Lucas Horvath
En La
cuestión preliminar en la época del Otro que no existe, Massimo
Recalcati establece “una nueva cuestión preliminar” en relación
al tratamiento de la Demanda. Pone en evidencia que la dimensión de
la Demanda (pedido o pregunta que permitiría el surgimiento del
sujeto del inconsciente como efecto de la cadena significante vía la
transferencia) se encuentra elidida dentro de lo que él llama
“síntomas contemporáneos”. En la actualidad, estas
presentaciones responderían a una clínica del pasaje al acto, como
forma de poder hacer con la angustia denotada como “falta” o
“vacío”, no dirigiéndose a un Otro con una pregunta, quedando
eludida la dimensión y el despliegue simbólico de la transferencia
(la aparición de una incógnita: una “x” que busque ser
despejada mediante el trabajo dialéctico de la búsqueda de una
“verdad” sobre el padecimiento). ¿Cuál sería el estatuto de
la palabra (parole- habla), el hablar a un Otro?
¿Cómo pasar del sin sentido de la angustia al sentido de un
síntoma? ¿Cómo armar un síntoma? ¿Qué función cumple la
transferencia? Esto implica pensar más que en una clínica de las
toxicomanías, una clínica de la angustia. ¿Cómo lograr con este
real fuera de todo sentido o significación, con aquello que está
donde no debería (“presentificación del objeto a”, de la falta
de la falta), un “saber hacer” por medio de otros recursos que no
sean el consumo de una sustancia o pasajes al acto? Ejemplo:
dirigirse a otro con una pregunta, sea la que sea, esto permite
problematizar esa angustia, incluirla en el registro simbólico ¿Cómo
hacer confluir la angustia con un síntoma, cómo volverla legible?
La respuesta: vía la transferencia, hacer aparecer otra causa de
dicho malestar o dicha angustia, que aparezca lo más singular y esto
implica ir más allá del consumo. Así en el camino de sintomatizar
la angustia, vía la transferencia, la pregunta por la causa de la
angustia ayuda a pensar esta posible sintomatización,
volviéndose legible por el uso de un significante amo, un S1
prevalente al cual enlazar la angustia y así armar un sentido. Esto
va a consistir en diferentes intervenciones no siempre calculadas por
parte del analista para poder aislar estos S1 que se presentan
buscando la posibilidad de la producción de un saber (S2). Jacques
Lacan plantea para ubicar el fenómeno de la angustia tres
dimensiones: el mundo, la escena del mundo y la escena de la escena:
“… primer tiempo, el mundo. Segundo tiempo, la escena a la que
hacemos que suba este mundo… la historia.”
y “… la imagen especular la encontramos en la escena dentro de la
escena.”
A su vez define a la angustia como “este fenómeno de borde, que lo
encuentran… en aquella ventana que se abre, marcando el límite del
mundo ilusorio del reconocimiento, el que llamo escena…”
produciéndose “la partida (del sujeto)…el paso de la escena al
mundo.”
El
caso que aquí se presenta, sus primeras entrevistas, fueron tomadas
en el CCGardel del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La
toxicomanía considerada como un recurso o “respuesta feliz”
frente a la angustia hace que uno se pregunte qué sucede cuando la
persona decide dejar de consumir, cuando decide “mantenerse
limpio”. En el caso que se presenta, el resultado va ser: la
aparición de una angustia masiva, donde habría una “… fuga en
el sujeto… que allí se lanza a esa salida de la escena, esa
partida errática hacia el mundo puro…”
El paciente se presentó en la primera entrevista bajo lo que él
denominó: “una abstinencia voluntaria porque tengo que creer en
mí, pero no me siento bien, estoy muy ansioso”. Se presentó con
una pregunta puntual: “Quiero saber por qué consumo”. Así el
paciente S. dice: “Vengo a ver por qué consumo, no logro
entenderlo. Además, soy electricista matriculado, hice un curso para
poder sacar la matrícula pero nunca lo fui a buscar. Estoy sin
trabajo. Soy inconstante, me pierdo. Hace un mes y pico que no
consumo”. Se le pregunta por qué dejó de consumir hace un mes y
medio, dice: “Tengo 27 años y tengo un hijo. Las últimas veces no
podía dormir pensando en ¿Por qué consumo? Alguien me hacía
enojar y me iba con la moto rápido a consumir. Mi mamá me dice que
cuando estoy todo el día tirado, sin hacer nada me voy directo a
consumir”. Siguiendo con su historial en relación al consumo
establece que: “Dejé cuando mi mujer estaba embarazada. El consumo
comenzó a ser esporádico y luego se fue acrecentando. Empecé a
faltar al trabajo. Ellos no querían que me fuera. Yo le decía al
hijo del dueño que tenía muy buena onda que al yo haber faltado
tanto, que no le quería hacer perder plata, ¿hay gente que no
consume y me mantenés a mí? Me terminaron echando y arreglé un
dinero”. Se le pregunta por qué dejó su trabajo. “No me gustaba
ser el único colgado que consumía. Le dije una boludez como que
estaba deprimido”. Primera Intervención: Se le responde con una
pregunta: ¿Por qué pensás que estar deprimido es una
boludez? Te pasaron unas cuantas cosas en este momento, perdiste tu
familia, el trabajo, no fuiste a retirar tu matrícula; parecería
que te pasan más cosas que el solo hecho de consumir.Tomando
los dichos del paciente puede leerse que éste se encuentra en una
posición de objeto, puede leerse un carácter melancólico de la
demanda “… donde el sujeto se eclipsa y el todo se revela como
nada”.
S. viene con una pregunta, que pareciera tener el carácter de un S1,
donde no se busca un saber (S2) sobre el asunto, solo busca describir
los infortunios que S. pasó por culpa del consumo eludiendo la
dimensión de la angustia. El punto es pensar ¿qué valor de
enunciación puede darse a esta pregunta? ¿Lo tiene? ¿Esta pregunta
se dirige a un Otro? Por consecuencia, ¿Es el despliegue de un amor
al saber, aquello que Lacan define como transferencia simbólica?
Parecería que no. Así frente a la presentación del paciente, un
cambio significativo de la oferta (por parte del analista) puede
potencializar la posibilidad de una demanda de cura como tratamiento
preliminar de la Demanda, poniendo énfasis en la palabra preliminar.
Entonces ¿depende de la indocilidad del “síntoma actual” o de
la posición del analista frente a la escucha (transferencia)? ¿Cómo
hacer para que esta pregunta con el carácter de S1 logre una
articulación necesaria con la dimensión de la enunciación? Las
intervenciones “no siempre calculadas” van a ser fundamentales
para que esto se produzca. A su vez aparece un Otro (Madre) que
encarna aquel que sus dichos son ley y oráculo de las acciones del
paciente ¿Cómo intervenir en este punto? ¿Cómo poder ubicarse
como un otro Otro para que se desarrolle el fenómeno transferencial?
A lo largo de las próximas entrevistas pueden empezarse a ubicar
algunos efectos de la intervención anterior: “Mis papás se
separaron cuando yo estaba en la panza de mi mamá. Hasta los catorce
años viví con mi mamá, con la que volví a vivir ahora. Luego me
fui a vivir con mi papá y mi hermano, con su nueva mujer, ella nos
trataba mal y como mi viejo era un cagón y no le ponía los puntos,
nos alquiló un departamento al lado del suyo. Ahí viví hasta que
no aguante más porque mi hermano era re sucio, consumía, entonces
me fui a lo de un amigo. Ahí empecé fumando marihuana y después a
consumir cocaína. Además a los catorce años tuve un intento de
suicidio.” Se le pregunta el por qué del intento de suicidio a los
14 años a lo que responde: “No me acuerdo de nada de mi infancia.
No tengo recuerdos. Parece que tengo borrada la memoria. Lo que te
puedo decir es lo que me dijo mi vieja, ella se acuerda de todo pero
yo no. Mi mamá dice que yo cambié después de haberme ido a vivir a
lo de mi viejo. Fue un día que estaba alcoholizado tenía un dolor
en el pecho terrible. No me podía dormir, entonces intenté
suicidarme. Antes de venir a pedir ayuda al centro tuve la misma
sensación”. Se busca situar qué es este “antes de venir a pedir
ayuda” y refiere que estas sensaciones volvieron luego de haber
dejado el consumo de un día para el otro: “Sentía cosas feas,
como ganas de nada. Me cambió el ánimo. Era un día a la noche y no
podía dormir, me apareció esa sensación de angustia y me sentí
muy mal, le digo a mi mamá que me sentía muy bajoneado que no podía
dormir entonces ella me dijo que me levante y la acompañe a una
farmacia, compramos valeriana y me sirvió mucho hablar con ella, me
relajó charlar. Llegué a la conclusión que si consumo me defraudo
a mí mismo. Es mi última oportunidad, tengo que hacer todo ahora
por mi futuro y por el de mi hijo. Es mi última oportunidad”. Se
le dice que muchas veces hablar sirve para el bajón, para las ganas
de nada y que hablar es ganas de algo y que es la mejor forma de
pedir ayuda tanto en su casa como con un profesional. Se lo cita para
el próximo día y también se le hace saber que “si quiere saber
por qué consume” es importante que además de tener su terapia
sería importante que vaya a “hablar” con el psiquiatra que puede
ayudarlo en esa sensación fea que él no soporta. A su vez vuelve a
aparecer el tratamiento de la angustia, de aquello no velado, por vía
del acto. ¿Se avecina aquel pasaje al acto realizado a los catorce
años? No hay que olvidar que el paciente había dejado de
consumir un mes y medio antes (le falta este recurso para el
tratamiento de lo real por lo real), la operación del pharmakón
como repliegue narcisista frente a una “hemorragia psíquica”. A
la intervención de “es importante hablar”, se implementaron otro
tipo de recursos como el aumento de sesiones, se llegó a verlo tres
veces por semana (por un lapso de dos meses) y el recurso de la
medicación. La función utilizada por el analista frente a un
posible pasaje al acto: cómo hacer entrar en juego en este caso lo
que Lacan llamó el deseo del analista (¿posibilidad de que la
palabra deje de causar efracción y ayude a anudar o velar aquello
que se repite en acto?). Frente a la presentificación del objeto a,
aquello que debe quedar velado tras el fantasma (escena) “… la
angustia es su única traducción subjetiva”
y el “actuar es arrancarle a la angustia su certeza…”
A su vez Lacan establece el tratamiento de la angustia vía el pasaje
al acto: “… desde el lugar de la escena, en la que como sujeto
fundamentalmente historizado… se precipita y bascula fuera de
ella”.
Así frente a la posibilidad del tratamiento de lo real (angustia)
vía lo real (pasaje al acto) se le da un lugar, se le da un SIGNO
(no un significante) de interés por parte del analista de alojar
dicho objeto, deseo impuro (el amor real fuera de toda ley, fuera de
todo ideal, entra en juego) que en la repetición misma busque la
diferencia absoluta. El punto es ¿cómo poner un coto al goce y no
por vía de la prohibición o del tener que hacer (donde caería la
intervención “ayuda hablar”)? A partir de esta intervención de
“no dejar caer”, de “tomar la mano” por parte del analista,
el consumo pasó a un segundo plano en las próximas entrevistas y S.
pudo empezar a desplegar sus grandes inconvenientes para poder
relacionarse con su madre, la madre de su hijo y su novia, con las
consecuencias que una discusión producía en él. De la mujer de su
hijo dirá: “tiene un hijo con un obrero no con un empresario.
Trato de que entienda que hago lo que puedo. Cuando discutía con la
mamá de mi nene, aceleraba con la moto. Eso me servía para despejar
y después me voy a consumir. Se daba todo de golpe y después me
preguntaba ¿por qué, por qué, por qué?” De su novia actual
dirá: “este último tiempo también estuve mal. Me comporté mal y
mi mal humor después del consumo. La empecé a llamar y llamar
después de haber dejado de consumir, pero ella empezó a alejarse.
Me decía que quería estar conmigo y que no quería, era un sí y no
todo el tiempo. Esto me tenía muy mal”. Se le pregunta cómo queda
después de confrontar con estas situaciones. “Es un bajón, tengo
altibajos, trato de estar a full para no parar y no pensar. Trato de
estar ocupado para estar cansado. Si estoy al pedo la paso a buscar.
Después de la última vez que hablé acá pude dormir mejor. Pero
con mi novia, la mujer de mi nene y con mi vieja me pasan cosas
parecidas.” Le pregunto qué es lo que lo lleva a estar a full
y no pensar, dice: “Opinan demasiado. Con mi vieja y la mujer de mi
nene nunca pude confrontar, abría la puerta, me cargaba y me iba.
Busco llegar a un acuerdo. Con mi mamá y con la mamá de mi nene no
cumplo más caprichos”. Se intervino diciendo:“Cuántas
minas tenés” a lo cual el paciente se ríe. En la próxima
entrevista viene diciendo: “me vas a matar por lo que te voy a
contar, me mandé una cagada. Estaba en la moto con mi novia y su
hija y un auto me encerró. Me le acerco al auto y mi intención es
tocarle la ventana y pedirle explicaciones pero le terminé rompiendo
el vidrio, se lo dejé todo astillado. El del auto parece que se
asustó y se fue. Está mal reaccionar así, estaba la nena. Me
arrepiento siempre, primero soy un calentón, me cargo y después me
arrepiento. ¿Sabés una cosa?, igual mi novia me dijo que no fue
así, que yo busqué romper el vidrio, que estaba re enojado y fui a
rompérselo. Me quedé pensando con esto”. ¿Te pasó antes
esto? “Si muchas veces”. Así comienza a relatar una
serie de situaciones donde él se pone en riesgo constante para
ayudar a un amigo, primo o hermano frente a las injusticias
producidas por una mujer “x”. En el “me vas a matar” dirigido
al analista parecería que el relato empieza a virar incluyéndolo.
Forma de empezar a poner un coto a la angustia. El paciente buscando
un reto se encuentra con una pregunta, con un lugar vacío que no
implique una respuesta esperada sino la diferencia. Se le
pregunta el por qué de su accionar cuando todas las situaciones no
tenían que ver con él directamente, cuando había otro hombre
llámese: amigo, primo o hermano, los cuales podían hacerse cargo de
la situación. ¿Qué es lo que a él lo lleva a responder frente a
situaciones en las que él es sólo un espectador? A la semana
siguiente viene a la consulta, al verlo le comento que lo veo mucho
mejor de cara, que se lo ve más relajado (comenzó con la medicación
recetada por el psiquiatra, quien recetó un estabilizador del
ánimo). Me comenta que se siente mejor pero que esta semana discutió
con su madre “una de mis mujeres como las llamamos la semana
pasada” (me dice riéndose): “Sabés que me estoy agarrando mucho
con mi vieja. Es buena pero está media loca. El marido de ella me
dijo: esta es la que se tiene que atender. Tuve una discusión esta
semana donde me decía que era un drogadicto y que yo nunca iba a
salir de esto. Me pincha para que reaccione. No puedo estar todo el
día con mi vieja, se la da de psicóloga, de abogada. Me quedo super
cargado y le digo que voy a hacer las cosas que corresponden, no como
ella las piensa. Dejé el cargador del celular en el living y me fui
a dormir. Entró a mi pieza y me lo reboleó”. Se le pregunta del
por qué de un constante explicarse y querer hacerse entender frente
a su madre cuando el admite que está un poco loca. Se le dice que si
charlar con su madre en algunas situaciones es muy útil, no lo tiene
porque ser en todas. Puede ser interesante que elija cuáles serían
las conversaciones o discusiones en las que él pueda participar. Se
le dice: “Capaz que con tu vieja hablar siempre no es la
solución, sino terminas siendo vos el cargador. Te quedás cargado”.
Al finalizar la sesión me comenta: “Sabés que mi vieja me dijo lo
mismo que vos cuando llegué: que me veía mejor porque no consumía.
Le digo: “Yo te dije que te veía bien, no pensé en el consumo.”
Cargado, cargador no buscan ser interpretaciones de tipo metafórico,
porque más allá de su equivocidad significante, responden a la
posibilidad de lograr un alojamiento, un S1 que intentará en las
próximas sesiones ligarse a otras representaciones o poner un marco
a la angustia. A la próxima sesión comenta que pensó aquello de
elegir sus batallas, de pensar cuando es necesario hablar o dejar que
la carga de su madre siga de largo. Frente a una situación donde su
madre lo comenzó a insultar, él le responde: “Vos estás muy
cargada. Se lo dije irónicamente (me aclara). Yo con vos así no voy
a hablar”. Se le pregunta por la respuesta de su madre: “Fue
calmándose sola y después una seda. Lo que pasa es que es muy
negativa. Me confunden sus respuestas”. Me muestra un mensaje de
texto enviado por su madre que decía: “Me encanta como estás,
estás mostrando tu yo auténtico y natural, que lindo que puedas
demostrar lo que sos verdaderamente”. Me comenta: “Está muy mal
mi vieja, me tira dos mensajes opuestos, primero me dice que soy un
drogón y que no voy a salir nunca de esto y ahora me tira esto”.
Se le dice que capaz que su vieja no sabe quién es él. Se le
pregunta ¿quién cree que es él? “Un tipo familiero, compañero,
que ayuda a los demás y no esa asquerosidad que era en el consumo”.
Frente a este mensaje de texto él le responde con otro mensaje:
“¿Estás bien?” ¿Intentos de barrar a un Otro que se muestra
siempre completo y caprichoso con su ley mediante métodos simbólicos
y no reales? ¿Intentos mediante la ironía de hacer un coto a las
exigencias de un Otro materno? Daría la impresión que la palabra
comenzó a tener otro tipo de valor no solo el de efracción, puede
haber un juego con las mismas, primera forma de limitar a “sus
minas” sin la ayuda de un consumo que según palabras de él: “Me
deja sin nada, sin mi trabajo, sin mi hijo y sin mi”.
Primeras
entrevistas de posibles entrevistas preliminares. Mediante estas
intervenciones se buscó la posibilidad de establecer una demanda de
tratamiento que recién ahora puede ubicarse. Esto implicó no caer
en la pregunta “trampa” de “¿Por qué consumo?” Ya que la
dimensión del acto, leído de manera retroactiva va a determinar el
valor de los dichos estableciendo la diferencia entre enunciado o
enunciación. A su vez lo importante de pensar que la
clínica en la actualidad impone un cambio radical en la oferta que
puede brindar el analista: ¿Qué Otro estamos en capacidad de
ofrecer al sujeto? ¿Cuál Otro- partenaire estamos en capacidad de
ser para un sujeto que se presenta con un exceso de goce que parece
poner en entredicho el poder de la palabra? ¿Qué intervenciones
realizar cuando la palabra en vez de ser médium, efracciona? Esto
exige un desarrollo primero (previo a preliminar) que puede
introducir un Otro diferente del Otro traumático por excesiva
presencia o por excesiva ausencia que el sujeto ha encontrado en su
propia historia: el deseo del analista, el alojamiento de ese objeto
real que debería velarse, como un signo (no un significante) de
interés por la diferencia absoluta (fuera de la repetición),
recurso fundamental para no caer en posiciones contra-
transferenciales propias de esta clínica y consecuentemente la
expulsión del paciente. A su vez, la posibilidad de pensar que el
síntoma sólo surge vía la transferencia, permite ubicar al consumo
de sustancias como “síntoma social”, significante 1 (S1) que
viene de un Otro Social que sanciona dicha práctica como algo a
abolir o prohibir, dificultando así el surgimiento de una incógnita
sobre el deseo del Otro, una “x” que toma valor como incógnita
en pos del despliegue de un saber. Así la transferencia “… es
una falta, no en oposición al error… una falta dichosa que va a
permitir al analista tener acceso a lo que no puede decirse… se
logra así que este amor haga aparecer… lo que estaba oculto a los
dos, el analizante y el analista, anudados al significante.”