Mario Kameniecki1
En
lo que sigue intentaremos abordar algunas cuestiones vinculadas a los
fracasos en la posibilidad de iniciar un tratamiento en el campo de
los consumos problemáticos de drogas; lo haremos de una manera un
tanto condensada, como aproximación, siendo que estas ideas forman
parte de un trabajo más extenso que toca no solo los problemas
relacionados al consumo de sustancias sino a los de la clínica
contemporánea.
Los
que trabajamos en ámbitos institucionales que en su entrada exhiben
un cartel que lleva la inscripción centro
de tratamiento para las adicciones, u
otra parecida, sabemos que las personas que buscan atención lo harán
orientados por ese nombre, el nombre de lo que podemos denominar con
otros autores, clínica monosintomática. Así, cada vez que alguien
accede a un centro con ese tipo de nombres se refuerza, por así
decir, su pertenencia al colectivo “adictos”. Pareciera algo
inevitable. Pero, aunque no es este el aspecto del que nos ocuparemos
aquí, no deja de vincularse con algunos de los puntos que siguen,
ya que esto no es otra cosa que la autosegregación contemporánea de
lo mismo.
Cuando
recibimos a alguien que nos consulta por sus problemas con el consumo
de sustancias, en general, nos encontramos que lo que trae en su
pedido no constituye un síntoma – en el sentido que tiene para el
psicoanálisis. No aparece de entrada en su discurso algo que no
sepa, que desconozca, que ignore, o que escape a su entendimiento,
sobre el motivo que lo lleva a consumir o a no poder cesar en el
mismo; no surge algo que pueda hacer pensar en un enigma, en una
dimensión de desconocimiento -una dimensión inconciente- que
pudiera estar en el origen o en el devenir de su consumo que se ha
tornado para él en problema. Habitualmente se trata de algo que les
molesta, hasta cierto punto, pero que también los satisface. Piden a
menudo una intervención casi quirúrgica de quien los escucha, algo
así como: “me puede sacar esto, y que
no me duela?”. Entonces, si
preguntamos por qué no pueden dejar el consumo responden “porque
soy adicto”. Ahora bien, es necesario
aclarar que esta respuesta es independiente de las categorías ya
clásicas de uso, abuso y dependencia, ya que estas personas no
siempre responden a los criterios de adicción – es decir de
dependencia-
, de acuerdo al DSM. Por lo cual, tenemos que pensar que la impronta
del nombre adicto,
tiene un peso importante en este campo de problemas. Es algo que, no
pocas veces, otorga un lugar en el Otro, lo cual no es poca cosa en
nuestra época. Convengamos además, que se trata en estos casos de
una forma o modalidad de goce – propia de nuestro tiempo- que no
pasa por el Otro sexo, por el partenaire sexual, que saltéa el
intercambio con el Otro, y que no cuenta con el soporte del
fantasma.
Pero
así como se presentan sin síntoma –es decir, el consumo de
drogas no es un síntoma (formación de compromiso)- , por lo cual no
queda para nada claro de entrada cual es la demanda, tampoco les
resulta sencillo entrar en o establecer transferencia. Y este es un
problema clínico de peso, ya que sin transferencia es difícil, por
no decir imposible, que algo del psicoanálisis pueda operar. Falta
aquí la triada de la neurosis: síntoma-demanda-transferencia.
Desde que leímos a Massimo Recalcalti2
que trabaja este tema de manera clara y precisa entendemos que la
cuestión preliminar
- forma parte del nombre de su texto que correlaciona a “De una
cuestión preliminar…” de Lacan con los problemas de los síntomas
de la época - tiene bastante que ver con esta clínica, es decir,
que hay algo en estas presentaciones que nos evocan en ciertos puntos
a la psicosis – más allá que se trate o no de esas estructuras
clínicas (volveremos sobre esto). Hay algo en estas modalidades de
presentaciones clínicas – y no olvidemos que Recalcati, además de
otros autores, hablan de “nuevos síntomas”, o “nuevas
presentaciones clínicas”, para referirse a una serie de problemas
actuales que, entre otros, incluyen a las toxicomanías- , que nos
hacen pensar que no son reductibles a la lógica del síntoma
neurótico, en el cual quien consulta, a menudo, puede ubicar cierto
punto de desconocimiento en su padecimiento, que esto implique una
demanda y que busque un saber supuesto a un sujeto – habitualmente,
dirigidos a quien consulta.
Estas
modalidades clínicas nos hacen pensar más en la psicosis que en la
neurosis, o también en las neurosis que Freud llamó actuales3
(diferenciándolas de las de
transferencia). En esta clínica – en
estas presentaciones- no encontramos la dialéctica de la represión
y el retorno de lo reprimido, no hay tampoco asociaciones que remitan
a contenidos inconcientes, y el sujeto no tiene mucho para decir,
excepto, en general... lo que le pasa en relación al consumo.
Varias
son las cuestiones que abren estos puntos. Si un sujeto no consulta
por un síntoma, ¿por qué consulta? Si un sujeto no establece
transferencia, ¿cómo operar desde las referencias del
psicoanálisis? Si no hay demanda, ¿qué podemos hacer? Estas, y tal
vez otras, son preguntas que se nos imponen aquí. Pero en esta
clínica en lugar de síntoma, hay angustia.
Recalcati
propone – en un contrapunto entre lo que llama clínica
de la falta y clínica
del vacío- algunas operaciones
preliminares
de alojamiento, de inclusión. Son previas a la posibilidad de un
tratamiento, pero, hay que decirlo, son sus condiciones de
posibilidad, y confluyen en lo que él llama rectificación
del Otro.
Este
autor también ilustra y explica lo que se opone a ellas – a esas
condiciones de posibilidad. Trataremos de avanzar algo más,
precisamente en esta dirección; intentaremos dar cuenta de algunas
de las razones que a veces hacen que las operatorias de inclusión en
algunos sujetos no funcionen, fracasen.
Se
solía escuchar hace algunos años a colegas que decían que muchos
de estos sujetos con problemas de adicción no tenían demanda por
lo cual no era posible un tratamiento desde el psicoanálisis. Esto
daba cuenta del registro de aquello que estamos desarrollando. Ya
hemos dicho que no pocas veces nos encontramos con este panorama y
sin embargo intentamos realizar algunas maniobras de alojamiento
apostando a un tratamiento posible. No obstante, a veces no dan
resultado y no son pocos los que se interrogan – los que nos
interrogamos- al respecto. ¿Habré hecho lo correcto? ¿Habré
hecho lo suficiente para que el que consulta se quede? ¿Habré hecho
algo mal por lo cual el paciente abandonó en las primeras
entrevistas? Tampoco es inusual escuchar en estos ámbitos que todo
el peso de los fracasos recaiga del lado de quien consulta: esta
persona no quiere responsabilizarse por su goce, no quiere implicarse
en sus actos, y otras expresiones por el estilo – que no dejan de
tocar ciertos puntos de verdad. Es decir, nos encontramos con los dos
extremos: o la responsabilidad del fracaso es del analista o es del
paciente. Estas y otras cuestiones son elementos de la clínica
cotidiana de quienes trabajamos en este campo. Pero veamos algo más
de estas dificultades – remito a quien esté interesado al texto de
Recalcati- que obstaculizan la transferencia y limitan o no permiten
cierto cambio de posición respecto a la que presentan, o a cómo se
presentan cuando llegan, para que un tratamiento pueda tener lugar.
Podemos
decir que a estos sujetos les resulta difícil salir de una posición
de acting out –el consumo, y lo que este conlleva, es una
modalidad de acting, de acción-
, en la cual están más del lado del objeto; aunque no se trata del
objeto como caído, como eyectado, ya que en el acting out se
conserva la escena (imaginaria). Se trata que muestran
que tienen el objeto, que lo detentan. El problema, de acuerdo a
como lo pensamos, es que estos sujetos no pueden ubicar, o colocar el
objeto perdido (a)
en el Otro; no están dispuestos a
cederlo al campo del Otro – única manera de ir a buscarlo, a
pescarlo. Única manera también de ubicar el objeto en el lugar del
Otro y estar en una posición de “yo pienso” y no de “yo soy”
(aunque habría que plantearlo desde la negación como propone Lacan
en el seminario la Lógica del Fantasma: o “yo no pienso” o “yo
no soy”, desde la reformulación que hace del cogito).
Ubicar el objeto en el lugar del Otro, cederlo, implica colocarlo del
lado del analista. Lo que se registra en esta clínica es la negativa
a dar el objeto, a cederlo, a ponerlo del lado del Otro y así
establecer la transferencia –en los dos términos del nivel
superior del discurso del analista. Si esto no se logra, si esto no
se pone en juego, la transferencia no se establece, ya que el objeto
no queda del lado del analista sino que es retenido por el sujeto –que muestra ese objeto en el acting out, o se torna objeto caído–
en lo real –en el pasaje al acto. Tratar de moverlo de esa posición,
intentarlo, es tarea del analista – de quien ocupa ese lugar. La
experiencia nos enseña que eso no es posible en todos los casos; que
eso depende de la estructura clínica y del momento subjetivo
(sincronía y diacronía). Pero esto también está en sintonía con
la situación o el estado del discurso en la época. El momento
subjetivo podemos vincularlo con la diacronía, con el devenir y con
el acontecimiento, siempre contingente. El discurso de la época del
Otro deflacionado, devaluado, es solidario ni más ni menos que con
el llamado discurso capitalista
tal como fuera escrito por Lacan a principios de los años ´70. ¿Y
qué particularidad tiene este discurso?
En
rigor, que es un falso discurso o un seudodiscurso, ya que no hace
lazo social- y esto en sí mismo ya es una paradoja. Si no hace lazo
significa que el sujeto allí no se dirige a un otro, sino que está
sólo. Sólo con su cuerpo, es decir, con su plus de gozar (Lacan, en
Radiofonía y Televisión,
dice que nuestra época es la del ascenso al cenit del plus de
gozar). Otra manera de decirlo es que el sujeto está solo con el a
-y esto se puede entender de distintas maneras. Pero retomemos ahora
el punto de los fracasos en el tratamiento y para ello necesitamos
recordar algunas nociones brevemente. El sujeto se constituye en el
Otro; ¿qué quiere decir esto? Que no tiene elección- o que se
trata de una elección forzosa (Lacan)- que se inscribe sólo
alienándose en el Otro –operación de alienación. Este es el
precio que paga por el acceso a lo simbólico: se aliena. Pero, al
tener alienándose en un significante un estatuto en el Otro –
lugar del significante- , pierde algo definitivamente. La pérdida
que sufre es la del goce – que Lacan llamó a
– objeto
a. Es decir, al alienarse a un
significante para adquirir representación – y sentido- pierde
ser. A
este ser
perdido es al que va a ir a buscar mediante la repetición. La
operación del significante, su marca, se ha llevado un trozo del
sujeto – que, vía repetición, va a ir a buscar en el Otro (lo que
hace al movimiento de la transferencia). Pero esta operación de
alienación, de juntura con el Otro, tiene otras implicancias. A
veces en el sujeto falla la otra operación constituyente: la de
separación. El sujeto se constituye en estas dos operaciones –
alienación y separación-, que además se dan cada vez que hablamos.
Qué sucede si falla la separación? Una de las posibles
consecuencias es que el sujeto queda o permanece congelado, soldado a
un significante que no remite a otro para que lo represente. Estamos
aquí en la holofrase, el significante holofraseado. En la holofrase
S1 y S2 estarían soldados, no hay intervalo entre el par de
significantes primordiales – S1 y S2. Lacan en el seminario XI
plantea que esto lo encontramos en algunas situaciones (“en toda
una serie de casos”, dice): en el FPS, en la psicosis y en la
debilidad mental. Nuestra hipótesis, que adelantamos aquí aunque
faltaría desarrollarla, es que algo de la constitución subjetiva,
es decir de la estructura, se juega en los nuevos síntomas, con la
fuerte incidencia de la cultura de la época – el discurso- que
conlleva una suerte de demanda que genera una respuesta holofreaseada
del sujeto. Es decir, el sujeto responde a la demanda de modo
holofraseado. Y además, es como si todos respondieran por igual,
homogéneamente, a ciertos significantes del discurso y se tratara de
un holofraseo generalizado, cuyo resultado es que no hay afanisis del
sujeto. Si el sujeto no está en afanisis – si no desparece- , lo
que emerge es el objeto, el sujeto lo detenta, lo muestra o está
reducido al objeto – que puede manifestarse por el acting out o el
pasaje al acto. En el primer caso se trata de lo que ya mencionamos,
las presentaciones clínicas por el acting, en las cuales se torna
muy difícil alojar al sujeto – tal vez no sólo por su estructura
sino por lo que podemos llamar el momento subjetivo en que consulta –
la contingencia- , y en el cual se sustrae mediante una transferencia
salvaje (acting) de una transferencia psicoanalítica (neurosis de
transferencia). Proponemos la hipótesis del “holofraseo
generalizado” como coordenada de nuestra época que funcionaría
como una respuesta a la demanda imperativa de goce. Pero dónde la
ubicamos? Del lado de la psicosis, de la debilidad o del FPS? – la
serie de casos que indica Lacan, aunque aclara que la posición del
sujeto es diferente en cada uno de estos casos. Es una tentación
situarla del lado de la psicosis – sin demasiados filtros frente a
la invasión de goce, o tomada por Recalcati cuando compara la
cuestión preliminar;
sin embargo podríamos ponerla también del lado de la debilidad –
en su dimensión psicótica. Pareciera que en nuestra época, con los
nuevos fenómenos de masa (y entre ellos, aunque no únicamente, las
toxicomanías), el sujeto se funde en la masa frente a las demandas
sociales que las construyen y las ofrecen. Solo con observar lo que
sucede con algunos programas de TV que cuentan con teleaudiencias
masivas podemos constatar esta respuesta holofraseada en masa que se
sitúa más del lado de la debilidad que de la psicosis franca ¿Pero
qué implica esta hipótesis de la holofrase generalizada? ¿Que
todos los sujetos de la época posmoderna o hipermoderna son débiles?
Lacan habló de forclusión generalizada, y también del proletario
generalizado – esto último cuando plantea que el único síntoma
social es que todos somos proletarios “todos
proletarios”, donde toma la antigua
definición de proletario: el individuo con su cuerpo (no dice el
sujeto), y que se vincula con su formulación del discurso
capitalista, aquél que no hace lazo, aquél en donde no hay parejas
(amo-esclavo, alumno-profesor, histérica-maestro,
analista-paciente), aquél discurso que deshace los lugares, los
lugares se han perdido (no tiene disyunciones) y no queda claro desde
donde se comanda. Cuando proponemos esta hipótesis de la holofrase
generalizada estamos pensando en la clínica de los consumos
problemáticos y en la de los llamados nuevos síntomas, pero también
en la subjetividad de la época – con los nuevos síntomas que se
dan en los sujetos de la época. Tenemos la impresión que tal vez
podríamos hablar de una patología de la separación en este campo
de problemas, que nos muestra sujetos con respuestas holofraseadas,
que no permiten salir de la alienación quedando entrampados en un
Otro que no es tal, ya que solamente puede tomar su dimensión Otra
en la separación. Por eso se dice que en las toxicomanías se
trataría de un goce auto, sin Otro, ya que no habría separación –
que es lo que permite pasar por el Otro. Pero volviendo a la pregunta
planteada más arriba; ¿entonces se trataría de la época de la
debilidad generalizada?, ¿todos débiles? No sostenemos esta
formulación, por otra parte inquietante. Sí pensamos que algo de la
posición del débil en su dimensión psicótica – tomemos en
cuenta la relación simbiótica madre-niño en esos casos- se pone
en juego (que como le rectifica Lacan a Maud Mannoni no se trataría
de la unión o el pegoteo de sus cuerpos, sino de la falta de
intervalo entre S1 y S2 -la holofrase). No es casual que se trate de
la tendencia al universal, al borramiento de las diferencias, a
uniformar las diferencias en los modos de satisfacción, de borrar
las singularidades, que actualmente solamente parecen manifestarse en
las excepciones, en las hazañas, proezas (deportivas por ejemplo), o
en las barbaries – individuales o colectivas- (que también son
signos de excepción, de diferencia). Si resulta evidente que las
respuestas subjetivas a las demandas sociales son homogéneas,
uniformes (la misma ropa, las mismas marcas de productos, los mismos
programas de TV, los mismos lugares para vivir o ir de vacaciones,
los mismos consumos, y también… los mismos síntomas). ¿Cómo
explicar esta falla en la separación? Lacan, recordemos, en “De
una cuestión preliminar…”, propone la noción de psicosis
social, a veces, paradojalmente, dice
“compatible con el buen orden”. Se trata de psicosis sin
fenómenos psicóticos (delirio, alucinaciones), pero que
caracterizan de manera patente la subjetividad de la época: una
posición que se distingue por una experiencia de ausencia y
sentimiento de vacío, de inexistencia, insustancialidad, y
anonimato. Desde esta noción, la psicosis, no se reduciría o no se
agotaría en la exclusión del Otro, en su rechazo. Es más,
parecería que puede asumir formas de asimilación despersonalizada
del Otro devaluado de la época, que ya no ofrece ideales, S1
identificatorios. Se trataría de sujetos des-identificados, border
- recordemos los trabajos de Kernberg
y la noción de borderline,
como así también las personalidades como
sí, de Helene Deutsch; y si están
des-indentificados su consecuencia será la des-implicación, la
des-responsabilización. No tendrán deudas – son acreedores, a
ellos ese les debe, se lo merecen, etc. Su relación de rechazo al
Otro, en rigor es una falsa separación o seudoseparación; en su
rechazo a perder el objeto – a cederlo al campo del Otro - ,
permanecen en una posición de retenerlo, es más de reducirse al
mismo, y en los casos más graves, como desecho, basura – el sujeto
identificado a la Cosa (como objeto asimilado a la Cosa).
Agregamos
que en el contexto de la época del discurso capitalista donde el
objeto, o los objetos son de puro consumo, a consumir
permanentemente, la dimensión del don desaparece, y el objeto se
separa del signo (de amor) – ya que el don es signo de amor- y sólo
permanece la dimensión de este goce que no pasa por el Otro, que no
es regulado por el significante. Así, vemos una y otra vez,
individuos que consultan por esta relación con el consumo de
sustancias – plus de gozar breves, cortos, de rapidísima
consumación, y reiterados en una repetición constante y permanente.
Dicen a menudo que desean detenerse, parar, cesar, pero no pueden –
¿están dispuestos? ¿pueden? A veces no logran desandar el camino
del rechazo al Otro; rechazan la pérdida del objeto que implica la
mortificación del significante, por lo cual rechazan así toda
posibilidad de duelo, de un trabajo de duelo. Para que pueda haber
duelo tuvo que haber castración. Estos sujetos la rechazan – como
el discurso capitalista que la forcluye.
En
resumen, vemos en los fracasos para establecer transferencia y hacer
posible un tratamiento en personas con consumos problemáticos,
algunas condiciones que dificultan, obstaculizan y pueden hacer
fracasar su alojamiento. Las hemos puntuado brevemente tratando de
aproximarnos a lo que estaría en juego en estas dificultades.
Proponemos la holofrase como uno de los modos de respuesta del sujeto
ante las demandas del discurso de la época – imperativos, o
diríamos también, imperativos imperialistas- , con su mercado de
objetos- productos a consumir; holofraseado que sitúa al sujeto en
una posición de objeto, sin posibilidad de representación ante otro
significante, y por lo tanto sin acceso a la metaforización
(sustitución). Esta mostración o reducción al objeto – que, como
ya señalamos, puede adquirir la modalidad del acting out o del
pasaje al acto- pone de manifiesto la dificultad para ceder, ubicar
el objeto en el Otro. El sujeto parece no poder renunciar a su
negativa a inscribirse en el campo del Otro a cambio de una pérdida
de ser – y de goce. Esta negativa a pasar por el Otro lo deja
prácticamente pegado a un Otro que no es tal – como Otro
simbólico-, sino que deviene Otro del goce, y el sujeto paga el
precio al reducirse a objeto – el objeto no está perdido sino que
se encarna en el sujeto.
Entendemos
la holofrase como un modo de respuesta del sujeto; en la misma, no
desaparece detrás de un significante (S1), sino que, la cadena
desaparece como tal y el S1 está pegado al S2, por lo cual no hay
intervalo – en el cual se aloja el objeto- y es el sujeto que por
no estar en afanisis el que se hace o se reduce a objeto.
Pero
hay que decir que en las presentaciones clínicas de la época, aún
en las no afectadas por el consumo problemático de sustancias, es
decir que no recurren a prácticas ni técnicas químicas, nos
encontramos a menudo con sujetos en que se registra una suerte de
“patinaje” – no se nos ocurre otro término para expresar cómo
el significante patina, se desliza sin tope, no cesa de desplazarse,
no funciona el punto de almohadillado o es deficitario. Son sujetos
en los cuales la palabra carece de valor de pacto, el Otro no les
significa ninguna garantía. Pueden decir algo y desmentirse al rato.
Su decir no tiene consecuencias. Nos revelan, entre otras
cuestiones, cierta posición ética que muestra a las claras su
relación con lo real del goce, su rechazo a la castración y su
negativa a cualquier trabajo de duelo; en cierto modo constituyen
posiciones neuróticas que están más cerca de la holofrase que de
la dialéctica de lo reprimido y el retorno de lo reprimido
(metáfora). Se hace patente un rasgo del ser hablante, muy acentuado
en la época del discurso capitalista, en la cual observamos una
tendencia orientada a alejar el riesgo del deseo y preferir estar al
amparo de un goce asegurado que pueda taponar la falta en ser de la
existencia y de su contingencia. Lo pensamos como una cierta manera
de evitar el duelo, rechazarlo, que en lugar de caer en la melancolía
tiene como efecto una disolución del deseo en un goce desobjetivado,
anónimo, ordinario, masivo, no en pérdida – que Lacan articula
en el discurso capitalista. Se trataría allí de un problema en la
operación de separación, quedando el sujeto alienado en el Otro en
un holofraseo - a veces de difícil salida. Por último, cabe
preguntarnos si la holofrase no sería un nombre de la forclusión.
1
Este texto es parte de un trabajo más amplio
sobre algunos aspectos de la clínica de los consumos problemáticos
y de los problemas que plantea la clínica de la época.
2
La cuestión preliminar en la época del Otro que no existe.
Este texto apareció en la edición No 258 de Ornicar? Digital –
Nouvelle Époque- Mayo 8 de 2004. Disponible en internet.
3
Como lo propone Paul Verhaeghe en su conferencia “El final de las
psicoterapias”. Traducción por Miguel
Martínez y Héctor Mendoza con autorización del autor. Texto
original: Dublin City University. Health 4Life Conference 2007.
Thinking, Feeling, Being: Critical Perspectives and Creative
Engagement in Psychosocial Health. 10-13
September 2007. http://www.dcu.ie/health4life/conferences/2007/
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