domingo, 8 de julio de 2012

Boletín Número 20 - Julio 2012


Boletín del Centro de Día Carlos Gardel
de Asistencia en Adicciones 
Publicación sobre prevención, asistencia, investigación,
capacitación y políticas públicas en drogadependencias
 Número 20 – julio/2012                                                 Ciudad Autónoma de Buenos Aires
  “Su propuesta es inaugurar un ámbito de información, participación, intercambio y pluralidad de opiniones con y entre profesionales del ámbito público dedicados al campo de las drogadependencias”. 


Estimados lectores: en este número del boletín del CCGardel contamos con un trabajo de un psicoanalista mexicano, Juan Luis de la Mora, que realiza una lectura sumamente interesante del consumo de drogas tomando, entre otras cuestiones, la referencia de la angustia. En segundo término, un texto de una asistente a uno de los seminarios de formación del Centro, Myriam Domene, con comentarios sobre un caso de la clínica. Por último, y por el hecho de haber comenzado a tratarse en la comisión de adicciones del congreso de la nación el debate sobre la despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal, con varios proyectos para modificar la legislación vigente, incluimos el comunicado de prensa de la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA). Cabe agregar que la despenalización ya cuenta desde hace unas semanas con la sanción favorable de la cámara de diputados, debiendo ser tratada ahora por el senado. La tendencia hacia la despenalización del consumo se encuentra entre los temas incluidos en las agendas políticas de los países latinoamericanos de los últimos años. En esa línea, algunos países ya han avanzado en esa dirección.


Contenidos


por Juan Luis de la Mora

por Myriam Domene

Asociación de Reducción de Daños de la Argentina 




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Este Boletín está editado por el equipo profesional del Centro Carlos Gardel del Área Programática del Hospital Ramos Mejía.
  
Editor responsable
Mario Kameniecki

Coordinación Editorial
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Graciela Alvarez
Gloria Blanco
María Josefina Copes
Osvaldo Damiani
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Consejo Editorial
Carlos Herbón,
Karina Kabul
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Lucrecia Laner

Relaciones Institucionales
Norma Morales
Héctor Pérez Barboza
Silvia Quevedo
Gustavo Zbuczynski.

Administración:
Diego Posse

Colaboran en este número
Juan Luis de la Mora
Myriam Domene

Auspiciado por:
Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires (AMM)
Asociación de Psicólogos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (APGCBA)
Comité de Drogadependencias de la Asociación Médica Argentina (AMA)
Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA)


ISSN 1851-3344

De prótesis y funámbulos


Juan Luis de la Mora

I.

Para Freud la cosa es clara: “La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa […] para soportarla no podemos prescindir de calmantes (‘Eso no anda sin construcciones auxiliares’ nos ha dicho Theodor Fontane)”1. Acto seguido, enumera y explica tres tipos de estas “construcciones auxiliares” (que yo he resaltado en la cita). Hay que decir desde el comienzo que, hoy en día, por ‘calmante’ se entiende automáticamente una droga: un ansiolítico o un sedante, una pastilla para soportar(se en) la realidad y poder dormir (¡la vigilia es tan intolerable que no podemos desprendernos de ella ni por unas breves horas!). Podemos pensar que la tercera de las clases de calmantes que describe Freud: las “sustancias embriagadoras”, a las que también llama “quitapenas”, resultaron las más exitosas con el paso del tiempo.
La asociación no es tan directa como la que refiero a los calmantes, pero por ‘construcciones auxiliares’ podemos entender una especia de prótesis orto-dóxicas. Me referiré a esto más adelante, pero antes quisiera regresar a la primera parte de la cita freudiana: “La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa”. Esta imposición recuerda inexorablemente la condición de estar-arrojado que describe Heidegger en Ser y tiempo2. Y en efecto, de lo que se ocupa Freud es de la angustia (‘Angst’), que Heidegger privilegia como el afecto fundamental que revela al ser para sí mismo. La angustia despierta cuando el Dasein (que igualaremos violentamente al sujeto del inconsciente para efectos de este texto) se enfrenta al Mundo, al Ahí de su estar-arrojado. Esta condición todavía no es la imposición de la que se queja Freud. Apenas es un estado previo, que, según Heidegger, provoca un darse-la-espalda: el sujeto huye de esa primera experiencia, se refugia en el mundo de la cotidianidad, de la ocupación y la familiaridad. Sólo desde ahí puede regresar a enfrentar la angustia, ahora armado con todo un arsenal de signos y significados para llamar ‘angustia’ a ese espanto original sin nombre ni límite que abre el Sujeto a la Nada.3
Me he permitido esta breve digresión, apretada y quizá demasiado simplificada, porque una forma de comprender ese mundo de lo familiar y lo cotidiano al que huye el Dasein cuando se da la espalda, es precisamente llamándolo memoria, historización: el proceso de recuerdo y olvido por el que cada sujeto es responsable y que no puede ser llevado a cabo sin dolor.

II.

Precisamente, Nestor Brausntein nos ofrece, en dos ocasiones, una lectura de ese proceso angustia → enajenación-apertura → retorno sobre la angustia (nominación). Al retomar en su Ficcionario de psicoanálisis (Siglo XXI, México: 2001) y en Memoria y espanto o el recuerdo de infancia (Siglo XXI, México: 2008) un recuerdo infantil de Julio Cortázar, más el relato, la narración que el propio Cortázar hace de ese recordar, Braunstein va tramando el nacimiento de un sujeto desde la memoria que, todos sabemos, nos viene del Otro. Recordemos que Heidegger repite que, respecto de su condición de estar arrojado en el mundo, el Dasein se precede a sí mismo.

Cortázar adviene al cuerpo que llevaba ya su nombre cuando despierta al horror, a la angustia:

Y entonces cantó un gallo, si hay recuerdo es por eso, pero no había noción de gallo, no había nomenclatura tranquilizante, cómo saber que eso era un gallo, ese horrendo trizarse del silencio en mil pedazos, ese desgarramiento del espacio que precipitaba sobre mí sus vidrios rechinantes, su primer y más terrible roc.
Mi madre recuerda que grité, que se levantaron y vinieron, que llevó horas hacerme dormir, que mi tentativa de comprender dio solamente eso; el canto de un gallo bajo la ventana, algo simple y casi ridículo que me fue explicado con palabras que suavemente iban destruyendo la inmensa máquina del espanto: un gallo, su canto previo al sol, cocoricó, duérmase mi niño, duérmase mi bien.4
No me detengo demasiado en el análisis que hace Braunstein de este relato. Baste señalar que la primera frase del pasaje (no he reproducido aquí el primer párrafo completo) es “La memoria empieza en el terror”. Eso es evidente en el recuerdo de Cortázar, como lo es también que el terror es calmado por la palabra del Otro, en este caso encarnado en la madre, que recuerda en lugar del infante aterrado y ofrece la nomenclatura que faltaba: es un gallo, nada más que un gallo que señalará de aquí en más el despertar de tu ser en este mundo, a esta vida tal y como te ha sido, ahora sí, impuesta.
Suponiendo que ha habido un otro que ofrezca esa nomenclatura, que haya arrimado palabras al incipiente sujeto, un otro que se constituya como Otro para que el sujeto pueda advenir a ese choque entre cuerpo y significante, de ahí en más es responsabilidad de ese nuevo ser el construir una historia, una bio-grafía sobre ese cuerpo. Con las palabras proustianas que recuerda el mismo Braunstein: cada sujeto debe escribir el libro que lleva dentro. Historizar es construir una forma de vida, en el sentido agambeniano del término. Lo contrario sería permanecer apenas un viviente, nuda vida. Y justamente Proust es ejemplo del altísimo costo que puede tener para un sujeto encarar esa responsabilidad: construir una forma de vida implica, necesariamente, dar la vida por ello.
Entonces, la palabra del Otro, en tanto simiente del sujeto, aparece en el espacio liminar que la angustia abre para el sujeto. La palabra es la primera y más fundamental construcción auxiliar. Ella le permite al sujeto decir “me angustio” o “ la vida se me impone como gravosa”. Pero esa construcción es como una cuerda floja, y el sujeto es una especie de fantástico funámbulo de lo Real: mantiene un precario equilibrio entre su constante re-construcción (o re-presentación: recuerdo, repetición) y su inevitable fracaso; entre la (pulsión de) vida y la (pulsión de) muerte; entre la memoria y el olvido.
Delgadísimo desfiladero entre la necesaria enajenación o desconocimiento, que Heidegger llama darse-la-espalda, y en el que ubica la apertura del mundo para el Dasein, por un lado, y el movimiento de retorno a enfrentar la nada desde esa identidad que se ignora a sí misma, sumida como está en lo familiar de la cotidianidad, por el otro. Pero incluso en el olvido, en el desconocimiento, en la represión, hay trabajo. Y éste no puede ser indoloro para el sujeto.

III.

Ese era, digamos, el modelo clásico. Pero regresemos al texto freudiano para hallar ahí una ominosa advertencia: “Los términos más interesantes de precaver el sufrimiento son los que procuran influir sobre el propio organismo […] el método más tosco, pero también el más eficaz para obtener ese influjo es el químico: la intoxicación”. Menudo profeta resultó aquel médico judío. Pues resulta que a partir del ascenso de la ciencia y el capitalismo como discursos imperantes en la modernidad, se le ofrece al sujeto la ficción de que puede escapar de su responsabilidad respecto de la historia, su historia. El toxicómano se toma ese espejismo muy en serio —no sé si se pueda decir aquí “al pie de la letra”, pues la letra es algo que tiene sin cuidado al toxicómano: quiere ubicarse más allá de toda vida y toda muerte; se niega a hacer ese recorrido desde la angustia, al mundo y nuevamente a la angustia.

El toxicómano no busca el olvido sino la desmemoria: lo que Silvie Le Poulichet llama “cancelación tóxica del dolor”5. La autora hace referencia explícita a la clínica, y reporta haber escuchado numerosas veces a adictos que consumen para eliminar, borrar, desmemoriar algún recuerdo. No me detengo aquí a elaborar la noción de “operación del farmakon”, que la autora construye a partir de la naturaleza doble del fármaco como es desarrollado por Derrida en La farmacia de Platón, texto de 1969. Me permito, sin embargo, una breve cita que ilustra la nueva situación de aquello que Braunstein trabaja a partir del recuerdo infantil de Julio Cortázar: “la operación del farmakon es lo que dispone las condiciones de la ‘desaparición’ de un sujeto en la medida en que este último se debate con algo ‘intolerable’ que lo deja librado al espanto”. Parece que nuestra época convoca sujetos que necesitan de aquella otra construcción auxiliar hipereficiente, pues sin ella quedarían librados al espanto. Cortázar tuvo las palabras que le acercó su madre, el tesoro significante del Otro inaugura para Julio la compulsión de apalabrar, marcando quizá su destino y nuestra suerte. Como dice Braunstein: ahora tú puedes nombrar esa tormenta: se llama gallo; y puedes jugar a ser gallo también: cocoricó, kikirikí.
Ahora podríamos preguntarnos: ¿Qué es eso “intolerable”? Le Poulichet dice que el sujeto pretende desaparecer pues queda a merced de “algo ‘intolerable’ que lo deja librado al espanto”. Una cosa es lo intolerable y otra, diferente, el espanto. De lo segundo ya hemos hablado, o hecho hablar a Braunstein y a Cortázar. Para lo primero, regreso nuevamente a El malestar en la cultura: ahí, cuando Freud habla del psicoanálisis como una alternativa a la intoxicación orgánica, deja en claro que los objetivos de su método son modestos, que apenas pretenden atemperar el malestar, consiguiendo para el sujeto satisfacciones de poco pelo. Eso sí: el sujeto queda protegido de los vidrios rechinantes de lo Real que explotan sobre su cuerpo, desde su cuerpo; pero no sin costo: “A cambio de ello, es innegable que sobreviene una reducción de las posibilidades de goce”.
¡He ahí, sin duda alguna, lo intolerable para el sujeto del consumo! Él ha escuchado bien, quizá mejor que nadie, la orden de su tiempo: ¡Goce! ¡Goce goce goce y mil veces goce! Sin límites, sin restricciones, sin consecuencias. A meses sin intereses, prepagado, sin preocupaciones, sin grasa ni colesterol.
Desde Foucault los más paranoicos filósofos advierten sobre la biopolítica y el control absoluto sobre los cuerpos: la reducción a la nuda vida. La represión y violentísima anulación de toda humanidad a partir de estados de excepción y campos de concentración (más o menos evidentes y oficiales). ¿Quién imaginaría que los vivientes irían voluntariamente a comprar los dispositivos que operan esa anulación de su humanidad? Las colas fuera del antro de moda, o de la Mac Store el día que sale el nuevo modelo del iPhone quizá sean más parecidas de lo que nos gustaría aceptar a las que se formaban a la puerta de los hornos hace casi un siglo.
Nuevamente Braunstein: “Ausente la palabra, lo real no tiene asideros y deviene pavoroso”.

El consumo tóxico es la promesa de hacer un cortocircuito entre la ausencia de la palabra (que pone límite al goce) y el horror insoportable de un real pavoroso.


El título de este texto abreva del de un artículo de A. Ehrenberg, Un mundo de funámbulos. Por supuesto, la inspiración excede el ámbito del título.
1 Freud, S. El malestar en la cultura, en Obras completas, t. XXI Amorrortu Editores, Argentina: 1986. El énfasis es mío.

2 Heidegger, M. Ser y tiempo. Trotta, España: 2009.

3 Esta lectura de Heidegger, y el desarrollo general de las ideas expuestas en este texto deben mucho a intercambios y pláticas personales con Gerardo García Contreras, así como a su ciclo de conferencias El engranaje de las emociones, dictado en México DF de abril a mayo de 2012.

4 Braunstein, N. Memoria y espanto o el recuerdo de infancia. Siglo XXI, México: 2008

5 Le Poulichet, S. Toxicomanías y psicoanálisis. Las narcosis del deseo, Amorrortu editores, Argentina, 1990

Pharmakon: “Tengo que fumar un porro para poder reirme”


Lic. Myriam Domene
La intención de éste trabajo es hacer un recorrido por ciertos conceptos que se fueron trabajando en el Seminario de Posgrado: “Clínica de las "adicciones": una apuesta desegregativa”, y que intentaré identificar en el material recogido en la entrevista de admisión que pude presenciar.
C., de 27 años, se presenta diciendo: “Hace 10 años que consumo cocaína. Comencé a consumir a los 19 años. Tengo una hija de 9 años. Consumo hace 5 años marihuana y hace unos meses, ácido”. Manifiesta que trabaja de manicura, pedicura y asistente de fotografía. Tiene pareja desde hace 5 años y afirma que éste la obliga a consumir: “él tiene siempre y me estimula al consumo”. Expresa vivir situaciones de violencia y preocupación por su integridad ya que: “mi hija quedaría sola”.
Comenta que hace 7 años se cortó las venas y estuvo en terapia intensiva. Allí le informaron que debía iniciar un tratamiento psiquiátrico. Actualmente “empecé a notar que se me acalambra la boca, las manos y tengo miedo a morirme. Tengo problemas familiares, tengo intoxicado el cerebro, no puedo salir de mi casa, salgo y me desoriento”. Aclara: “también tomo alcohol, anoche tomé mucho y antes de venir para acá, fumé marihuana”. Continúa su relato expresando: “ tengo recuerdos horribles. Un tiempo después que al papá de mi nena se lo llevaron preso, ejercí la prostitución y, tengo, imágenes horribles de personas y por ejemplo, hay perfumes que no soporto”.
Con preocupación y marcada verborragia, cuenta: “Me estoy drogando demasiado. El último recuerdo que tengo de un momento de felicidad es de cuando tenía 6 años. Tengo que fumar un porro para poder reírme”. En relación a su historia familiar, refiere: “Tengo un hermano discapacitado de 21 años. A los 15 años me fui de mi casa porque mi mamá no me dejaba progresar. Fui a la casa de una tía en el interior y me tuve que escapar porque mi tío quiso abusar de mí”.
De sus vínculos de pareja, dice: “A los 15 años conocí al papá de mi nena. Siempre tuve parejas enfermizas, yo no quería al normal. Hoy tengo una pareja donde hay violencia física y verbal. Me dice que soy una psicótica. Hace 5 años que no la puedo dejar, porque él tiene siempre, gana bien en su trabajo y lo maneja mejor, nadie se da cuenta. Él no entiende que ya se terminó, está obsesionado. Yo no quiero seguir con él”. Deja de hablar de su pareja y continúa diciendo: “A mi papá no le interesa si me mato. Lo único que tengo es a mi hija. Cuando veo a mi familia, siempre me hacen algo, me roban, me pelean. Pero igual necesito ir, porque soy vulnerable”. Recuerda: “Hace 7 años, cuando me corté, estaba en la casa de mi papá. Lo hice con un anillo que era un triángulo, y con la punta me corté. Y me seguí cortando, me quería lastimar, me quería morir. En ese momento no me importaba mi hija”. Con cierta tensión, continúa: “Tengo sentimientos de odio para mi familia y mi pareja. Yo no tengo apoyo de mi familia. En 27 años nadie prestó atención a que no me sentía bien, a que estoy enferma”. Explicando el motivo de consulta, expresa: “Lo que me impulsó a venir fueron los ataques de pánico. Me medicaron en el hospital hace un mes, y estoy un poco mejor, pero igual para venir tuve que fumar marihuana porque si no, estoy irritable y me agarraría con cualquiera en el tren. Yo quiero curarme. No quiero sentir odio y amargura. Necesito sacarlo porque me estoy haciendo mal. Los sentimientos de odio y de muerte, no desaparecen”.
Teniendo en cuenta el relato de Carla, recordemos lo citado por Freud, quien plantea que una de las tres fuentes de sufrimiento del ser humano es la convivencia con los otros, lo vincular. Y una de las quitapenas que se utiliza para soportar el sufrimiento del vivir, son los tóxicos.
Silvia Quevedo, refiriéndose a conceptos de Le Poulichet, especifica: …” la operatoria del pharmakon constituye una operación de supresión tóxica del dolor, de carácter económico, transitorio y precario que, atraviesa a las diferentes estructuras clínicas, mediante montajes adictivos que recibirán las denominaciones de suplemento y suplencia”…
Teniendo en cuenta el material recolectado, resulta conveniente hacer un itinerario diferenciando el dolor del displacer, ya que implica la noción de efracción. Freud, en su texto, “Manuscrito G”,…”considera al dolor en la melancolía, y lo plantea como un agujero en el psiquismo”... Algo que fractura e inunda el aparato psíquico. Es una tensión constante que es preciso ligar. Se presenta como un imperativo a ser tratado y, como defensa, aparece el tóxico.
Dice Le Poulichet: …”este modelo de la efracción, desgarra el aparato psíquico, se produce un repliegue narcisista, que la operación del pharmakon pone en práctica”… Se produce una falta de andamiaje del cuerpo en las cadenas significantes. Pasa a ser un cuerpo anatómico, no discursivo.
La autora plantea: …” la operación del pharmakon puede fracasar aunque un individuo siga consumiendo sustancias tóxicas. Lo que daría cuenta que, cierto narcisismo, ya no es conservado por esta operación”…
En la entrevista, podríamos suponer que lo expuesto por C. es, justamente, ese fracaso. Ya no le sirve perderse en el tóxico para conservarse. El intento de armarse un cuerpo para resistir el avance del otro, comenzó a fisurarse. Esa suerte de homeostasis no se sostiene.
Su boca y sus manos, dan cuenta de una tensión que la asusta. El estar desorientada, el no poder salir. El no poder salir ¿de dónde?; ¿a qué lugar se refiere?; ¿qué cortes tendría que realizar en lo vincular que lo llevó a lo corporal? Fue un intento de calmar el dolor psíquico, y convertirlo en dolor físico. Y así, el cuerpo, hace de borde, una suerte de defensa frente al otro que se convierte en una amenaza de aplastamiento subjetivo, de desfallecimiento de lo simbólico.
Dice Poulichet: …”esto se asemeja a una suerte de hemorragia interna, una desligazón, es decir, una desorganización del anclaje del sujeto en las cadenas significantes. Una confusión de lo interno y de lo externo. …” Y así,…”el tóxico reaparece para restaurar una protección frente a acontecimientos o pensamientos que de repente se vivencian amenazadores, susceptibles de provocar el terror o el espanto”... Por ejemplo, cuando C. relata los recuerdos horribles de cuando ejercía la prostitución. Por ende, la abstinencia implica efectivamente el retorno del dolor conciente.
Plantea Le Poulichet: …”Cuando ya no se ejerce la acción del pharmakon resurge ese dolor narcisista que intenta ligar las excitaciones”, porque ”las ligazones significantes fracasan en organizar la realidad psíquica”. Se cancela el dolor tóxicamente y se produce la restauración de un objeto alucinatorio, como producto de una falta de elaboración del cuerpo pulsional y de una perturbación del narcisismo, debido a una insuficiencia de la función simbólica.
Tengamos en cuenta, dice la autora, que la operación del pharmakon se inspira en sus propiedades, que implica poner en comunicación a los contrarios, remedio-veneno, es un principio particular de reversibilidad entre lo psíquico y lo orgánico; entre el afuera y el adentro y que conlleva a la desaparición del sujeto. El espíritu del tóxico revela la estructura de ambigüedad y de reversibilidad del pharmakon.
La operación del pharmakon permitiría neutralizar lo que cobra el valor de amenaza. Por ejemplo, consumir marihuana antes de venir a la admisión o consumir alcohol antes de acostarse .En el primer caso implicaría tener que ponerle palabras a su dolor, y en el segundo, someterse al soñar.
Dice C. : “Hoy tengo una pareja donde hay violencia verbal y física…él no entiende que ya se terminó, él está obsesionado y yo no quiero seguir con él. El me obliga a consumir, él tiene y me estimula al consumo”. En las palabras de C. queda evidenciado lo que Le Poulichet afirma: ”Esta operación actúa también en el nivel de la tensión que se establece entre el yo y el otro, en la dimensión de la alienación imaginaria”. ” La operación del pharmakon es la que dispone las condiciones de la desaparición de un sujeto en la medida que éste último se debate con algo intolerable que lo deja librado al espanto” -A mi papá no le interesa si me mato-, dice C. ”Que algo se haya constituido como un intolerable, que no pueda ser asumido dentro de una realidad simbólica sería una condición fundamental para que se sostenga una operación de pharmakon”.


Bibliografía consultada

Quevedo Silvia. ¿Qué suplen las drogas? Publicado en Boletín Nº11 del Centro de Día Carlos Gardel. Julio de 2011.
Le Poulichet Sylvie. “Toxicomanías y Psicoanálisis. Las narcosis del deseo”. Caps 1 y 2. Anagrama editores. 1990.
Freud Sigmund. “El malestar en la cultura” (1930) Obras completas. Tomo XXI. Amorrortu editores

Comunicado de Prensa de la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA)



Ciudad de Buenos Aires, 7 de Junio de 2012

Hace 10 años la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA) dio a conocer su Declaración de apoyo a la Despenalización de la Tenencia de Droga para Consumo Personal, iniciando con ella su Campaña por la Despenalización con la consigna “Hay Drogas que hacen mal, hay Leyes que hacen peor”.
Siempre sostuvimos que criminalizar aquello que requiere cuidado, atención, respeto y protección desde el punto de vista social y sanitario, traería y trajo como consecuencias, graves daños sociales a los más de 500.000 ciudadanas y ciudadanos que fueron objeto de la vinculación, mediante intervención de la fuerza pública, con la penalización de la tenencia de droga para consumo personal, en la falacia de sostener que se golpeaba al eslabón más débil de la cadena del narcotráfico.
Por ello saludamos la realización de este Plenario de Comisión que profundiza el proceso de debate en el Parlamento y en la sociedad para la modificación de los marcos jurídicos que permitan reestablecer los criterios sociales, sanitarios y de construcción de ciudadanía para el abordaje del fenómeno del uso de drogas, la prevención y la asistencia de las adicciones, contribuyendo a una política de Estado en drogas más justa, más eficaz y sobre todo más humana.
- Por una Nueva Ley de Drogas que descriminalice definitivamente a los ciudadanos usuarios, coherente con el artículo 19 de la Constitución Nacional.
- Por un Plan Nacional de Información, Prevención, Asistencia y Reducción de Daños que aborde la realidad del uso de drogas, los consumos problemáticos y las adicciones, Público, Universal y Gratuito.
- Criminalizar es dañar. Curar es acceso a la salud, a la educación y al trabajo


ASOCIACIÓN DE REDUCCIÓN DE DAÑOS
DE LA ARGENTINA (ARDA)


Declaración de apoyo a la despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal y fundamentos de la propuesta de modificación del Art. 14 de la ley 23.737 de la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA – Años 2002/3) (1)
La despenalización de la tenencia de drogas para uso personal: un remedio necesario para garantizar el derecho a la salud de los usuarios de drogas.
La Asociación de Reducción de Daños de la Argentina ARDA en atención a que se encuentra en vigor la ley 23.737 que criminaliza la tenencia de drogas para consumo personal (Art. 14, 2° párrafo) y la inercia de los organismos legisferantes para modificar dicha norma penal, entiende necesario proponer la modificación de la redacción de dicho artículo en el sentido de despenalizar la tenencia de drogas para consumo personal, propuesta fundamentada en las siguientes consideraciones:
Que la incriminación de la tenencia de drogas para uso personal es responsable de gran parte de los daños sociales relacionados directa o indirectamente con el consumo.
Que no obstante que la referida ley lleva quince años en vigencia, no se necesita demasiada sagacidad para advertir el fracaso de dicho instrumento legal en relación al bien jurídico que busca proteger: la Salud Pública.
Que a pesar de que, por ejemplo en el 2003, las fuerzas de seguridad detuvieron a más de 31.000 personas en todo el país por infracción a la ley de drogas, y que más del 80% de las causas que se instruyen en la Justicia Federal por infracción a la ley 23737 corresponde al delito de tenencia simple o tenencia para uso personal, lo cierto es que sigue en aumento el consumo de drogas, como lo reconoce la Secretaría de Programación de la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR).
Que la mencionada norma penal convierte al usuario de drogas en “delincuente”, condición que lo marginaliza y lo clandestiniza, haciendo muy difícil cualquier intervención en materia de asistencia y prevención.
Que la respuesta penal condiciona el contacto del usuario de drogas y el drogadependiente con las instituciones sanitarias u otros organismos en razón de representarse la posibilidad cierta de ser detenidos.
Que ello trae aparejado que una porción importante de usuarios de drogas no se acerque voluntariamente a los centros de salud, privándolos no solamente de la acción terapéutica que pudiera necesitar en relación al consumo, sino también de la atención médica que urgen otras patologías (hepatitis, SIDA, cáncer, endocarditis, embolias, abscesos, problemas pulmonares, etc.), y la posibilidad de recibir información acerca de cómo poder evitarlas (por ejemplo, en relación al virus HIV, el uso de preservativos, descontaminación de jeringas), y el suministro de materiales que reduzcan los riesgos de contraerlas (entrega de equipos de inyección estériles o de materiales descontaminantes, etc.).
Que los órganos de gobierno, garantes de nuestra salud, no pueden desconocer que entre 1982 y el 2002 más del 40% de los casos de SIDA se debió a la utilización compartida de material de inyección, porcentaje que podría aumentar si no se produce un cambio legislativo que despenalice la tenencia.
Que no sólo en el primer mundo, sino que también otros países en América Latina han avanzado en esta modificación y que, por ejemplo, Uruguay, Colombia, Perú y Bolivia no penalizan la tenencia para consumo personal.
Que el artículo 14 de esta ley vulnera abiertamente el artículo 19 de la Constitución Nacional que establece que “las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados”. La ley 23.737 a través de la persecución penal de la tenencia de drogas para consumo personal realiza una intromisión inaceptable en el ámbito de la privacidad.
Que por otra parte no puede obviarse las graves consecuencias que trae aparejado ingresar a los usuarios de drogas al sistema penal, que implica como la realidad nos demuestra, no sólo poner en peligro su integridad física y en situación de ser objeto de extorsión o de coacciones, sino también colgarles un antecedente que le impedirá conseguir un trabajo en un país donde la desocupación orilla el 20%.
Que consciente de los efectos negativos de la penalización de modo directo o indirecto del consumo de estupefacientes, el “Comité sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales”, creado en el marco del “Pacto Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales” (que integra nuestra Carta Magna, por imperio de lo prescripto en el Art. 75, inc. 22), ha observado que la drogadependencia no puede resolverse mediante el recurso a medidas represivas y que debe reconocerse la existencia de otros problemas como la pobreza extrema o la desigualdad, recomendando el referido Comité de que los adictos a las drogas no deben ser considerados necesariamente delincuentes, sino más bien víctimas o pacientes.
Que el Estado, por tanto, debe adoptar una política respetuosa de los Derechos Humanos, descriminalizando a los usuarios de drogas, que nuestra legislación considera ilegales, para libres de persecución penal, puedan acceder a mayores ofertas de ayuda y a la igualdad legal con respecto a los consumidores de drogas legales para que puedan -independientemente del consumo de sustancias ilegales- integrarse a un sistema de protección.

(1) Textos Inchaurraga-Vazquez Acuña-Hurtado