. Personificación del rendimiento permanente, de la
generación de riqueza en forma exponencial: se hacen los cálculos
de cuánto gana por año, por hora, por minuto. Como una máquina que
produce sin descanso sin reconocer límites. Un compendio de la
aspiración capitalista.
Este muchacho cumple
con todos los requisitos que enumeramos, y bate récords, palabra
que viene del inglés, y que remite a una pluralidad de significados,
entre ellos: grabación; marca en lo deportivo; algo sin precedentes,
máximo, nuevo. Se establece un récord (una marca) y alguien viene
y lo rompe. Las marcas de la superación. Las marcas que se graban.
Son cuantiosas, en goles, en partidos jugados, en asistencias para
gol, en minutos en cancha, finales disputadas, millones acumulados,
trofeos obtenidos, etc.
Y es entonces cruel
la lejanía, la distancia, la diferencia que hay entre ese muchacho,
ídolo, RÉCORD TOTAL, dado que siempre está en funciones (nunca
recién levantado, ni con mal aliento justamente él que recoge el
aliento de todos como si acaso le hiciera falta) con lo
miserablemente humanos que somos los padres, tan próximos, tan
imperfectos, tan falibles. Un salto, una gambeta, una corrida, vista
desde varios ángulos, en cámara lenta…y repetida ad infinitum,
urbi et orbi ¿Cómo podremos los padres tener lugar con nuestro
torpe andar, nuestros aburridos trabajos y actividades humanas, para
proponer algo que se despliegue en el horizonte de lo deseable para
un hijo?
Un ídolo
tremendamente funcional al imperio de la cuantificación: cumple los
objetivos, supera las metas. A tal punto que cuando algo parece
vacilar y muestra algún signo de humanidad (un par de partidos sin
convertir goles o alguna derrota), nos enteramos de que “Messi
llegó al país y prometió cambiar el chip para el mundial”.
Ídolo, aunque atado al discurso universitario que todo lo cuantifica
(en estos días se puede observar la exasperación del mismo, cuando
en la televisación de los partidos nos muestran las cifras que miden
lo que cada jugador corre durante su estadía en la cancha), al
capitalismo para el que todo tiene que dar un rédito, a la ciencia
robótica moderna. Apuntalado en una imagen perfecta que encandila
y no deja punto de controversia ni de falla.
Y el común de los
mortales mirándolo, esperando más y más de él, distraídos con el
fútbol, nuevo opio de los pueblos.
2) Héroe
Si Marx, en su
“Contribución a la crítica de la Filosofía
del Derecho de Hegel”, decía que la religión era el opio
de los pueblos, Freud, en “El malestar en la cultura” viene a
decirnos que la religión y el opio (“la intoxicación”
diría, los quitapenas, como el método más tosco pero eficaz)
son, junto a la sublimación aquellas prácticas que nos permiten
soportar la angustia frente al hiperpoder del destino, la
hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad del cuerpo, la
insuficiencia de las normas para regular los vínculos. Agregaba que
las distracciones hacen que valuemos en poco nuestras miserias. Y
agregaba que las civilizaciones que no les ofrecen a los ciudadanos
los elementos adecuados para la sublimación y exigen nada más que
renuncias, merecen ser destruidas.
Es inevitable pensar
que si la posibilidad de establecer semejante construcción mediática
desde el capitalismo, colocando a Messi como ícono (ídolo)
existe, es porque se sustenta en una fabulosa creación cultural
que es el fútbol, que ha funcionado durante más de un siglo ya
sea desde su práctica, o desde su observación, produciendo relatos
que permiten la distracción de las miserias de la vida, la
sublimación de la rivalidad y de la homosexualidad, la transmisión
de destrezas y valores de generación en generación, el encuentro
con movimientos, jugadas, atuendos, estéticas que evocan la
belleza de un modo u otro según las épocas. Propicia relatos sobre
el talento, el esfuerzo, la solidaridad, la inclusión y exclusión,
los triunfos, las derrotas y la posibilidad de revancha, dando lugar
al terreno de lo no absoluto, de los más y de los menos, matriz
simbólica básica. El goce pulsional puesto en sociedad, evacuado
del cuerpo. Un marco para anudar amor, deseo y goce.
Creo también que la
imagen del ídolo ha opacado el relato del héroe (Del lat. heros,
-ōis, y este del gr. ἥρως) : 1. m. Varón ilustre y
famoso por sus hazañas o virtudes. 2. m. Hombre que lleva a
cabo una acción heroica. 3. m. Personaje principal de un
poema o relato en que se representa una acción, y especialmente del
épico. 4. m. Personaje de carácter elevado en la epopeya. 5.
m. En la mitología antigua, el nacido de un dios o una diosa y de
una persona humana, por lo cual le reputaban más que hombre y menos
que dios; como Hércules, Aquiles, Eneas, etc.
¿En qué radica la
heroicidad de Messi? En su récord, ya no el de los números
sino en otras dos acepciones que tiene la palabra: documentos, actas,
archivos, registros; pasado de una persona, historial.
Ocurre que nuestro
ídolo, que en algún momento fue humano, tuvo que hacer su épica,
su epopeya, lejos de los goles y muy cerca de su fragilidad corpórea.
En su infancia hubo de sobreponerse a un diagnóstico de déficit
parcial de hormona de crecimiento, cuando tenía 11 años y quería
crecer, según cuentan, para jugar al fútbol. Su tratamiento era
posible a un costo de mil trescientos dólares al mes por inyecciones
que debía ponerse a diario en su brazo o en su pierna. Eso
significaba una fortuna para un obrero metalúrgico como era entonces
su padre, y era una angustia para su madre, pero lo cubría el
seguro del trabajo paterno hasta que vino la crisis del año 2001,
una de las tantas sufridas en Argentina: su padre tuvo problemas
laborales y dada la ruptura de la red social perdió la cobertura del
costoso tratamiento. La suspensión de las inyecciones de estas
hormonas ponía en peligro su efectividad así que dependió de una
fundación y de la donación de un laboratorio para continuar el
tratamiento unos pocos meses más. Sin apoyo de su club, ni de algún
otro, tuvo que emigrar como otros tantos miles de argentinos que ese
año escapaban de una feroz crisis social y económica. Fue al
Barcelona, club que lo cobijó en el amplio sentido del término y
comenzó así la historia más conocida.
Vocación,
adversidades: enfermedad, falta de recursos económicos, desamparo,
migración. Triunfo. Tiene todos los ingredientes para cumplir con la
definición de héroe, y hasta podríamos sumarle otra si
consideramos como tal, después de Freud, a la capacidad sobrehumana
del héroe de soportar el éxito, sin flaquear. Freud decía que
nuestra constitución (psíquica) limita nuestras posibilidades de
dicha. Y cita a Goethe “Nada más insoportable que una sucesión de
días dichosos”. Alguien que no fracasa al triunfar…
- Lógica del “no todo”
Según sea pensado,
Messi, nos remite a la hegemonía del discurso de la necesidad del
rédito (capitalismo), la cuantificación/evaluación aliada a la
primera (discurso universitario) y la universalización (científico)
y, por otro lado, a un juego que enlaza como pocos lo pulsional con
lo social aliviando a los seres hablantes de la angustia.
Pone de manifiesto
que las grandes teorías que pretenden explicar las épocas nunca
pueden abarcarlo todo. Así como cuando se habla del Otro que no
existe, o de la caída de los ideales tenemos que pensar en que hay
lugares, poblaciones, tribus, familias en las que los ideales aún
encuentran su poder en la raíz histórica familiar.
Expresión de que lo
sólido no es tal, pero conexión con el no todo de lo líquido. No
todo es tan líquido en la sociedad.
La novela familiar
del neurótico fue el modo que Freud tuvo de nombrar lo que era la
relación de un sujeto con sus padres y con los ideales que estos
encarnaban. Entonces los padres de la infancia eran vistos como
“autoridad y fuente de toda creencia” hasta que a cierta edad que
ubica en la prepubertad, se tiene que emprender “una de las
operaciones más necesarias pero también más dolorosas”, “el
desasimiento de la autoridad paterna”. En esta operación
“descansa el progreso de la sociedad”.
Se trataba de un
paradigma social, burgués si se quiere, en el cual “las cosas
estaban adonde tenían que estar”. Lo cierto es que aquél se ha
ido resquebrajando a medida que lo ha hecho la autoridad paterna,
sin que esto indique que la misma dejó de existir.
Creo que a los
psicoanalistas nos toca ocupar el lugar de aquellos que venimos a
descompletar los saberes producidos por otras disciplinas, dado que
cada caso testimonia de la incompletud.
La cultura de masas,
los íconos que la misma genera, pueden ser un gran opio y, como
sabemos por nuestra práctica, ese opio puede ser tanto remedio como
veneno (pharmakon).
- Messíntoma
En nuestro centro
han sido varios los casos en los que pacientes varones han hecho
referencia a los avatares de su carrera actual o potencial, como
futbolistas. En algunos casos luego de años de tratamiento y en
otros como aquello que aparece en forma directamente vinculada al
motivo de consulta.
Hace dos días
alguien me contaba cómo había abandonado el fútbol porque el
técnico lo ponía de suplente pero “no me tenían en cuenta”.
Luego de ese episodio fue abandonando paulatinamente todos los
lugares (trabajo, estudio, familia) siendo esa vivencia el hilo
conductor. No apeló a ningún tercero entonces (familiar, dirigente
del club o compañero del equipo) para preguntar si era así y en
tal caso averiguar por qué no era tenido en cuenta. Se trata de
alguien que actualmente se encuentra en situación de calle con un
alto consumo de alcohol diario, pero pudo situar temporalmente el
inicio de esa práctica, que podemos denominar de pasajes al acto,
que hoy lo encuentra caído de muchas escenas que podría habitar.
¿Podrá? El tratamiento lo pondrá a prueba.
Otro paciente
atribuyó el final de su “carrera futbolística” a que su
padre no lo llevaba a entrenar, reclamando porque no lo había
acompañado, e iniciándose entonces en el consumo de alcohol. Se
trata de una persona que tenía mucho interés en ser jugador de
fútbol, con una familia muy vinculada a un club importante, a tal
punto que uno de sus hermanos es actualmente dirigente. El paciente
queda asombrado ante la intervención de la analista que le pregunta
por qué a los 13 años no hizo las cosas para concurrir solo a los
entrenamientos. Una forma de preguntarle por su relación con su
deseo y de confrontarlo con su propia renuncia. Prefirió escudarse
en la impotencia de su padre para no hacerse responsable.
Hubo también un
caso en el que un varón de 25 años señalaba que su padre lo inició
en la práctica del fútbol. Ante el fallecimiento de aquél, cuando
él tenía 6 años, era su tía quien lo acompañaba a los
entrenamientos. Había escalado hasta llegar a la tercera división
de un club muy importante de la ciudad de Buenos Aires, con muy
buenas perspectivas dado su talento y su trayectoria en el mismo.
Pero cuenta que dejó de ir a jugar porque los padres de los otros
chicos tenían más poder de presión sobre los entrenadores. En
cambio la tía no hacía más que acompañarlo, “no hablaba con los
técnicos para que me pusieran”. Y la pareja de su madre, que
podría haber hablado, no lo hizo. Sincrónicamente comienza con el
consumo de cocaína, que más adelante se haría problemático,
especialmente cada vez que se le manifiesta la dificultad para darse
un sentido. Consigue trabajos que son sólo para ganar dinero pero
que no lo representan en lo más mínimo, y continúa sin hacer el
duelo por la vocación que ya no podrá realizar.
Pero el caso más
interesante de los que hemos recibido en el centro me tocó conocerlo
a través de la supervisión. Su analista me pidió que lo ayudara a
pensar la problemática de “Lionel” o “Lío”, pues así lo
nombró para presentarlo en los ateneos internos que realizamos, y
tuve el gusto de hacerlo.
Se trataba de un
varón de 26 años, algo aniñado, que llega a la consulta por
consumo de cocaína y una mezcla de pasta base y marihuana fumable
llamada ¨freeway¨. Se dice “adicto” y atribuye su conducta a
la ¨mala junta¨: dos significantes que denominamos sociales, puesto
que no representan al sujeto, sino que son tomados del Otro social
para consolidar la desresponsabilización y el borramiento
subjetivo.
Convive con sus
padres en un complejo de ¨monoblocks¨, en un barrio de clase media
baja. Esta “mala junta” a la cual se refiere insistentemente, son
sus amigos de la infancia, con los cuales creció y de los que ¨no
me puedo despegar, bajo a la puerta y están ahí, y todos se drogan,
están hechos mierda, pero la única forma en que puedo estar con
ellos es drogándome también, me cuesta decir que no¨.
En relación a sus
proyectos de vida se encuentra ¨a la espera de una prueba en un
club de futbol¨. Su gran pasión es el futbol, desde
adolescente. Abandonó el colegio en tercer año para dedicarse en
exclusividad a entrenar y jugar en las inferiores de varios clubes,
inclusive llegó a “probarse” en un club de España, pero no lo
aceptaron. Quiere dejar de consumir porque dice que el consumo no
es compatible con una vida dedicada al deporte, y en breve tendrá
una prueba decisiva para su futuro, ¨quizás la última, aclara¨,
ya que a su edad no le quedan muchas oportunidades de hacer carrera.
Lío nunca tuvo un
trabajo, no terminó sus estudios secundarios. Al abandonarlos
empieza a consumir de manera más abusiva. Él dice ser un jugador de
excelentísima calidad, solo que no tiene los contactos necesarios
para llegar.
Esta relación con
el futbol fue y es impulsada por el padre, quien desde los comienzos
lo representa, genera los contactos para las pruebas, y pone el
dinero para ¨coimear a los Directores Técnicos de los clubes¨ para
que lo hagan jugar. Su padre lo banca a cualquier costo, inclusive
sabiendo que la droga la compra con su dinero, pero parece que la
condición es que juegue al fútbol.
Lío es una persona
poco sociable, comenta no tener más amigos que los del barrio, su
relación con las mujeres se restringe a encuentros con prostitutas,
nunca tuvo una relación de pareja o amiga. Dice que ¨prefiero pagar
y cogerme una mina que esté buena¨, y la paga con plata de su
padre. Es reticente a conversar de temas que no tengan que ver con el
consumo. Se presenta con una demanda muy sustancializada. Su analista
encuentra dificultades para intervenir, le resulta difícil
producir alguna escansión en su decir. Contabiliza los días que
lleva sin consumir y “cuando el almanaque me falla me deprimo”.
Al comienzo del
tratamiento persistía en la espera por la última prueba que
podría salvarlo. Paralelamente, a partir de introducir algunas
preguntas sobre la expectativa mencionada, y de empezar a desplegar
algunas inquietudes respecto de su futuro, retomó sus estudios
secundarios.
Tiene un hermano y
una hermana, ambos mayores que él, profesionales y ya con sus
propias familias. Con ellos no tiene mucha relación; los culpa de
haber abandonado a la madre cuando más los necesitaba. Ésta
hace dos años tuvo un episodio de descompensación psiquiátrica,
estuvo internada varios meses y al retornar a su hogar él se hizo
cargo de la situación: ¨mis hermanos se borraron, y mi viejo,
pobre, estaba devastado por la situación¨. La madre se encuentra
bajo medicación psiquiátrica. Un hecho llamativo: en una ocasión
en la cual él consume cocaína en exceso, vuelve a su hogar,
despierta a la madre, le pide un clonazepán y termina durmiendo
abrazado a ella, dice haberse asustado mucho.
El analista pide
tener una entrevista con ambos padres. La madre le impresiona como
una melancólica, el padre como un hombre dócil y de carácter
débil.
En una de las
entrevistas, y en el punto en el que el paciente vuelve a
sustancializar su demanda, el analista le dice que cree que él está
sufriendo mucho pero que ese sufrimiento no tiene que ver con el
consumo. Le indica que tiene otros motivos: por ejemplo que ve a su
madre en cama todo el día y, además, la gran contradicción
evidente entre drogarse y la actividad deportiva que supuestamente
desea emprender. Fue la última entrevista. Deja de concurrir y no
responde a los llamados del analista.
Unos meses más
tarde es su padre quien se contacta telefónicamente diciendo
que Lío sigue consumiendo, que lo nota muy mal y que debería seguir
tratamiento. El analista avala el último punto. Se presenta
espontáneamente en el centro para hablar con el analista quien le
hace lugar para tener una breve entrevista. Dejó de venir porque
falleció su abuela y estaba muy deprimido. Se le hace lugar a ese
dolor diciéndole que le hubiera gustado acompañarlo en ese momento
de angustia y duelo. Se le dice que haga una entrevista de admisión,
que realiza a la semana siguiente conmigo. Allí pide ser atendido
por su analista, aclarando que sólo lo haría con él, y en caso de
que esto no se pudiere implementar buscaría un terapeuta en otro
lugar. Conociendo el caso, y habiendo un inequívoco signo
transferencial puesto de manifiesto se hace lugar al pedido.
Con el reinicio
empieza a disminuir su consumo de cocaína a 3 ó 4 veces por mes y
en pequeñas dosis manteniendo un consumo de marihuana a diario, sin
mencionar ahora el “freeway”.
En esta instancia se
abre una brecha para poder cuestionar algo en relación al padre,
¨ahora me doy cuenta de que siempre me han dado todo, nunca tuve que
ganarme mi propio dinero porque si necesitaba plata acudía a mi
viejo”, “es que salir de esta comodidad se me hace difícil, pero
me doy cuenta que no hago nada en todo el día, sólo voy al colegio
por la noche, cosa que cualquiera puede hacer, y después estoy en
casa fumando porro y mirando boludeces en la tele” .
Se comienza a
trabajar sobre la “comodidad” incómoda que sostiene. Deja lugar
a su responsabilidad subjetiva de tal comodidad y al goce
implicado en ella, expresado en el malestar que le ocasiona. Se
apunta a conmoverla, sacarlo de la comodidad de su casa, que
comporta la proximidad con su madre. Además de empezar a poner en
cuestión la creencia en el ideal del padre de que su hijo es Lionel
Messi.
Esto lo pone más
entusiasmado con el tratamiento, asiste oportunamente a las
entrevistas, da más lugar a las intervenciones del analista,
comienza a buscar qué carrera terciaria seguir, ya que estará
terminando el secundario a fin de año. Pide a su analista que lo
asesore para realizar una orientación vocacional.
Una “comodidad”
paradojal (tiene hasta plata para las drogas sin tener que trabajar),
cuyo precio es permanecer en su casa haciéndose cargo de la madre
melancolizada, sometiéndose durante largos años a una ilusión
paterna que no le ha permitido constituir un Ideal del Yo, con el
consiguiente empobrecimiento subjetivo en lo que hace a sus lazos
sociales. Las drogas han venido en su auxilio, indicando que
justamente en el lugar en que el padre espera que Lío triunfe él
hace aquello que no es compatible para tal logro.
El tratamiento
consistirá, en que, alguien que ha advenido a la significación
fálica, y luego ha atravesado por la castración en lo imaginario,
pueda constituir un Ideal del Yo, propio, que, aunque en forma algo
tardía, le permita anudar al mismo un deseo para que pueda amar y
trabajar, los modestos horizontes que Freud trazaba para el
psicoanálisis. El analista ha ido conquistando un lugar en la
transferencia desde el cual poder reorientar al paciente, darle la
posibilidad de que remiende su almanaque, hacia la conquista de un
semblante posible, en medio del Lío en el que se ha metido.
Para finalizar
Ya que al inicio
hablamos de epopeyas y épicas…El Centro Carlos Gardel cumplió 20
años de existencia, de trabajo en el campo de la Salud Mental,
asistiendo a personas con problemas de consumo. Me importa mucho su
inscripción formal, pero mucho más su Inscripción en la memoria de
un par de generaciones: de pacientes, de familiares y allegados de
pacientes, de estudiantes que han concurrido para formarse, de
residentes y concurrentes, de diferentes organismos e instituciones
que nos han convocado a los profesionales del centro para participar
en cientos de actividades. Siempre en una misma dirección,
la Reducción de Riesgos y Daños, la de considerar a los pacientes
como sujetos de derecho muchísimo antes de cualquier legislación
con las que afortunadamente contamos en la actualidad, y
transmitiendo a quienes se forman con nosotros, y a aquellos que
vienen a pedirnos ayuda para aliviar su sufrimiento, que no hay por
qué abdicar de lo que hace único a cada sujeto para que pueda
mejorar, dado que en su mismo padecer se encuentra la respuesta,
desde la perspectiva del psicoanálisis. Y con una misma
dirección, a cargo del Dr. Mario Kameniecki, que ha sido
fundamental durante estas dos décadas (atravesadas en buena parte de
sus años por los discursos de la sustancialización y el
abstencionismo), para sostener en pie esta experiencia, extender una
práctica despojada de prejuicios, y superpoblarla de ideas para
hacer accesible e inclusiva la atención a quienes padecen. Me siento
representado por sus palabras publicadas en la nota editorial del
boletín anterior. Seguramente, con el correr de los años, se le
reconocerá, en su justa medida, la generosidad, honestidad
intelectual y amplitud de criterios para dirigir, en medio del exceso
de carencias, a un grupo heterogéneo de profesionales, que hemos
crecido profesional y humanamente en su compañía.
1 comentario:
Muy lindo trabajo, felicitaciones.
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