jueves, 18 de abril de 2013

Toxicomanías: entre un significante y un signo de interés por la diferencia absoluta


Lucas Horvath

En La cuestión preliminar en la época del Otro que no existe, Massimo Recalcati establece “una nueva cuestión preliminar” en relación al tratamiento de la Demanda. Pone en evidencia que la dimensión de la Demanda (pedido o pregunta que permitiría el surgimiento del sujeto del inconsciente como efecto de la cadena significante vía la transferencia) se encuentra elidida dentro de lo que él llama “síntomas contemporáneos”. En la actualidad, estas presentaciones responderían a una clínica del pasaje al acto, como forma de poder hacer con la angustia denotada como “falta” o “vacío”, no dirigiéndose a un Otro con una pregunta, quedando eludida la dimensión y el despliegue simbólico de la transferencia (la aparición de una incógnita: una “x” que busque ser despejada mediante el trabajo dialéctico de la búsqueda de una “verdad” sobre el padecimiento). ¿Cuál sería el estatuto de la palabra (parole- habla), el hablar a un Otro? ¿Cómo pasar del sin sentido de la angustia al sentido de un síntoma? ¿Cómo armar un síntoma? ¿Qué función cumple la transferencia? Esto implica pensar más que en una clínica de las toxicomanías, una clínica de la angustia. ¿Cómo lograr con este real fuera de todo sentido o significación, con aquello que está donde no debería (“presentificación del objeto a”, de la falta de la falta), un “saber hacer” por medio de otros recursos que no sean el consumo de una sustancia o pasajes al acto? Ejemplo: dirigirse a otro con una pregunta, sea la que sea, esto permite problematizar esa angustia, incluirla en el registro simbólico ¿Cómo hacer confluir la angustia con un síntoma, cómo volverla legible? La respuesta: vía la transferencia, hacer aparecer otra causa de dicho malestar o dicha angustia, que aparezca lo más singular y esto implica ir más allá del consumo. Así en el camino de sintomatizar la angustia, vía la transferencia, la pregunta por la causa de la angustia  ayuda a pensar esta posible sintomatización, volviéndose legible por el uso de un significante amo, un S1 prevalente al cual enlazar la angustia y así armar un sentido. Esto va a consistir en diferentes intervenciones no siempre calculadas por parte del analista para poder aislar estos S1 que se presentan buscando la posibilidad de la producción de un saber (S2).  Jacques Lacan plantea para ubicar el fenómeno de la angustia tres dimensiones: el mundo, la escena del mundo y la escena de la escena: “… primer tiempo, el mundo. Segundo tiempo, la escena a la que hacemos que suba este mundo… la historia.”1 y “… la imagen especular la encontramos en la escena dentro de la escena.”2 A su vez define a la angustia como “este fenómeno de borde, que lo encuentran… en aquella ventana que se abre, marcando el límite del mundo ilusorio del reconocimiento, el que llamo escena…”3 produciéndose “la partida (del sujeto)…el paso de la escena al mundo.4
El caso que aquí se presenta, sus primeras entrevistas, fueron tomadas en el CCGardel del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La toxicomanía considerada como un recurso o “respuesta feliz” frente a la angustia hace que uno se pregunte qué sucede cuando la persona decide dejar de consumir, cuando decide “mantenerse limpio”. En el caso que se presenta, el resultado va ser: la aparición de una angustia masiva, donde habría una “… fuga en el sujeto… que allí se lanza a esa salida de la escena, esa partida errática hacia el mundo puro…”5 El paciente se presentó en la primera entrevista bajo lo que él denominó: “una abstinencia voluntaria porque tengo que creer en mí, pero no me siento bien, estoy muy ansioso”. Se presentó con una pregunta puntual: “Quiero saber por qué consumo”. Así el paciente S. dice: “Vengo a ver por qué consumo, no logro entenderlo. Además, soy electricista matriculado, hice un curso para poder sacar la matrícula pero nunca lo fui a buscar. Estoy sin trabajo. Soy inconstante, me pierdo. Hace un mes y pico que no consumo”. Se le pregunta por qué dejó de consumir hace un mes y medio, dice: “Tengo 27 años y tengo un hijo. Las últimas veces no podía dormir pensando en ¿Por qué consumo? Alguien me hacía enojar y me iba con la moto rápido a consumir. Mi mamá me dice que cuando estoy todo el día tirado, sin hacer nada me voy directo a consumir”. Siguiendo con su historial en relación al consumo establece que: “Dejé cuando mi mujer estaba embarazada. El consumo comenzó a ser esporádico y luego se fue acrecentando. Empecé a faltar al trabajo. Ellos no querían que me fuera. Yo le decía al hijo del dueño que tenía muy buena onda que al yo haber faltado tanto, que no le quería hacer perder plata, ¿hay gente que no consume y me mantenés a mí? Me terminaron echando y arreglé un dinero”. Se le pregunta por qué dejó su trabajo. “No me gustaba ser el único colgado que consumía. Le dije una boludez como que estaba deprimido”. Primera Intervención: Se le responde con una pregunta: ¿Por qué pensás que estar deprimido es una boludez? Te pasaron unas cuantas cosas en este momento, perdiste tu familia, el trabajo, no fuiste a retirar tu matrícula; parecería que te pasan más cosas que el solo hecho de consumir.Tomando los dichos del paciente puede leerse que éste se encuentra en una posición de objeto, puede leerse un carácter melancólico de la demanda “… donde el sujeto se eclipsa y el todo se revela como nada”6. S. viene con una pregunta, que pareciera tener el carácter de un S1, donde no se busca un saber (S2) sobre el asunto, solo busca describir los infortunios que S. pasó por culpa del consumo eludiendo la dimensión de la angustia. El punto es pensar ¿qué valor de enunciación puede darse a esta pregunta? ¿Lo tiene? ¿Esta pregunta se dirige a un Otro? Por consecuencia, ¿Es el despliegue de un amor al saber, aquello que Lacan define como transferencia simbólica? Parecería que no. Así frente a la presentación del paciente, un cambio significativo de la oferta (por parte del analista) puede potencializar la posibilidad de una demanda de cura como tratamiento preliminar de la Demanda, poniendo énfasis en la palabra preliminar. Entonces ¿depende de la indocilidad del “síntoma actual” o de la posición del analista frente a la escucha (transferencia)? ¿Cómo hacer para que esta pregunta con el carácter de S1 logre una articulación necesaria con la dimensión de la enunciación? Las intervenciones “no siempre calculadas” van a ser fundamentales para que esto se produzca. A su vez aparece un Otro (Madre) que encarna aquel que sus dichos son ley y oráculo de las acciones del paciente ¿Cómo intervenir en este punto? ¿Cómo poder ubicarse como un otro Otro para que se desarrolle el fenómeno transferencial? A lo largo de las próximas entrevistas pueden empezarse a ubicar algunos efectos de la intervención anterior: “Mis papás se separaron cuando yo estaba en la panza de mi mamá. Hasta los catorce años viví con mi mamá, con la que volví a vivir ahora. Luego me fui a vivir con mi papá y mi hermano, con su nueva mujer, ella nos trataba mal y como mi viejo era un cagón y no le ponía los puntos, nos alquiló un departamento al lado del suyo. Ahí viví hasta que no aguante más porque mi hermano era re sucio, consumía, entonces me fui a lo de un amigo. Ahí empecé fumando marihuana y después a consumir cocaína. Además a los catorce años tuve un intento de suicidio.” Se le pregunta el por qué del intento de suicidio a los 14 años a lo que responde: “No me acuerdo de nada de mi infancia. No tengo recuerdos. Parece que tengo borrada la memoria. Lo que te puedo decir es lo que me dijo mi vieja, ella se acuerda de todo pero yo no. Mi mamá dice que yo cambié después de haberme ido a vivir a lo de mi viejo. Fue un día que estaba alcoholizado tenía un dolor en el pecho terrible. No me podía dormir, entonces intenté suicidarme. Antes de venir a pedir ayuda al centro tuve la misma sensación”. Se busca situar qué es este “antes de venir a pedir ayuda” y refiere que estas sensaciones volvieron luego de haber dejado el consumo de un día para el otro: “Sentía cosas feas, como ganas de nada. Me cambió el ánimo. Era un día a la noche y no podía dormir, me apareció esa sensación de angustia y me sentí muy mal, le digo a mi mamá que me sentía muy bajoneado que no podía dormir entonces ella me dijo que me levante y la acompañe a una farmacia, compramos valeriana y me sirvió mucho hablar con ella, me relajó charlar. Llegué a la conclusión que si consumo me defraudo a mí mismo. Es mi última oportunidad, tengo que hacer todo ahora por mi futuro y por el de mi hijo. Es mi última oportunidad”. Se le dice que muchas veces hablar sirve para el bajón, para las ganas de nada y que hablar es ganas de algo y que es la mejor forma de pedir ayuda tanto en su casa como con un profesional. Se lo cita para el próximo día y también se le hace saber que “si quiere saber por qué consume” es importante que además de tener su terapia sería importante que vaya a “hablar” con el psiquiatra que puede ayudarlo en esa sensación fea que él no soporta. A su vez vuelve a aparecer el tratamiento de la angustia, de aquello no velado, por vía del acto. ¿Se avecina aquel pasaje al acto realizado a los catorce años?  No hay que olvidar que el paciente había dejado de consumir un mes y medio antes (le falta este recurso para el tratamiento de lo real por lo real), la operación del pharmakón como repliegue narcisista frente a una “hemorragia psíquica”. A la intervención de “es importante hablar”, se implementaron otro tipo de recursos como el aumento de sesiones, se llegó a verlo tres veces por semana (por un lapso de dos meses) y el recurso de la medicación. La función utilizada por el analista frente a un posible pasaje al acto: cómo hacer entrar en juego en este caso lo que Lacan llamó el deseo del analista (¿posibilidad de que la palabra deje de causar efracción y ayude a anudar o velar aquello que se repite en acto?). Frente a la presentificación del objeto a, aquello que debe quedar velado tras el fantasma (escena) “… la angustia es su única traducción subjetiva”7 y el “actuar es arrancarle a la angustia su certeza…”8 A su vez Lacan establece el tratamiento de la angustia vía el pasaje al acto: “… desde el lugar de la escena, en la que como sujeto fundamentalmente historizado… se precipita y bascula fuera de ella”9. Así frente a la posibilidad del tratamiento de lo real (angustia) vía lo real (pasaje al acto) se le da un lugar, se le da un SIGNO (no un significante) de interés por parte del analista de alojar dicho objeto, deseo impuro (el amor real fuera de toda ley, fuera de todo ideal, entra en juego) que en la repetición misma busque la diferencia absoluta. El punto es ¿cómo poner un coto al goce y no por vía de la prohibición o del tener que hacer (donde caería la intervención “ayuda hablar”)? A partir de esta intervención de “no dejar caer”, de “tomar la mano” por parte del analista, el consumo pasó a un segundo plano en las próximas entrevistas y S. pudo empezar a desplegar sus grandes inconvenientes para poder relacionarse con su madre, la madre de su hijo y su novia, con las consecuencias que una discusión producía en él. De la mujer de su hijo dirá: “tiene un hijo con un obrero no con un empresario. Trato de que entienda que hago lo que puedo. Cuando discutía con la mamá de mi nene, aceleraba con la moto. Eso me servía para despejar y después me voy a consumir. Se daba todo de golpe y después me preguntaba ¿por qué, por qué, por qué?” De su novia actual dirá: “este último tiempo también estuve mal. Me comporté mal y mi mal humor después del consumo. La empecé a llamar y llamar después de haber dejado de consumir, pero ella empezó a alejarse. Me decía que quería estar conmigo y que no quería, era un sí y no todo el tiempo. Esto me tenía muy mal”. Se le pregunta cómo queda después de confrontar con estas situaciones. “Es un bajón, tengo altibajos, trato de estar a full para no parar y no pensar. Trato de estar ocupado para estar cansado. Si estoy al pedo la paso a buscar. Después de la última vez que hablé acá pude dormir mejor. Pero con mi novia, la mujer de mi nene y con mi vieja me pasan cosas parecidas.” Le pregunto qué es lo que lo lleva a estar a full y no pensar, dice: “Opinan demasiado. Con mi vieja y la mujer de mi nene nunca pude confrontar, abría la puerta, me cargaba y me iba. Busco llegar a un acuerdo. Con mi mamá y con la mamá de mi nene no cumplo más caprichos”. Se intervino diciendo:Cuántas minas tenés” a lo cual el paciente se ríe. En la próxima entrevista viene diciendo: “me vas a matar por lo que te voy a contar, me mandé una cagada. Estaba en la moto con mi novia y su hija y un auto me encerró. Me le acerco al auto y mi intención es tocarle la ventana y pedirle explicaciones pero le terminé rompiendo el vidrio, se lo dejé todo astillado. El del auto parece que se asustó y se fue. Está mal reaccionar así, estaba la nena. Me arrepiento siempre, primero soy un calentón, me cargo y después me arrepiento. ¿Sabés una cosa?, igual mi novia me dijo que no fue así, que yo busqué romper el vidrio, que estaba re enojado y fui a rompérselo. Me quedé pensando con esto”. ¿Te pasó antes esto? “Si muchas veces”. Así comienza a relatar una serie de situaciones donde él se pone en riesgo constante para ayudar a un amigo, primo o hermano frente a las injusticias producidas por una mujer “x”. En el “me vas a matar” dirigido al analista parecería que el relato empieza a virar incluyéndolo. Forma de empezar a poner un coto a la angustia. El paciente buscando un reto se encuentra con una pregunta, con un lugar vacío que no implique una respuesta esperada sino la diferencia.  Se le pregunta el por qué de su accionar cuando todas las situaciones no tenían que ver con él directamente, cuando había otro hombre llámese: amigo, primo o hermano, los cuales podían hacerse cargo de la situación. ¿Qué es lo que a él lo lleva a responder frente a situaciones en las que él es sólo un espectador? A la semana siguiente viene a la consulta, al verlo le comento que lo veo mucho mejor de cara, que se lo ve más relajado (comenzó con la medicación recetada por el psiquiatra, quien recetó un estabilizador del ánimo). Me comenta que se siente mejor pero que esta semana discutió con su madre “una de mis mujeres como las llamamos la semana pasada” (me dice riéndose): “Sabés que me estoy agarrando mucho con mi vieja. Es buena pero está media loca. El marido de ella me dijo: esta es la que se tiene que atender. Tuve una discusión esta semana donde me decía que era un drogadicto y que yo nunca iba a salir de esto. Me pincha para que reaccione. No puedo estar todo el día con mi vieja, se la da de psicóloga, de abogada. Me quedo super cargado y le digo que voy a hacer las cosas que corresponden, no como ella las piensa. Dejé el cargador del celular en el living y me fui a dormir. Entró a mi pieza y me lo reboleó”. Se le pregunta del por qué de un constante explicarse y querer hacerse entender frente a su madre cuando el admite que está un poco loca. Se le dice que si charlar con su madre en algunas situaciones es muy útil, no lo tiene porque ser en todas. Puede ser interesante que elija cuáles serían las conversaciones o discusiones en las que él pueda participar. Se le dice: “Capaz que con tu vieja hablar siempre no es la solución, sino terminas siendo vos el cargador. Te quedás cargado”. Al finalizar la sesión me comenta: “Sabés que mi vieja me dijo lo mismo que vos cuando llegué: que me veía mejor porque no consumía. Le digo: “Yo te dije que te veía bien, no pensé en el consumo.” Cargado, cargador no buscan ser interpretaciones de tipo metafórico, porque más allá de su equivocidad significante, responden a la posibilidad de lograr un alojamiento, un S1 que intentará en las próximas sesiones ligarse a otras representaciones o poner un marco a la angustia. A la próxima sesión comenta que pensó aquello de elegir sus batallas, de pensar cuando es necesario hablar o dejar que la carga de su madre siga de largo. Frente a una situación donde su madre lo comenzó a insultar, él le responde: “Vos estás muy cargada. Se lo dije irónicamente (me aclara). Yo con vos así no voy a hablar”. Se le pregunta por la respuesta de su madre: “Fue calmándose sola y después una seda. Lo que pasa es que es muy negativa. Me confunden sus respuestas”. Me muestra un mensaje de texto enviado por su madre que decía: “Me encanta como estás, estás mostrando tu yo auténtico y natural, que lindo que puedas demostrar lo que sos verdaderamente”. Me comenta: “Está muy mal mi vieja, me tira dos mensajes opuestos, primero me dice que soy un drogón y que no voy a salir nunca de esto y ahora me tira esto”. Se le dice que capaz que su vieja no sabe quién es él. Se le pregunta ¿quién cree que es él? “Un tipo familiero, compañero, que ayuda a los demás y no esa asquerosidad que era en el consumo”. Frente a este mensaje de texto él le responde con otro mensaje: “¿Estás bien?” ¿Intentos de barrar a un Otro que se muestra siempre completo y caprichoso con su ley mediante métodos simbólicos y no reales? ¿Intentos mediante la ironía de hacer un coto a las exigencias de un Otro materno? Daría la impresión que la palabra comenzó a tener otro tipo de valor no solo el de efracción, puede haber un juego con las mismas, primera forma de limitar a “sus minas” sin la ayuda de un consumo que según palabras de él: “Me deja sin nada, sin mi trabajo, sin mi hijo y sin mi”.
Primeras entrevistas de posibles entrevistas preliminares. Mediante estas intervenciones se buscó la posibilidad de establecer una demanda de tratamiento que recién ahora puede ubicarse. Esto implicó no caer en la pregunta “trampa” de “¿Por qué consumo?” Ya que la dimensión del acto, leído de manera retroactiva va a determinar el valor de los dichos estableciendo la diferencia entre enunciado o enunciación. A su vez lo importante de  pensar que la clínica en la actualidad impone un cambio radical en la oferta que puede brindar el analista: ¿Qué Otro estamos en capacidad de ofrecer al sujeto? ¿Cuál Otro- partenaire estamos en capacidad de ser para un sujeto que se presenta con un exceso de goce que parece poner en entredicho el poder de la palabra? ¿Qué intervenciones realizar cuando la palabra en vez de ser médium, efracciona? Esto exige un desarrollo primero (previo a preliminar) que puede introducir un Otro diferente del Otro traumático por excesiva presencia o por excesiva ausencia que el sujeto ha encontrado en su propia historia: el deseo del analista, el alojamiento de ese objeto real que debería velarse, como un signo (no un significante) de interés por la diferencia absoluta (fuera de la repetición), recurso fundamental para no caer en posiciones contra- transferenciales propias de esta clínica y consecuentemente la expulsión del paciente. A su vez, la posibilidad de pensar que el síntoma sólo surge vía la transferencia, permite ubicar al consumo de sustancias como “síntoma social”, significante 1 (S1) que viene de un Otro Social que sanciona dicha práctica como algo a abolir o prohibir, dificultando así el surgimiento de una incógnita sobre el deseo del Otro, una “x” que toma valor como incógnita en pos del despliegue de un saber. Así la transferencia “… es una falta, no en oposición al error… una falta dichosa que va a permitir al analista tener acceso a lo que no puede decirse… se logra así que este amor haga aparecer… lo que estaba oculto a los dos, el analizante y el analista, anudados al significante.”

1 LACAN, J. (1962- 63): La Angustia, El Seminario de Jacques Lacan Libro 10, México, Paidós, 2006, pág. 43.
2 Op. cit. p. 47
3 Op. cit. p. 121
4 Op. cit. p. 129
5 Op. cit. p. 129
6 Recalcati, M. La cuestión preliminar en la época del Otro que no existe, Ornicar, 2004 pág. 4.
7 LACAN, J. (1962- 63): La Angustia, El Seminario de Jacques Lacan Libro 10, México, Paidós, 2006, pág. 113
8 Op. cit. p. 88
9 Op. cit. p. 128

Otra bibliografía
LAURENT, E. (1994): Entre transferencia y repetición, La Transferencia, Buenos Aires, Atuel, 1994, pág. 18.





1 comentario:

Pilar dijo...

Hola Lucas, te felicito por tu escrito, muy buena la articulación de los conceptos con el caso.
Saludos,
Pilar.