Lic. Myriam Domene
La intención de éste
trabajo es hacer un recorrido por ciertos conceptos que se fueron
trabajando en el Seminario de Posgrado: “Clínica de las
"adicciones": una apuesta desegregativa”, y que intentaré
identificar en el material recogido en la entrevista de admisión que
pude presenciar.
C., de 27 años, se
presenta diciendo: “Hace 10 años que consumo cocaína. Comencé a
consumir a los 19 años. Tengo una hija de 9 años. Consumo hace 5
años marihuana y hace unos meses, ácido”. Manifiesta que trabaja
de manicura, pedicura y asistente de fotografía. Tiene pareja desde
hace 5 años y afirma que éste la obliga a consumir: “él tiene
siempre y me estimula al consumo”. Expresa vivir situaciones de
violencia y preocupación por su integridad ya que: “mi hija
quedaría sola”.
Comenta que hace 7
años se cortó las venas y estuvo en terapia intensiva. Allí le
informaron que debía iniciar un tratamiento psiquiátrico.
Actualmente “empecé a notar que se me acalambra la boca, las manos
y tengo miedo a morirme. Tengo problemas familiares, tengo intoxicado
el cerebro, no puedo salir de mi casa, salgo y me desoriento”.
Aclara: “también tomo alcohol, anoche tomé mucho y antes de venir
para acá, fumé marihuana”. Continúa su relato expresando: “
tengo recuerdos horribles. Un tiempo después que al papá de mi nena
se lo llevaron preso, ejercí la prostitución y, tengo, imágenes
horribles de personas y por ejemplo, hay perfumes que no soporto”.
Con preocupación y
marcada verborragia, cuenta: “Me estoy drogando demasiado. El
último recuerdo que tengo de un momento de felicidad es de cuando
tenía 6 años. Tengo que fumar un porro para poder reírme”. En
relación a su historia familiar, refiere: “Tengo un hermano
discapacitado de 21 años. A los 15 años me fui de mi casa porque mi
mamá no me dejaba progresar. Fui a la casa de una tía en el
interior y me tuve que escapar porque mi tío quiso abusar de mí”.
De sus vínculos de
pareja, dice: “A los 15 años conocí al papá de mi nena. Siempre
tuve parejas enfermizas, yo no quería al normal. Hoy tengo una
pareja donde hay violencia física y verbal. Me dice que soy una
psicótica. Hace 5 años que no la puedo dejar, porque él tiene
siempre, gana bien en su trabajo y lo maneja mejor, nadie se da
cuenta. Él no entiende que ya se terminó, está obsesionado. Yo no
quiero seguir con él”. Deja de hablar de su pareja y continúa
diciendo: “A mi papá no le interesa si me mato. Lo único que
tengo es a mi hija. Cuando veo a mi familia, siempre me hacen algo,
me roban, me pelean. Pero igual necesito ir, porque soy vulnerable”.
Recuerda: “Hace 7 años, cuando me corté, estaba en la casa de mi
papá. Lo hice con un anillo que era un triángulo, y con la punta me
corté. Y me seguí cortando, me quería lastimar, me quería morir.
En ese momento no me importaba mi hija”. Con cierta tensión,
continúa: “Tengo sentimientos de odio para mi familia y mi pareja.
Yo no tengo apoyo de mi familia. En 27 años nadie prestó atención
a que no me sentía bien, a que estoy enferma”. Explicando el
motivo de consulta, expresa: “Lo que me impulsó a venir fueron los
ataques de pánico. Me medicaron en el hospital hace un mes, y estoy
un poco mejor, pero igual para venir tuve que fumar marihuana porque
si no, estoy irritable y me agarraría con cualquiera en el tren. Yo
quiero curarme. No quiero sentir odio y amargura. Necesito sacarlo
porque me estoy haciendo mal. Los sentimientos de odio y de muerte,
no desaparecen”.
Teniendo en cuenta el
relato de Carla, recordemos lo citado por Freud, quien plantea que
una de las tres fuentes de sufrimiento del ser humano es la
convivencia con los otros, lo vincular. Y una de las quitapenas que
se utiliza para soportar el sufrimiento del vivir, son los tóxicos.
Silvia Quevedo,
refiriéndose a conceptos de Le Poulichet, especifica: …” la
operatoria del pharmakon constituye una operación de supresión
tóxica del dolor, de carácter económico, transitorio y precario
que, atraviesa a las diferentes estructuras clínicas, mediante
montajes adictivos que recibirán las denominaciones de suplemento y
suplencia”…
Teniendo en cuenta el material recolectado, resulta conveniente hacer un itinerario diferenciando el dolor del displacer, ya que implica la noción de efracción. Freud, en su texto, “Manuscrito G”,…”considera al dolor en la melancolía, y lo plantea como un agujero en el psiquismo”... Algo que fractura e inunda el aparato psíquico. Es una tensión constante que es preciso ligar. Se presenta como un imperativo a ser tratado y, como defensa, aparece el tóxico.
Teniendo en cuenta el material recolectado, resulta conveniente hacer un itinerario diferenciando el dolor del displacer, ya que implica la noción de efracción. Freud, en su texto, “Manuscrito G”,…”considera al dolor en la melancolía, y lo plantea como un agujero en el psiquismo”... Algo que fractura e inunda el aparato psíquico. Es una tensión constante que es preciso ligar. Se presenta como un imperativo a ser tratado y, como defensa, aparece el tóxico.
Dice Le Poulichet:
…”este modelo de la efracción, desgarra el aparato psíquico, se
produce un repliegue narcisista, que la operación del pharmakon pone
en práctica”… Se produce una falta de andamiaje del cuerpo en
las cadenas significantes. Pasa a ser un cuerpo anatómico, no
discursivo.
La autora plantea: …”
la operación del pharmakon puede fracasar aunque un individuo siga
consumiendo sustancias tóxicas. Lo que daría cuenta que, cierto
narcisismo, ya no es conservado por esta operación”…
En la entrevista,
podríamos suponer que lo expuesto por C. es, justamente, ese
fracaso. Ya no le sirve perderse en el tóxico para conservarse. El
intento de armarse un cuerpo para resistir el avance del otro,
comenzó a fisurarse. Esa suerte de homeostasis no se sostiene.
Su boca y sus manos,
dan cuenta de una tensión que la asusta. El estar desorientada, el
no poder salir. El no poder salir ¿de dónde?; ¿a qué lugar se
refiere?; ¿qué cortes tendría que realizar en lo vincular que lo
llevó a lo corporal? Fue un intento de calmar el dolor psíquico, y
convertirlo en dolor físico. Y así, el cuerpo, hace de borde, una
suerte de defensa frente al otro que se convierte en una amenaza de
aplastamiento subjetivo, de desfallecimiento de lo simbólico.
Dice Poulichet:
…”esto se asemeja a una suerte de hemorragia interna, una
desligazón, es decir, una desorganización del anclaje del sujeto en
las cadenas significantes. Una confusión de lo interno y de lo
externo. …” Y así,…”el tóxico reaparece para restaurar una
protección frente a acontecimientos o pensamientos que de repente se
vivencian amenazadores, susceptibles de provocar el terror o el
espanto”... Por ejemplo, cuando C. relata los recuerdos horribles
de cuando ejercía la prostitución. Por ende, la abstinencia implica
efectivamente el retorno del dolor conciente.
Plantea Le Poulichet: …”Cuando ya no se ejerce la acción del pharmakon resurge ese dolor narcisista que intenta ligar las excitaciones”, porque ”las ligazones significantes fracasan en organizar la realidad psíquica”. Se cancela el dolor tóxicamente y se produce la restauración de un objeto alucinatorio, como producto de una falta de elaboración del cuerpo pulsional y de una perturbación del narcisismo, debido a una insuficiencia de la función simbólica.
Plantea Le Poulichet: …”Cuando ya no se ejerce la acción del pharmakon resurge ese dolor narcisista que intenta ligar las excitaciones”, porque ”las ligazones significantes fracasan en organizar la realidad psíquica”. Se cancela el dolor tóxicamente y se produce la restauración de un objeto alucinatorio, como producto de una falta de elaboración del cuerpo pulsional y de una perturbación del narcisismo, debido a una insuficiencia de la función simbólica.
Tengamos en cuenta,
dice la autora, que la operación del pharmakon se inspira en sus
propiedades, que implica poner en comunicación a los contrarios,
remedio-veneno, es un principio particular de reversibilidad entre lo
psíquico y lo orgánico; entre el afuera y el adentro y que conlleva
a la desaparición del sujeto. El espíritu del tóxico revela
la estructura de ambigüedad y de reversibilidad del pharmakon.
La operación del
pharmakon permitiría neutralizar lo que cobra el valor de amenaza.
Por ejemplo, consumir marihuana antes de venir a la admisión o
consumir alcohol antes de acostarse .En el primer caso implicaría
tener que ponerle palabras a su dolor, y en el segundo, someterse al
soñar.
Dice C. : “Hoy
tengo una pareja donde hay violencia verbal y física…él no
entiende que ya se terminó, él está obsesionado y yo no quiero
seguir con él. El me obliga a consumir, él tiene y me estimula al
consumo”. En las palabras de C. queda evidenciado lo que Le
Poulichet afirma: ”Esta operación actúa también en el nivel de
la tensión que se establece entre el yo y el otro, en la dimensión
de la alienación imaginaria”. ” La operación del pharmakon es
la que dispone las condiciones de la desaparición de un sujeto en la
medida que éste último se debate con algo intolerable que lo deja
librado al espanto” -A mi papá no le interesa si me mato-, dice
C. ”Que algo se haya constituido como un intolerable, que no pueda
ser asumido dentro de una realidad simbólica sería una condición
fundamental para que se sostenga una operación de pharmakon”.
Bibliografía consultada
Bibliografía consultada
Quevedo Silvia. ¿Qué suplen las drogas? Publicado en Boletín Nº11 del Centro de Día Carlos Gardel. Julio de 2011.
Le Poulichet Sylvie. “Toxicomanías y Psicoanálisis. Las narcosis del deseo”. Caps 1 y 2. Anagrama editores. 1990.
Freud Sigmund. “El malestar en la cultura” (1930) Obras completas. Tomo XXI. Amorrortu editores
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